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03/06/2025

A 10 años de Ni Una Menos: la génesis de la manifestación que sacó la palabra del closet y cambió al mundo de sur a norte

Fuente: telam

El 3 de junio del 2015 la convocatoria no solo impactó en Argentina. A partir de la marcha se iniciaron movilizaciones en América Latina y se viralizaron relatos sobre violencia sexual. La frase está tomada de la poeta mexicana, asesinada en Ciudad Juárez, Susana Chávez. En el 2017 llegó el “Me Too”, pero el puntapié de la nueva ola provenía del sur

>El movimiento Ni Una Menos surgió, el 3 de junio de 2015, en Argentina e impulsó la cuarta ola feminista mundial y la liberación de la palabra. Una nueva era de participación feminista, impulsada por un país del sur global, con una participación masiva de jóvenes, con la estrategia de aprovechar la ventana abierta -en ese momento- de las redes sociales y con el rescate de la lucha por los derechos humanos y los Encuentros Plurinacionales de Mujeres y Diversidades.

El extractivismo cultural de los países más ricos en el relato histórico se generó en tiempo récord. No es fácil para periodistas y escritoras reivindicar en un contexto de amenazas, persecución y precarización. Y el resto del mundo cuenta los efectos sin contar el inicio. Y ese relato sesgado deja más desamparadas a las que iniciaron la llamarada. A la vez que cuenta el fuego sin entender la raíz del calor latinoamericano que le da sentido a los sucesos que cambiaron el mundo.

Ni Una Menos se inició con un tuit de la periodista Marcela Ojeda. Dos años después, en el 2017, surge el Me Too. En 2016, durante la visita a Argentina, Michelle Obama, en ese momento primera dama de Estados Unidos, dio un discurso en Barracas para estudiantes secundarias en un encuentro titulado: “Dejemos que las niñas aprendan”. El 23 de marzo de 2016, Michelle resaltó el impulso de Marcela Ojeda y nombró la frase “Ni Una Menos”.

“Pensemos lo que pasó aquí mismo el año pasado cuando la periodista Marcela Ojeda se indignó por los horrendos femicidios que estaban ocurriendo y mando un tuit diciendo “Nos están matando”. Y preguntó: “¿No nos vamos a hacer oír”? En cuestión de días otras periodistas se sumaron a este movimiento para organizar una marcha -relató-. Creían que iban a convocar a miles de personas. Pero, como todas sabemos el 3 de junio del año pasado, 200.000 personas, mujeres de todas las edades y hombres también, colmaron las calles para decir al unísono ‘Ni Una Menos’. El Congreso aprobó un proyecto de ley para brindar asistencia jurídica gratuita a las sobrevivientes de violencia de género. Y todo esto sucedió porque una mujer valiente decidió plantarse firme y hacerse oír”.

La lectura norteamericana tiene un guión fijado en heroínas particulares y la narrativa latinoamericana, en cambio, pluraliza las voces y es intrínsecamente colectiva. Por eso, también, es central entender que el impulso del movimiento fue latino. Aunque es importante recordar y agradecer a las que pusieron el cuerpo para que los hechos sucedieran. El discurso de Michelle lo acredita y también que, en 2016, Ni Una Menos era un antecedente para Estados Unidos, pero todavía no se hablaba del Me Too. El orden, en este caso, sí altera el producto.

Ni Una Menos se conoció a nivel mundial el 3 de junio de 2015. Pero la frase la creó la poeta mexicana Susana Chávez. Ella no llegó a ver la repercusión del lema que escribió. Fue asesinada el 6 de enero de 2011 por tres hombres jóvenes que la violaron, le arrancaron una mano (para dejar rastros de un crimen narco), la asfixiaron con una bolsa y tiraron su cuerpo. El fiscal dijo que se trató de un “encuentro desafortunado”. Desafortunado fue el comentario. El espíritu de Ni Una Menos es dejar de nombrar como pasión, excepción o mala suerte la violencia hacía mujeres y disidencias sexuales.

No era la fortuna, ni buena ni mala, eran femicidios. Susana tenía 36 años y denunciaba los crímenes de forma sistemática en Ciudad Juárez. Ella había creado, en 1995, el lema “Ni una mujer menos, ni una muerta más” que se retomó en Buenos Aires con la consigna “Ni Una menos”. América Latina respiró junta, pero también la asfixiaron en el relato histórico que solo tomó (sin pedir prestado) los recursos del sur (también los recursos culturales) y después les puso el copyright cuando se enmarcaron en Hollywood, en Goya o en Cannes.

Después de 2015, llegó el boom de relatos con el hashtag #MiPrimerAsedio en Brasil y las repercusiones con #MiPrimerAcoso en Colombia. Las mujeres brasileñas respondieron con #EuTambém, mientras que la frase emblemática se convirtió en #EnaZeda en Túnez ; #Cuéntalo en España; #EndRapeCulture en Sudáfrica; #UnVioladorEnTuCamino en Chile.

El 5 de octubre de 2017, Jodi Kantor y Megan Twohey, periodistas del diario estadounidense The New York Times, publicaron la primera investigación sobre el caso Harvey Weinstein, productor de cine acusado de violencia sexual por decenas de actrices. Harvey Weinstein era un depredador sexual que tenía como estrategia ofrecer papeles en las películas en las que era productor.

La fiscal Shannon Lucey en un juicio realizado en abril de este año dijo que él tenía “todo el poder” en Hollywood. Pero, su defensa aludió que tenía “relaciones mutuamente beneficiosas”. Weinstein ya estaba condenado a 23 años de prisión, pero anularon el fallo por errores procesales. De todas maneras sigue preso porque fue sentenciado, por agresiones sexuales, a 16 años de prisión en California.

“¿Por qué ahora, por qué estas acusaciones y no las de hace dos, cinco o diez años, como las hechas contra Bill Cosby o el escándalo que protagoniza el reconocido presentador de Fox Bill O’Reilly? Es inevitable hacer la pregunta. La respuesta hay que buscarla en la expansión de los movimientos feministas, en el caldo cultural que se viene gestando desde hace al menos un año: la fuerza y la resistencia del movimiento ‘Ni Una Menos’”, reconoció el diario El País de España, en la nota, “Yo también” refuerza la revolución de las mujeres que responsabiliza al acosador, no a la víctima del 24 de diciembre de 2017.

En los inicios del Me Too estaba claro de que no era una gesta que se había iniciado sola o con la brújula en el norte. Pero en pocos años la brújula se olvidó de mirar al sur y se contó como si no tuviera antecedentes en América Latina. La historia empezó en las denuncias del norte de México, en las calles de Buenos Aires, en las répicas en Lima, Perú, en los tambores de Montevideo, Uruguay, en las redes sociales de Brasil y Colombia. Hace diez años empezaba otra historia. La película empezó antes que en Estados Unidos se filmaran las películas sobre las denuncias de acoso sexual.

En el momento en el que los sucesos ocurren parece inverosímil que puedan ser negados. Pero en una época vertiginosa en que los hechos pasan tan velozmente para la memoria colectiva que parecen olvidados casi inmediatamente después de ser archivados como parte del presente, los orígenes de los movimientos sociales y colectivos quedan tapados y registrados por quienes replicaron en un lugar central el movimiento, aunque no hayan generado su impulso. En menos de diez años se quiere minimizar y tapar el valor histórico y simbólico de Ni Una Menos. La lucha es también por contar la historia sin que la cuenten los que más poder narrativo tienen.

Por ejemplo, el 25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se conmemora en homenaje a las hermanas Mirabal, de República Dominicana. La liberación de la palabra comienza con Ni Una Menos en Argentina el 3 de junio de 2015 y se difunde por Perú, Uruguay e Italia, entre otros países. La huelga feminista del 8M se inició en 2017 en Polonia y Argentina, y fue tomada por España en 2018. Pero hoy la lucha contra la violencia de genero no reconoce su raíz en América Latina y el Caribe. Y, al contrario, mira para el costado o pretende enseñar de qué se trata la lucha de las mujeres. El negacionismo de los más poderosos también niega el origen latino del auge de la resurrección feminista.

Pero, el efecto backlash está generando una revancha que incluye amenazas, hostigamiento, intimidaciones y que corre de lugares públicos y de las redes sociales a las protagonistas del cambio. Por eso, a diez años, Ni Una Menos es un orgullo, una patria extendida a Latinoamérica y al mundo, una palabra que echó a girar y que no puede olvidarse de sus raíces. Porque allí donde nos plantamos es que nuestra palabra sigue viva.

Fuente: telam

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