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30/05/2025

Todo lo que transmite “Aún estoy aquí” y el fenómeno del cine brasileño, contado por una protagonista clave

Fuente: telam

La multifacética artista Daniela Thomas, productora ejecutiva de la película ganadora del Oscar, reflexiona sobre el impacto del filme de Walter Salles. “Genera emoción y compromiso”, afirma

>Daniela Thomas sonríe y asiente frente a una posible caracterización de sus múltiples ocupaciones y cualidades: “mujer renacentista”. “Mi casa era así... Por mi padre nuestra casa familiar era un hub (laboratorio) y ahí nos criamos tres hermanos que hacemos muchas cosas en el arte”, cuenta con una sonrisa que deja entrever, también, una buena porción de nostalgia.

Esta relevante cineasta, escenógrafa, directora teatral y dramaturga brasileña estuvo en Buenos Aires para la apertura de la muestra Esto es teatro: Once escenas experimentales del Di Tella al Parakultural en el Museo Moderno —está a cargo del diseño de la exposición, junto a la directora del museo, Victoria Noorthoorn y allí dialogó con Infobae Cultura sobre su tarea más ¿exitosa? ¿importante? Fue productora ejecutiva (además de consejera y soporte emocional de su amigo, el director Walter Salles) de la película Aún estoy aquí, ganadora del Oscar. “En mi opinión, es descendiente directa del cine argentino porque no habla de violencia física, involucra emocionalmente con una historia de familias. La historia oficial y Argentina, 1985 son antecedentes directos”.

En la semana posterior al triunfo en el Festival de Cannes de El agente secreto, la nueva película de Kleber Mendonça Filho —otro gigante del cine brasileño contemporáneo—, no muchas personas de la industria cultura brasileña puede hablar con tanta autoridad y conocimiento como ella.

—¿Cómo explicas estos éxitos tan seguidos del cine brasileño?

—¿Cuánto de este boom del cine brasileño se explica por la inversión estatal en el cine? Porque aquí en Argentina es un tema en discusión por la nueva orientación que el actual gobierno le ha dado al Instituto de Cine...

—Me recuerda una frase de un amigo mío, Philip Glass, uno de los personajes más importantes del siglo XX. Lo conocí un día en el Pan de Azúcar, en Río, y nos hicimos buenos amigos. Él decía: “la cultura es economía, están muy cerca”. El cine cuesta mucho, y el cine experimental sólo puede existir si es patrocinado. Los gobiernos saben el poder de comunicación y proyección cultural que significa el cine: identidad, sueños de un pueblo... Sin eso la cultura muere, la imagen de un país muere. El dinero público sirve para fomentar y exponer la imaginación de un pueblo. Mi primera película en 1994 se pudo hacer después que Fernando Collor había cerrado la Embrafilme, el instituto del cine brasileño.

—He leído que tu historia familiar es bastante parecida a lo que se cuenta en Aún estoy aquí.

Entonces cuando Walter Salles me llamó y me contó que estaba empezando a hacer la película, hablamos mucho de todo aquello. Pero al principio yo no estaba trabajando con él, pero más próximo de la fecha del rodaje, me volvió a llamar para que diera soporte de toda clase: psíquico, profesional... (risas). A partir de ahí estuve hasta el proceso final de sonorización y colorización que se hizo en París.

—Es muy impresionante lo que contó Salles sobre su amistad con la familia de la historia de la película...

Cuando el hijo, Marcelo Paiva, escribió el libro, Walter no lo podía creer y dijo que tenía que hacer esta película. La gente en Brasil creía que había sido una guerra entre izquierda y derecha. Entonces una historia como ésta, tan personal, en donde la vida de una familia es decidida por el Estado, pegó tan fuerte.

—¿Crees que la película ayudó a despertar una memoria histórica que estaba como sepultada en Brasil, sobre la dictadura militar y sus consecuencias? A la distancia de tiempo y lugar, la mirada sobre aquel gobierno es que no fue tan violento como los de Chile y Argentina.

Y lo del “milagro económico” es una falacia extraordinaria que fue inducida por el absoluto control de la comunicación que ejercieron. Fue un relato. Nunca hubo tanta corrupción, con la construcción de esas obras gigantescas: la carretera transamazónica y otras por el estilo... Endeudaron al país y crearon una inflación monumental, y cuando volvió a la democracia había un agujero gigante que estamos pagando hasta hoy.

Fuente: telam

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