Lunes 14 de Julio de 2025

Hoy es Lunes 14 de Julio de 2025 y son las 18:23 ULTIMOS TITULOS:

14/07/2025

Un argentino en un país que no existe y donde sus habitantes viven como en los años ’50: “No hay lujo ni diferencia de clases”

Fuente: telam

El rosarino Maximiliano Bagilet llegó a este lugar, ubicado entre Ucrania y Moldavia, en medio de su viaje por Europa del Este y el Cáucaso. Aunque ese país declaró su independencia en 1990, no está reconocido por la ONU

>Transnistria es un país que no existe. No aparece en los mapas. No está reconocido por Naciones Unidas ni por la mayoría de los países. Aún así, tiene fronteras, presidente, bandera, himno nacional, ejército y su propia moneda.

Hasta ese territorio, ubicado entre Moldavia y Ucrania, llegó el rosarino Maximiliano Bagilet, quien desde hace un mes se encuentra viajando por Europa del Este y el Cáucaso. “Llegar hasta ahí fue una odisea. Volé a Rumania, crucé la frontera caminando hasta Moldavia y luego me tomé un bus a Tiráspol, la capital de Transnistria. El viaje duró unas cuatro horas e incluyó un control fronterizo militar en el medio”, relató el argentino.

Aunque oficialmente no se sale del territorio moldavo, el cruce a Transnistria implica un trámite particular. “No te sellan el pasaporte como si salieras del país, pero te dan un ticket que funciona como una visa. Todo se hace en la frontera y es gratis”, contó Maxi sobre su experiencia de ingresar a un país que no es tal, pero donde todo remite a una nación en funcionamiento.

Al describir la ciudad, el rosarino fue tajante: “Es como volver a la Unión Soviética. Todo tiene ese aire: los edificios, la cultura, la simbología. Pero no está destruido, como pasa en Cuba o en otros países pobres. Los monoblocks -donde vive la mayoría de sus habitantes- están en buen estado, y sus calles se exhiben limpias y prolijas”, detalló.

Una de las primeras postales que lo impactó fue una esquina muy particular en Tiráspol: “Una de las calles tenía el nombre de Vladimir Lenin y la otra se llamaba 25 de Octubre, la fecha de la Revolución Soviética. Me dio mucha risa porque era como estar en Diagonal Norte y 9 de Julio”.

En ese sentido, la presencia del legado comunista es total. “Vi al menos cien estatuas de Lenin en toda la región. En el hostel donde me alojé me recibieron con un busto de Lenin y una bandera de la Unión Soviética. El mobiliario, las estructuras edilicias, todo está ambientado como si estuvieras en los años 50”, aseguró Maxi, sobre la resistencia al paso del tiempo que hay en la ciudad.

Contó que en los parques públicos hay esculturas dedicadas a héroes de guerra y murales que retratan escenas de recolección agrícola, típicas del realismo socialista. “Las casas culturales siguen activas y se organizan desfiles y ofrendas florales para conmemorar batallas clave de la historia local, como la guerra contra Moldavia, entre 1990 y 1992”, indicó.

Para Maxi también hay un componente museístico en el paisaje: “Cada pueblo tiene su plaza soviética, su escuela soviética, sus edificios soviéticos. Es como estar en la Unión Soviética sin haberla vivido. No hay lujo, ni marcas, ni diferencias de clases sociales. Todos tienen lo justo”.

“Ves tanques, camiones y aviones soviéticos exhibidos como en un museo al aire libre. Todo forma parte del paisaje. Es un Disneylandia soviético: la gente, la ropa, los edificios, todo tiene esa estética. Pero todo funciona”, ejemplificó.

Consultado sobre la seguridad, fue tajante: “Podés caminar a las doce de la noche y no pasa nada. No hay robos. Culturalmente, eso viene de los años de opresión soviética. El delito común no existe”.

Uno de los mayores desafíos de Maxi fue la comunicación: “Hablan muy poco inglés, casi nada. Además, hay poca gente joven, porque los jóvenes se van en busca de oportunidades. Entonces te queda una población envejecida que no maneja otros idiomas. Se hace muy difícil comunicarse”.

La conectividad también está limitada por cuestiones políticas. “Las redes sociales están restringidas. Instagram carga, pero lento. Hay que usar VPN para tener acceso normal. Lo mismo pasa con Google Maps: funciona, pero está poco actualizado. Algunos restaurantes ya no existen o cambiaron de lugar. Lo más confiable para moverse es Yandex Maps”, recomendó.

De la semana que estuvo en Transnistria, Maxi permaneció tres días en la capital y luego se internó en pueblos del interior. Fuera de Tiráspol, el escenario es más rústico: “Es todo ganadería, agricultura y algo de minería y viñedos. Me hospedé en casas de familia, donde me sirvieron vino casero y comida casera, todo hecho con lo que se siembra ahí”.

En Transnistria no se acepta tarjeta de crédito. “Tienen su propia moneda: el rublo transnistrio. Se cambia allá con dólares, euros o rublos rusos. Si pagás con moneda moldava, te hacen un descuento simbólico porque dicen que la de ellos vale más. No hay productos locales: todo es importado de Rusia, China o Moldavia”, detalló Maxi.

A modo de balance, Maxi admitió que a pesar de ser un destino donde “cuesta moverse, comunicarse y entender lo que pasa”; resulta interesante para ver algo distinto: “Es un lugar único para conocer cómo es vivir en un país congelado en el tiempo”.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!