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01/07/2025

La herencia de Sarlo: una historia de amor entre las hojas del expediente

Fuente: telam

El encargado del edificio donde vivía la ensayista reclama un departamento que ella le habría dejado. Entre los papeles de la sucesión apareció un aspecto poco conocido de la ensayista

>La verdad, nunca me hubiera imaginado a Beatriz Sarlo enamorada. Inteligentísima, cultísima, elocuente, una profesora que no había cómo no seguir con pasión, una interlocutora que siempre estaba un paso más adelante, una entrevistada que No había visto a Beatriz Sarlo desparramar emociones. Un mes después de la muerte de su pareja de 40 años, el cineasta Rafael Filipelli, la crucé en una reunión y le pregunté cómo estaba. No un “cómo estás” al pasar sino uno cargado de intención, que ella entendió perfectamente. Me respondió: “Los que somos duros, somos duros”. Y a otra cosa.

Pero acá, en el expediente, se ve la ternura. ¿Qué hacen papeles así en una causa que, en definitiva, lo que va a decidir es el destino de un inmueble? Bueno, hay que contar un poco la historia para entenderlo. En 1960 Sarlo se casó con Alberto Sato, de quien se separó en la década del 70. Se separó, pero no se divorció. No lo hicieron en los 70 -no había divorcio en la Argentina-, ni en los 80, -cuando sí lo hubo- ni en los 90, ni nunca. Y mantuvieron el contacto.

Pero pasaron cosas. Un par de meses después de la muerte de la profesora, Meza se presentó ante el juzgado con un papel manuscrito en el que ella decía que él quedaría a cargo del departamento y de la gata. Lo decía afectuosamente. Y no tenía ningún tipo de certificación ante escribano ni nada, pero, como se sabe, un testamento así puede ser válido de todos modos.

Y es por acá por donde entra la historia de amor. Para probar que Sato no era el marido-marido de Sarlo, se incluyeron en el expediente las páginas manuscritas en que la autora le dedicaba su libro a su compañero de los últimos 40 años: Filipelli. “Rafito”, lo llama a veces: los diminutivos del amor.

Rafael, vos sabés bien que este libro empezó lleno de dificultades, que vencerlas fue parte del camino que recorrimos juntos, que fuiste el primero en leer las primeras páginas escritas, que la forma de esa escritura tiene relación con cambios de los que sos parte. Por eso tardé tanto en dártelo: era como si lo tuvieras”, escribe ella el 16 de julio de 1985. El libro tiene un título sugestivo: El imperio de los sentimientos y no es autobiográfico -aunque quién sabe, ¿no?- sino que analiza la literatura sentimental de principios del siglo XX. Vencer la diificulates “fue parte del camino que recorrimos juntos”. ¿A qué secreto compartido aludía la crítica?

Hay más: son muchos años, son muchos libros. “Para Rafael, que siempre lee antes y lee mejor, con todos los afectos y amores”, puso Sarlo en la primera página de ese ejemplar de Instantáneas : medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo que Rafael Filipelli habrá guardado en su biblioteca. ¿Qué mayor de declaración de amor, que deslumbramiento demuestra una intelectual cuando dice que otro lee antes y mejor?

El tiempo pasa, los libros vuelven. En una reedición de El imperio de los sentimientos, Sarlo le escribe a Filipelli: “Para Rafael, esta segunda vuelta, quinceaños después. Con el amor de esos quince años“.

Todo eso, esa vida en flor, se cuela ahora en las páginas de un expediente. Allí también aparece el encargado. Hay un ejemplar de Las dos torres, que salió en 2024, con la inscripción: “Para Alberto Meza, por su dedicación y cortesía, los mejores deseos de Beatriz Sarlo >Sarlo habría escrito no una sino dos notas a favor de Meza. En la primera dice: “Yo, Beatriz Sarlo, quiero dejar certificada mi voluntad de que en caso de mi desaparición u otro accidente, mi gata Nini, deberá quedar a cargo de Alberto Meza“. Y en la segunda, de agosto de 2024, ”Alberto Meza quedó a cargo de mi departamento después de mi muerte. Y también quedó a cargo de mi gata Nini, que te aprecia tanto como te aprecio y valoro yo”.

Los amigos, los colegas de Beatriz Sarlo ya han dicho que no pretenden negar la buena relación de Meza con Sarlo ni su colaboración en los últimos tiempos. Tampoco sostener que Sarlo y Sato estaban en pareja, aunque, otra vez ¿por qué no se divorciaron?

Hace unos días, la Cámara Civil revocó el fallo de Goggi y habilitó a Sato a presentarse como posible heredero. Tal vez cuando todo haya terminado él hable y reponga algunos baches de esta historia. Tal vez no haga falta.

Fuente: telam

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