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19/05/2025

“Nunca podemos descansar del todo” o cuando la inquietud nos habita

Fuente: telam

La autora argentina reflexiona sobre el proceso creativo y las historias detrás de los doce cuentos que componen su nuevo libro

>Nunca podemos descansar del todo (Milena Caserola) se mueve entre la cotidianeidad y lo fantástico. El título del libro refleja no solo el del primer cuento, sino también la inquietud que recorre cada uno de estos doce relatos, con personajes incómodos en los mundos que habitan.

Las que llevan el pulso de la narración son mujeres, buscando su identidad en el marco de una topografía que muchas veces no eligieron. La inquietud que las habita probablemente trascienda el papel. ¿Pero, a qué responden y cómo nacieron estas historias?

En este primer cuento, un pueblo resuelve conservar a los difuntos embalsamados en asientos en sus casas, permitiendo una convivencia silenciosa con sus familias. Esta curiosa práctica funeraria, la de los sentados, viene a interrumpir el reposo definitivo y desarmar la separación territorial entre vivos y muertos. Aunque los sentados van a rebelarse contra su destino.

Otros cuentos aparecieron, simplemente, de ocurrencias como cuando imagino desde el primer piso de mi casa que en la planta baja podrían estar sucediendo cosas increíbles sin que me entere, lo que me llevó a escribir “Fotos sueltas”. Elegí trasladar la trama a Punta Mogotes, donde una anciana se desvela noche tras noche, mientras cumple un ritual con viejas fotografías para resucitar a sus seres queridos.

Los personajes del último cuento de la primera parte -que dialoga con los imaginarios de pueblos y suburbios- tampoco pueden descansar. En “Disculpe las molestias ocasionadas”, una adolescente obliga a otra a acompañarla en plena siesta, sábado a sábado, a vigilar junto al teléfono público del pueblo, para charlar tranquila con un pretendiente.

“Fecunda” es el relato que abre el segundo tramo del libro -donde las protagonistas circulan por barrios reconocibles de Buenos Aires-. En esa trama evoqué percepciones de mi propio tránsito por el universo de los tratamientos de fertilidad, aunque en condiciones distintas a las de la oficinista que se inyecta hormonas en Caballito.

La inquietud se acentúa en la tercera parte, que entreteje la mirada más cercana a la autoficción, dibujando y desdibujando recuerdos. Desde el desgarro en la infancia por la muerte de la madre (“La terraza”) hasta la distancia de una hija adulta con su padre recién fallecido (“Reír con los ojos”).

Las protagonistas de los cuentos comparten también una sensación de extranjería incluso en su propio territorio. “Siempre existe una incomodidad, una fascinación, una perplejidad hacia el lugar al que se pertenece y ante el sistema de valores al que los personajes deben responder”, escribe Carla Maliandi en la contratapa.

Pero la inquietud va, probablemente, incluso más allá de la propia ficción. Nunca podemos descansar del todo refiere además un estado permanente de escritura. Porque, cuando escribimos, solemos vivir en búsqueda de lo narrable. A la caza de disparadores como frases al pasar, escenas mínimas, sensaciones breves, recuerdos difusos.

Fuente: telam

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