10/07/2025
Crónica de la rendición de un submarino nazi en Mar del Plata: un bote salvavidas ausente y la sospecha de fuga de jerarcas

Fuente: telam
La Segunda Guerra Mundial en Europa había terminado cuando el país se conmocionó con la noticia. Sirvió para alimentar las versiones sobre la huida de jerarcas alemanes. La nave y su tripulación fueron llevados a los Estados Unidos y quedaron interrogantes sin responder en la Argentina
>Aún era de noche el martes 10 de julio de 1945 cuando un submarino alemán de porte mediano, de unas 700 toneladas, corroído por la acción del agua salada, sorprendió a un pescador en la costa de Mar del Plata.
A bordo iban 54 hombres, la mayoría muy jóvenes, solo uno de ellos pasaba los 40 años. Su capitán era el teniente de navío Otto Wermuth, de 25 años. A pesar de su juventud, ya tenía experiencia en navegación en submarinos. Había pertenecido al U-37 y desde enero de 1945 le habían dado la comandancia del U-530.
El submarino emitió señales luminosas en morse, que fueron captadas por el acorazado Belgrano y del buque enviaron dos lanchas. Al día siguiente los diarios titularon que un submarino alemán se había rendido ante las autoridades militares argentinas, enarbolando la bandera imperial alemana. Todas las alarmas se dispararon.El joven capitán lucía sus condecoraciones y entregó una maleta en la que guardaba la insignia de la nave.
La tripulación quedó detenida en la base y enseguida fue informado el ministro de Marina, contraalmirante Alberto Teisaire quien, por vías reservadas, hacía semanas que sabía que había submarinos alemanes tratando de alcanzar las costas argentinas y chilenas.El ministro de Relaciones Exteriores César Ameghino, que le tocó declarar la guerra a Alemania y Japón, explicó que los marinos eran considerados prisioneros de guerra. “Es un asunto complejo”, declaró.
Muchas fueron las sospechas por la sorpresiva presencia de la nave. ¿Traía a jerarcas nazis? ¿Había sido el responsable del hundimiento del crucero brasileño Bahía, ocurrido el 4 de julio, donde solo unos pocos miembros de la tripulación lograron sobrevivir?Las autoridades argentinas se apuraron a aclarar que a bordo no había ningún político ni militar de alto rango alemán. Sin embargo, faltaba el bote salvavidas.Ese día los alemanes almorzaron a bordo del acorazado Belgrano.
No se sabe qué ocurrió con la bitácora del capitán y con las cartas de navegación, si es cierto que los alemanes las arrojaron al mar o que quedaron en poder de las autoridades argentinas y que luego fueron entregados a los aliados.
El número de tripulantes de este tipo de submarinos es de 35 y se supuso que hubo otros que trasbordaron de otras naves, y que arrojaron al mar todo lo posible para tener espacio. Los alemanes fueron tratados con suma cordialidad, ellos mismos se sorprendían de la abundante comida, de los entretenimientos que les organizaban y de la confraternidad con sus pares argentinos; nunca se sintieron que fueran prisioneros de guerra.Para entonces, una decena de empleados de la Policía Federal se habían encargado de la individualización de la tripulación, realizada a bordo del acorazado Belgrano. Ninguno de ellos llevaba documentos. Eran citados de a dos y muchos se presentaron haciendo el saludo nazi.
Las presiones políticas enseguida se hicieron sentir. De Estados Unidos sostuvieron que el comandante había violado las instrucciones de rendición, y que se arriesgaba a ser sometido a una corte marcial si cayera en poder de ese país o de Gran Bretaña. Los prisioneros argumentaron que por desperfectos de los aparatos de comunicación se desconoció la orden de Karl Dönitz -presidente de Alemania desde el suicidio de Adolf Hitler- de regresar al puerto de origen.
Admitieron haber navegado por el Atlántico Norte y cuando enfilaron al hemisferio sur lo hicieron sumergidos de día y por superficie de noche.
Para entonces en el ministerio de Relaciones Exteriores estaba trabajando una comisión especial que debía elevar un dictamen a la presidencia sobre qué hacer con el submarino y con sus hombres. El 16 de julio recomendó entregarlos a Estados Unidos y Gran Bretaña, lo que el gobierno efectivizó a través del Decreto 16.162 al día siguiente.
A fin de julio llegaron al país dos aviones norteamericanos que llevaron a ese país a la tripulación. Los alemanes fueron objeto de calurosas despedidas, que incluyeron comidas, fotografías en conjunto e intercambio de presentes. Hasta una banda militar los despidió con la marcha alemana “Viejos camaradas”, que Alemania le había regalado al país en retribución por la Marcha San Lorenzo, que habíamos cedido a ese país.
Por la atención recibida, el capitán Wermuth regaló a Mallea la bandera de guerra del submarino. Mallea dejó indicado a su familia que, a su fallecimiento, se le hiciera llegar al comandante, lo que ocurrió en 1960.
Al mes siguiente Mar del Plata sufrió otro sobresalto. El 17 de agosto apareció otro submarino alemán, el U-977. Conservaba la bitácora y toda la documentación. Corrió la misma suerte que el U-530 y terminó en Estados Unidos.
Fuente: telam
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