01/06/2025
Enrique Shaw, el argentino millonario que nació en el Ritz de París y podría ser el primer empresario santo del mundo

Fuente: telam
Las periodistas y escritoras Nunzia Locatelli y Cintia Suárez le dedicaron su último libro. La Iglesia ya lo considera “Venerable Siervo de Dios”, el próximo paso es la beatificación
>Nació, literalmente nació, en el seno del mundo de los negocios. Por eso su llegada al mundo no fue en Argentina, donde vivían sus padres, sino en el Hotel Ritz de París, uno de los más lujosos del mundo. Su padre, Alick Shaw, estaba allí en medio de operaciones empresarias: no había nada que parara ese modo de vida, ni siquiera la llegada de un nuevo Shaw.
En su vida y en su obra se enfocaron las periodistas y escritoras Enrique, el menor de dos hermanos, nació en 1921 y lo anotaron como argentino apenas el barco los devolvió de Europa. Había nacido en “cuna de oro”: era hijo de Shaw y también de Sara Tornquist Altglet. Su padre, Alick, se había puesto al hombro el negocio financiero de su familia política y eso lo tendría viajando por el mundo constantemente.
El dolor golpeó a Enrique enseguida: a sus cuatro años murió Sara, su mamá, quien insistió hasta el final para que sus dos hijos recibieran una formación católica profunda. Alick, el padre de familia, venía de raíces protestantes. Alejandro Tornquist, sacerdote y hermano de Sara, se puso al hombro la tarea de formar a sus sobrinos en la pastoral cristiana.La primera de esas actividades fue la Marina. A pesar de la voluntad de su padre, Enrique insistió para alistarse en esa fuerza. Quería ser piloto naval y Alick quería que se dedicara desde el principio de su vida adulta al mundo de los negocios en el que, de alguna manera, estaba inserto desde el principio de sus días.
Enrique y Alick negociaron: ser piloto era demasiado peligroso, pensaba el padre; no ser marino era demasiado alejado de lo que anhelaba, pensaba el hijo. Así que, después de sus años como estudiante en el Colegio La Salle, en los que su convicción religiosa ya destacaba por sobre el resto, Enrique se enroló en la Marina.Las burlas no fueron las que apartaron a Shaw de la Marina. Fue la guerra. Pasó los años de la Segunda Guerra Mundial enrolado en esa fuerza, lo que lo expuso a su profundo pacifismo, y también a una convicción inquebrantable. Ya se había casado con Cecilia Bunge, su esposa, ya había nacido su primer hijo.
Enrique no estaba dispuesto a una vida lejos de su familia, de la crianza de esos hijos, tal como le había pasado a él con su propio padre. Así que pidió la baja apenas lo tuvo permitido: no se podía solicitar en plena guerra, así que una vez que los Aliados vencieron, Shaw salió de la Marina.Un monseñor, Reynold Hillenbrand, fue quien le mostró a Enrique Shaw otra vía para aplicar esas nuevas perspectivas sociales desde un rol empresario. Fue en Chicago, donde Shaw había viajado para formarse en el mundo de los negocios. También estuvo en Estados Unidos para aprender sobre la industria del vidrio. Es que, por vía familiar, había conseguido trabajo en la prestigiosa cristalería Rigolleau.
Las conversaciones con Hillenbrand fueron reveladoras. Shaw descubrió que podía implementar mejoras contundentes en las vidas de los trabajadores desde un rol dirigencial, y eso fue lo que puso en marcha. Siempre tuvo un overol en su oficina para poder estar en la planta de fabricación de igual a igual con los obreros.Se preocupó por conocer la historia de cada uno de los trabajadores, sus preocupaciones, sus vidas familiares. Se ocupó de que las condiciones en la fábrica fueran adecuadas. Por ejemplo, de que siempre hubiera agua fresca para obreros que trabajaban a altísimas temperaturas, algo que, por básico que parezca, no había desvelado a ningún ejecutivo todavía.En medio de todo eso, una familia que no paraba de crecer. Él y Cecilia Bunge tuvieron nueve hijos, y Enrique se ocupaba de conversar con cada uno todas las noches. Quería estar cerca de su crianza, que no todo dependiera de su esposa.
Sus convicciones como dirigente empresarial lo llevaron a fundar la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), en la que impulsó mejores condiciones para los obreros, esas que había impulsado en Rigolleau. También impulsó la fundación de la Universidad Católica Argentina (UCA), institución que hoy preserva su archivo.
Enrique Shaw enfermó gravemente siendo muy joven. El pronóstico era letal y, en medio de esa conmoción familiar y también al interior de la empresa que dirigía, requirió transfusiones de sangre. Hubo alrededor de 250 obreros de la fábrica que encabezaba haciendo fila para donarle sangre. “Estoy orgulloso porque en mis venas corre sangre obrera”, dijo cuando agonizaba.
Fuente: telam
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