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14/07/2025

Leonardo Orlando: “La feminista desprecia al hombre deconstruido que ella misma creó”

Fuente: telam

“Es lo que llamo el efecto Houellebecq”, dice este politólogo argentino radicado en Europa, crítico acérrimo de lo que califica como “terraplanismo de género”, es decir, la idea de que toda diferencia sexual es una construcción, un estereotipo impuesto, sin relación con la biología

>En esta entrevista con Infobae, habla del estado actual de los debates en torno a las cuestiones de género y las consecuencias de esta ideología, que van “de monstruosas a dañinas”, siendo un ejemplo de las monstruosas la hormonización de niños. Entre las segundas, esencialmente el haber sumido a toda la sociedad “en una miseria afectiva y sexual bastante importante”, cuyos efectos se ven, entre otras cosas, en la natalidad.

“La muñeca es el objeto más odiado por el feminismo”, ironiza en relación a la idea de que toda diferencia de gustos es un estereotipo impuesto por la sociedad. Y, en referencia a la ESI (Educación Sexual Integral) desde edades tempranas, adelanta una explicación de por qué los adeptos de estas teorías tienen “obsesión con los niños”.

En octubre publicará un libro, en coautoría con la filósofa Peggy Sastre, cuyo título es “Sexe, Science et Censure. Les vérités taboues de la guerre de genre” (“Sexo, ciencia y censura. Las verdades tabú de la guerra de género”).

— Bueno, la idea de que las diferencias comportamentales entre hombres y mujeres provienen pura y exclusivamente de la sociedad es análoga a afirmar que la Tierra está suspendida sobre cuatro elefantes, no tiene ningún tipo de base científica, muy por el contrario, contradice todo lo que sabemos, incluso sobre comportamiento animal; en muchos casos hay una continuidad entre lo que uno ve en ciertos primates y un tipo particular de primate que es el homo sapiens. Afirmar que jugar a una u otra cosa, en los niños y niñas, es una construcción social es como salir a la calle con una pancarta que diga no sé sumar, porque es negar toda la evidencia que tenemos. El juego es un universal humano. En todas las culturas los niños juegan. Y en todos los tiempos, como lo muestran la historia y la arqueología. Hay que preguntarse cuál es la razón de esto. Y la razón es que tiene una función, como ya lo entendió Charles Darwin en 1871, cuando publicó El origen del hombre. Efectivamente, hoy sabemos que el juego tiene una función. Por ejemplo, el juego locomotor, de desplazarse en el espacio, que juegan todas las especies en las cuales hay un comportamiento de evitar depredadores. Entonces, el juego es familiarizarse con el espacio en el cual uno después va a tener que evitar…

— ¿Las escondidas, por ejemplo?

— Se nota ya en los juegos.

— Desde luego, porque cumplen funciones distintas. Las hembras de varias especies de primates juegan con ramitas como si fueran bebés y con hermanos menores como si fueran sus propias crías. Los investigadores encontraron que la tasa de mortalidad del primogénito, del primer nacido de estas hembras que jugaron a este tipo de juegos, es menor que la de aquellas que no jugaron. Entonces, el juego tiene esta función: en los varones, los juegos físicos violentos se dan en las especies en las que hay una competencia intra sexual, entre machos, y eso ayuda a entrenarlos, pero también a establecer jerarquías. Es decir, yo sé que este otro macho es más poderoso que yo y que no lo puedo desafiar. Eso se traduce de la misma manera en los seres humanos. Lo que se observa es que en todas las culturas del mundo, las nenas juegan a juegos orientados hacia el cuidado de un ser, juegos que implican el cuidado de un bebé como la clásica muñeca, el objeto más odiado por las feministas y las estudiosas de género, pero presente en todo el mundo, y a través del tiempo. Por ejemplo, en los años 90, en los Estados Unidos, 97% de las niñas jugaban con muñecas contra el 17% de los varones. Pero 30 años antes, hacia los años 60, esos estudios mostraban lo mismo; en la actualidad muestran lo mismo. Es una constante universal. Los juegos que interesan a los varones son los que tienen que ver con las cosas, es decir, los lego, los mecano. Los varones apenas nacidos prestan más atención, por ejemplo, a un móvil que se cuelga sobre la cuna, mientras que las hembras humanas, las nenas, prestan más atención a las caras. Hay cosas que tienen que ver con el desplazamiento en el espacio. Los varones, por ejemplo, ya a los cuatro meses pueden seguir la trayectoria de un objeto que desaparece en un momento. Eso es la caza, poder identificar una presa. Esto es la selección sexual que hace que ciertas cosas hayan sido más beneficiosas para los machos y otras más beneficiosas para las hembras. Nosotros somos todos hijos, herederos, de esos genes ancestrales que estuvieron allí durante cientos de miles de años, de quienes tuvieron mayor capacidad para que su cría sobreviviera, en este caso las mujeres, y mayor capacidad para proveer en la caza y para defender en la guerra. Eso es lo que hicimos, no solo durante los 300.000 años del Homo sapiens, sino durante millones de años anteriores, a través de otros homínidos de los cuales descendemos.

— ¿Cómo llegan estos teóricos del género a la conclusión de que todo eso es una construcción social?

— Esa es “la” pregunta, realmente.

— Justamente, la ESI, tal como se la está dictando actualmente, consiste en estas “verdades” entre comillas. Lo primero que hacen es decirle a los niños desde los 4 ó 5 años que su sexo biológico no tiene nada que ver con lo que ellos quieran ser.

— Sí, los contenidos de ESI tal como están formulados actualmente constituyen una verdadera aberración desde el punto de vista científico. La palabra mujer no aparece, se habla de personas embarazadas, personas que menstrúan; no aparece tampoco la palabra homosexualidad. Todo es “los colectivos LGBTI”, o sea, una terminología militante. Más allá del lenguaje, se dice que el sexo se asigna al nacer. Es como decir que se asigna el color de los ojos.

— Totalmente inconsecuente. Más allá de eso, el problema de fondo de la ESI es que viola la Ley 26.150, sobre todo los distintos incisos del artículo 3, que establecen que los contenidos deben ser fiables, sólidos científicamente, y eso no lo es. Desde el principio, dicen que los comportamientos de hombres y mujeres responden a estereotipos, y otra cantidad de falsedades, incluso más allá del género. Por ejemplo, asumen que la publicidad, las narrativas, los relatos, tienen una influencia en lo que la gente elige, eso es un desconocimiento total de lo que las ciencias cognitivas y las neurociencias han establecido con respecto al funcionamiento del cerebro humano. Los seres humanos tenemos una vigilancia epistémica. Un organismo crédulo no habría sobrevivido. Se dice, por ejemplo, que los criterios de belleza serían una convención social. Pero si algo está establecido de una manera universal en cientos de miles de individuos, en docenas y docenas de culturas, es que hombres y mujeres tenemos atracción por distintas características físicas. Los hombres encuentran atractivo un índice cintura cadera de 0.7, la famosa forma del reloj de arena; las mujeres encuentran atractivos los hombros anchos, la silueta en forma de V, eso es universal. Pretender que eso lo crea la publicidad es de una ignorancia total. Y lo mismo con respecto a los intereses. Los mandatos de género hacen que las niñas se interesen por tal cosa, que las mujeres elijan tal carrera, dicen. Pero uno de los hallazgos más sólidos y robustos en todo el campo de la psicología es que los hombres están más interesados por las cosas y las mujeres por los seres, lo cual se traduce no solo en los juegos, sino también la elección de carreras. Y algo más con respecto a la ESI. El tema no es solo los contenidos falsos que tiene, sino las ausencias de contenido. En ningún momento se habla de la diferencia en hombres y mujeres de la edad de inicio de la pubertad, una diferencia fundamental que están viviendo en el mismo momento que cursan la ESI y nadie les habla de eso. No se menciona ninguna diferencia con respecto a la psicología sexual de hombres y mujeres.

— Si uno llega a decir, por ejemplo, que el deseo sexual en el varón puede tener más intensidad que en la mujer, lo mandan a la hoguera.

— La ESI también representa una invasión a la intimidad, porque con esta idea de que todo es político, todo es público. Se les habla de sexo a niños que todavía no están preparados o interesados. Hay una gran imprudencia. He sabido de equipos que entrevistan a adolescentes, de 15, 16, sobre qué sintieron en su primera vez.. Algo muy invasivo.

— Hace un año más o menos habíamos hablado de esto. ¿Notás que haya cambiado algo en este tiempo aunque sea a nivel del debate?

— Hay cambios, pero no estoy segura hasta dónde se ha logrado revertir la tendencia, porque mucha gente sigue repitiendo como verdades reveladas todo este tema de la no diferencia de género, de que el género es una construcción, que todo es un invento. Son creencias que han penetrado, y me parece que falta mucho para que eso cambie.

— Esta llamada perspectiva de género ha dañado todos los vínculos sociales, es como si hubiese envenenado las relaciones, instalando la sospecha.

— Las feministas creen estar haciendo una revolución, pero deberían preguntarse por qué el sistema sostiene esto. La elite ha adoptado este discurso con un entusiasmo que muestra que no la afecta en nada. Incluso le sirve, porque canaliza la energía contestataria hacia temas que no atañen a lo estructural.

— ¿Querés decir que eligen a una franja determinada?

[FOTOS: Gastón Taylor]

Fuente: telam

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