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19/06/2025

Robó bancos, estuvo preso, se fugó y llegó a ser el presidente del Colegio de Abogados de Trelew: “El delito no rinde”

Fuente: telam

En los años 90, Oscar Romero integró una banda que ejecutaba robos exprés. Fue condenado, se escapó de la cárcel y vivió prófugo hasta que la causa prescribió. Años más tarde, se recibió de abogado y llegó a presidir una institución profesional. “Reconozco que me equivoqué. Si pudiera volver el tiempo atrás, no haría lo que hice”, asegura

>No había rejas en la sala de kinesiología del hospital Central de Formosa, pero sí un custodio apostado del otro lado de la puerta. Oscar Romero sabía que tenía una sola oportunidad. No hubo armas, no hubo disparos. Solo un salto a la calle, donde lo esperaba un auto. Así comenzó la fuga del hombre que, tras haber liderado bandas armadas que robaban bancos, financieras y usureros en los 90, se transformó —tiempo después— en el presidente del Colegio de Abogados de Trelew.

Hoy, con 61 años, cuatro hijos y una condena por “tentativa de homicidio” que no está firme —y por la que presentó un recurso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación—, el abogado penalista todavía recuerda aquellos días. “Reconozco que me equivoqué. Y si se pudiera volver el tiempo atrás, no haría lo que hice. El delito no rinde”, le dice a Infobae.

Edgardo Oscar Romero Bruno nació el 1 de agosto de 1963 en Buenos Aires, pero a los 15 años —tras la muerte de su padre— se mudó con sus hermanos a Formosa, de donde era oriunda su madre. Allí terminó el secundario y comenzó a estudiar Ingeniería Electromecánica. Luego se casó, tuvo hijos y consiguió un empleo administrativo en un banco.

Pasó más de una década entre números y balances, hasta que en 1995 —en pleno auge de la privatización de empresas estatales— aceptó un retiro voluntario. No tenía trabajo ni rumbo, pero sí una convicción que empezaba a tomar forma.

Al principio, dice, solo ofrecía instrucciones: “Como conocía el movimiento bancario, comencé dando indicaciones. Pero los robos no lograban concretarse. Entonces dije: ‘Voy a hacerlo yo’”. Y lo hizo. “No fue una situación a lo Robin Hood, pero sí traté de ayudar a algunas personas. Y, sobre todo, de mostrar que si alguien se animaba, otros también podían animarse y cambiar las cosas. No ocurrió, por supuesto. Fracasé totalmente. A la gente que se prendía le daba lo mismo robar un banco, un videoclub o un jubilado. No logré formar un grupo con códigos”, sostiene.

Entre 1995 y 1998, cuando decidió ser cabeza de una banda que robaba a mano armada, Romero diseñó su propio método: los robos exprés. “El hecho no podía durar más de dos minutos. Estaba todo cronometrado: era ir, sacar la plata y retirarse. Podíamos hacerlo así porque, en la mayoría de los casos, siempre había alguien que pasaba un dato. Además, en esa época, solo había cámaras en la vereda y en el interior del banco. No como hoy, que están en todos lados”, cuenta.

Romero nunca usaba el mismo grupo de personas para dos robos consecutivos: variaba los integrantes para evitar que los reconocieran. También había establecido reglas internas. Una de ellas decía que nadie podía quedarse con el dinero más de 30 días. “Tenía que circular”, dice. Otra característica de su banda tenía que ver con el despliegue de armamento. “Usábamos ametralladoras o fusiles de asalto AK-74, lo cual hacía que el personal de seguridad no opusiera resistencia o, directamente, se entregara”, cuenta.

Las armas las conseguía en Ciudad del Este y, aunque jura que nunca lastimaron a nadie, más de una vez protagonizó algún tiroteo. “Teníamos una ventaja: los policías que acudían a un hecho iban con armas de menor calibre. Sabíamos que con el poder de fuego que llevábamos nadie iba a hacerse el héroe”.

Durante casi tres años, Romero lideró robos a bancos, financieras y usureros con precisión quirúrgica: estudiaba el lugar, calculaba el tiempo de respuesta policial, rotaba los integrantes de cada golpe y evitaba dejar rastros. Pero un día, toda esa lógica se quebró.

Logró escapar y se refugió en Tucumán, donde consiguió trabajo como instructor de parapente. Pero el azar —y una fractura— truncaron la clandestinidad. Durante un vuelo de práctica, sufrió un accidente y fue hospitalizado. La policía tucumana, al investigar el caso, descubrió que Romero tenía un pedido de captura vigente por robo a mano armada. Fue devuelto a Formosa, pero esta vez esposado. “Pasé un año y cuatro meses en la cárcel”, recuerda.

—¿Cuál fue tu botín más grande?

—Un robo a un banco. Pude hacer 250.000 dólares.

—Viajaba mucho por el país. En esa época volaba en parapente. Sigo haciéndolo. Iba y gastaba en los centros de vuelo. ¿Si quedó algo? Nada. Porque lo poco que podría decir que quedó, se los llevaron los demás.

—¿Qué recordás de tus días en la cárcel?

—¿Por qué decidiste escaparte?

—¿Cómo terminaste en Trelew?

—¿Qué te llevó a estudiar Derecho?

—¿De qué manera te anotaste en la carrera siendo un fugitivo? ¿No había un pedido de captura?

—¿Cómo llegaste a ser presidente del Colegio de Abogados de Trelew?

—¿Te dieron el cargo sin tener en cuenta tus antecedentes?

—¿Y qué te pasó cuando blanqueaste tu pasado?

—¿Hay algo de lo que te arrepientas?

—Decís: “Cuando era joven pensé que podía cambiar el mundo”. ¿No era más fácil intentarlo por otro camino, como una ONG, en vez de salir a robar?

*En 2019, Oscar Romero fue condenado a 6 años y 9 meses de prisión por el delito de “tentativa de homicidio”, tras una discusión con un comerciante en Trelew. La sentencia no está firme: presentó un recurso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN). La defensa sostiene que fue una causa armada y que la víctima se contradijo en el juicio. Romero afirma que, si es necesario, llevará el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Fuente: telam

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