19/05/2025
La belleza de la semana: el dulce sabor de las despedidas

Fuente: telam
Max Beckmann, Alfred Guillou y Guillermo Silveira son algunos de los pintores que plasmaron en el lienzo el instante inolvidable del adiós y esa “mezcla de dulzura y pena”
>Todo lo vivido recobra sentido, se eleva, se potencia y se compacta en el momento de decir adiós. Un instante eterno e inolvidable. La despedida cierra un mundo pero abre otro aún más grande. Ayer fue hermoso, mañana será terrible.
No siempre es amor romántico, también fraternal o familiar. El dolor no se matiza. ¿Qué hizo el arte con esta secuencia universal? ¿Cómo llevaron al lienzo los pintores el momento definitivo, el adiós al amor total? A continuación, un recorrido.
Max Beckmann pintó Despedida en 1942, durante su exilio en Ámsterdam. Según detalla la Colección Carmen Thyssen, donde actualmente se exhibe, la pintura representa una escena en la que una pareja ocupa el primer plano.Una mujer al centro, con un pañuelo amarillo sobre la cabeza, y un hombre a la derecha, vestido en tonos verdes y azules. La composición incluye elementos oscuros y enigmáticos. El cuadro fue realizado en un contexto de guerra.De acuerdo con el escritor Stephan Lackner, puede interpretarse como una alusión al mito de Ulises y al concepto de exilio, un tema recurrente en la vida del pintor. Beckmann se refería a sí mismo como “pauvre Odysseus” (pobre Ulises).Sin embargo, en este período, el artista también estaba profundamente influido por la iconografía del Apocalipsis, como lo demuestra la presencia del animal oscuro en la pintura, que podría simbolizar la bestia descrita en el libro de San Juan. El estilo de Beckmann en Despedida se caracteriza por un trazo vehemente y expresivo, que evita el detallismo en favor de una construcción más simbólica y emocional. No se limita a representar figuras, las integra en un diálogo visual cargado de tensión. Adieu!, del pintor francés Alfred Guillou, representa una de las obras más conmovedoras del realismo marítimo de finales del siglo XIX. Según detalla Miguel Calvo Santos, esta pintura de 1892 “emocionaría a cualquiera”.El hombre, en un gesto de desesperación y amor, parece dar un beso de despedida al niño, cuyo cuerpo inerte deja claro que cualquier intento es en vano. La ausencia de un horizonte en la pintura refuerza la sensación de desamparo.
El impacto de la obra fue tal que el Estado francés adquirió el lienzo y lo incluyó en la prestigiosa Exposición Universal de 1900, donde obtuvo una medalla, consolidando así el reconocimiento de Guillou como uno de los artistas periféricos más destacados.Realizada en 1978 por el pintor y escultor español Guillermo Silveira, en su etapa de madurez, El adiós se encuentra actualmente en una colección particular en Badajoz, España, ciudad donde fue pintada, en la casa estudio que entonces tenía.De acuerdo con los registros históricos, existe una versión anterior de esta pintura que fue presentada por primera vez en la sala de exposiciones del Liceo de Mérida a finales de 1961. Sin embargo, el paradero de esta versión inicial es desconocido.Este análisis subraya la intensidad dramática de la escena, en la que el padre, en un segundo plano, observa sin intervenir, mientras la madre parece aferrarse desesperadamente a su hija. No sabemos el motivo, pero sí el dolor familiar.
La mano de la madre, descrita como una “mano-garra” en la crítica de Villamor, añade un elemento de tensión y desesperación que refuerza la carga emocional de la escena. Este detalle, junto con la presencia del tren al fondo, sugiere un adiós definitivo.Gabriel Maureta y Aracil, destacado pintor español del siglo XIX, tiene varias obras famosas. Una de ellas se titula La despedida, óleo sobre lienzo realizado en 1862, que se encuentra en depósito en otra institución, según el registro del Museo del Prado.En la composición, el motivo de la despedida es enigmático, igual que el vínculo de los tres protagonistas de la obra. Sin embargo, en la expresión de sus rostros se vislumbra un hondo pesar. Ellas se abrazan, él con el sombrero en la mano. El enigma persiste.
En 1887, el español Antonio Amorós y Botella presentó La última despedida en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En el óleo captura un momento histórico y emocional entre Leonor Núñez de Guzmán y su hijo Fadrique Alfonso de Castilla.
Según el Museo Nacional del Prado, la escena representa la despedida de Leonor, amante del rey Alfonso XI de Castilla, de su hijo Fadrique, en presencia de María de Portugal, esposa del rey.Madre e hijo intercambiaron suspiros y sollozos en lugar de palabras, hasta que el carcelero los obligó a separarse para siempre. Esta escena, cargada de silencio y dolor, presagiaba la tragedia que pronto se desencadenaría.
Fuente: telam
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