01/06/2025
La NASA evitó que la nave Voyager 1 perdiera contacto con la Tierra: cómo fue la maniobra de último momento

Fuente: telam
Lanzada en 1977, se encuentra en el espacio interestelar, a unos 25.000 millones de kilómetros de distancia. La agencia espacial logró reactivar un sistema de propulsión inactivo desde 2004 y la mantuvo operativa
>Cuando parecía que el tiempo y la distancia terminarían por dejar fuera de servicio a la nave espacial Este episodio no sólo salvó a la nave de una desconexión definitiva con la Tierra, sino que demostró una vez más el poder de la ingeniería aplicada a una misión que sigue activa después de casi medio siglo.
Los técnicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) consiguieron reactivar los propulsores de alabeo originales de la nave, piezas claves para mantener su orientación en el espacio. Estos sistemas habían quedado inactivos desde 2004, luego de que sus calentadores internos dejaran de funcionar por falta de energía.Ante ese fallo, los ingenieros de entonces habían descartado la posibilidad de reparación y pasaron a utilizar los propulsores de respaldo. Durante 20 años, estos últimos mantuvieron operativa a la sonda, pero con el tiempo, comenzaron a obstruirse por residuos acumulados en sus conductos.Las Voyager 1 y 2 se lanzaron en 1977 para explorar los planetas exteriores del Sistema Solar. Después de completar con éxito su misión original, ambas continuaron su trayecto hacia el espacio interestelar.Entre esas funciones está la capacidad de orientar la antena de la nave hacia la Tierra. Para lograrlo, la Voyager realiza ajustes en su actitud espacial mediante movimientos conocidos como cabeceo, guiñada y alabeo. El alabeo —una rotación sobre su eje— permite que la nave conserve alineado su rastreador estelar con una estrella guía. Ese alineamiento es indispensable para que el sistema se estabilice y mantenga la antena dirigida hacia las estaciones de la red de espacio profundo.
La situación se tornó crítica a inicios de 2024, cuando la NASA detectó que los conductos de los propulsores de alabeo de respaldo empezaban a bloquearse.En ese momento, surgió una nueva hipótesis. Según los ingenieros, la falla ocurrida veinte años atrás podría haber estado relacionada con una perturbación eléctrica que modificó la posición de un interruptor en el sistema de energía de los calentadores. Si lograban restaurar el interruptor a su configuración original, tal vez los calentadores volverían a operar y con ellos los propulsores. Pero el margen de acción era mínimo.
Las condiciones para la prueba eran extremadamente delicadas. Si los calentadores no se activaban a tiempo y los propulsores se encendían sin la temperatura adecuada, una sobrepresión podía dañar el sistema. Por otro lado, si la nave se desviaba de su trayectoria durante el proceso, el rastreador estelar podía perder su referencia, lo que aumentaba la posibilidad de fallos. La misión debía ejecutarse con una sincronización casi perfecta.Los ingenieros de la NASA enviaron las órdenes a la sonda desde la Tierra, pero debido a la distancia, debieron esperar 23 horas para obtener una respuesta. Si algo fallaba, no habría margen de corrección inmediata.
El 20 de marzo recibieron la señal de confirmación: los calentadores funcionaban, y los propulsores de alabeo, inactivos durante veinte años, se habían encendido correctamente. “Fue un momento glorioso. La moral del equipo estaba muy alta ese día”, expresó Todd Barber, jefe de propulsión de la misión en el JPL. “Estos propulsores se consideraron inoperantes. Y esa fue una conclusión legítima. Simplemente, uno de nuestros ingenieros intuyó que tal vez existía otra posible causa, y que era solucionable. Fue otro milagro para salvar a la Voyager”.“Creo que en ese momento, el equipo aceptó que los propulsores de rotación primarios no funcionaban, porque contaban con un respaldo en perfecto estado”, señaló Kareem Badaruddin, director de la misión. “Y, francamente, probablemente no creían que las Voyager fueran a seguir funcionando durante otros 20 años”.
El caso de la Voyager 1 es un ejemplo extremo de “longevidad” en misiones espaciales. Diseñada para operar unos cinco años, ya superó los 46 de actividad continua. Su trayecto la llevó más allá de la heliosfera, la burbuja magnética que protege al sistema solar del medio interestelar, y actualmente transmite información sobre partículas, campos magnéticos y radiación desde un entorno nunca antes explorado.También experimentó fallos electrónicos, como la pérdida de datos causada por un chip defectuoso, solucionada mediante una reprogramación remota. Aun así, la nave continúa enviando datos útiles que permiten estudiar cómo interactúa el viento solar con el medio interestelar, y cómo evolucionan los campos magnéticos más allá de Plutón.
Cada intervención exitosa sobre la Voyager 1 se traduce en una extensión adicional del conocimiento científico. Su funcionamiento ofrece datos que no pueden obtenerse por otros medios, ya que no existe otra nave espacial que se encuentre en esa región del espacio.Desde 1977, las Voyager han sido testigos del paso del tiempo más allá del alcance de los planetas. Su legado incluye las primeras imágenes detalladas de Júpiter y Saturno, el descubrimiento de nuevos anillos y lunas, y la confirmación de fenómenos como los volcanes activos en Ío.
Hoy, en pleno siglo XXI, siguen siendo referentes de exploración espacial y ejemplos concretos de cómo la perseverancia y la ingeniería pueden extender los límites de lo posible.Y mientras los sistemas sigan respondiendo, la Voyager 1 seguirá viajando, como el objeto artificial más lejano jamás construido, enviando señales que tardan un día entero en llegar, pero que siguen trayendo información clave para entender el cosmos.
Fuente: telam
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