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18/05/2025

Borges y el papa Francisco, la historia de una amistad literaria que desafió la fe y el tiempo

Fuente: telam

El Instituto Cervantes acaba de publicar el libro “El papa Francisco, Borges y la literatura”, sobre el encuentro ocurrido en Santa Fe, en 1965. A continuación, el prólogo del director de la institución

>Días atrás, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se presentó El Papa Francisco, Borges y la literatura, una obra que busca tender puentes entre generaciones, geografías y tradiciones literarias. Participaron el director del Instituto Cervantes, organismo que encabeza su publicación, Luis García Montero, la presidenta de la Fundación Borges, María Victoria Kodama, y Lucas Adur.

Para este proyecto colaboraron el Instituto Cervantes, la Fundación Borges y la Embajada de España. A continuación, el prólogo del libro, escrito por Luis García Montero, donde narra el vínculo entre ambas personalidades argentinas.

En una intervención en la ONU, el 25 de septiembre de 2015, el papa Francisco recordó unos versos del Martín Fierro, el libro de José Hernández que Borges había estudiado con originalidad en un ensayo sobre «La poesía gauchesca», un ensayo de mucho interés para entender las relaciones entre la identidad humana y la literatura que fue recogido en el libro Discusión (1932). Sus documentadas meditaciones sostienen algunos de los ejes más destacados del pensamiento literario del escritor argentino. La vida secular de las tradiciones a lo largo de una renovación infinita, las mentiras del falso costumbrismo frente a la universalidad y el valor de los destinos individuales en los que se encarna la inmensidad de la existencia pueden comprobarse en la historia cantada y contada en el Martín Fierro. El Papa, por su parte, se identificó con estos versos muchos años después:

Los hermanos sean unidos

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea,

los devoran los de afuera.

Los asuntos de su discurso, la paz, la pobreza, la exclusión, la periferia, las migraciones, el peligro de las armas nucleares, los riesgos de un poder tecnológico mal utilizado y los privilegios de algunos países en las instituciones internacionales justificaban una reivindicación de la fraternidad, una toma de conciencia de la necesaria unidad humana ante amenazas planetarias como el cambio climático, la violación de los derechos humanos o la destrucción bélica del planeta. En los tiempos que vivimos, merece la pena recordar aquel discurso. Se trataba de inaugurar con un compromiso decisivo la Cumbre de Desarrollo Sostenible. Y la cita literaria resultaba lógica en una persona como Jorge Mario Bergoglio, que había sido profesor de literatura en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe en Argentina. Ya entonces, en la Revista del Colegio, en una nota redactada «Al publicar las clases», había comprometido la literatura con la búsqueda de la verdad contra el drama de los habladores sometidos al servicio del error. Las palabras huecas hacen mucho ruido. «Como vasos vacíos —escribió—, hacen más ruido cuando más vacíos están». Bergoglio fue a los 28 años profesor de literatura y subdirector de la Academia de Literatura y Declamación en el colegio. Comprendió entonces que sentir la juventud era también sentir el futuro del ser humano. Las tradiciones se heredan para formar el presente y necesitan renovarse para permanecer. Pensar en el ser humano supone comprender que las palabras están llenas, palabras que son historia y que componen historias.

Poco después, en una «Carta del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación», dada el 17 de julio de 2024, vuelve a mostrar su complicidad con la literatura y con los buenos libros, capaces de abrirse como refugio en situaciones difíciles y de devolvernos la quietud del alma, incluso cuando la oración no lo consigue. La vida activa del lector lo aparta del estancamiento de quien se identifica con la condición de simple espectador. La necesaria inquietud de los lectores vuelve a hacerle recordar su experiencia como profesor:

Entre el 1964 y 1965, con 28 años, fui profesor de literatura en Santa Fe, en un colegio jesuita. Enseñaba los dos últimos años de bachillerato y tenía que asegurarme de que mis alumnos estudiaran El Cid en casa, y durante las clases trataría de los autores que más les gustaban a los chicos. Por supuesto, ellos querían leer obras literarias contemporáneas.

El escritor Javier Cercas acaba de publicar El loco de Dios en el fin del mundo (2025), un libro en el que se define la personalidad humana de Jorge Mario Bergoglio, el modo natural en el que los valores espirituales se encarnan en la vida humana, vinculando asuntos como la religión, la política y la literatura. El homenaje que le hizo Bergoglio a Francisco de Asís a la hora de elegir su nombre como papa indica ya una mirada ética que vincula la fe con la solidaridad humana. En el libro de Cercas hay numerosos testimonios que nos recuerdan el interés profundo del religioso argentino por la literatura. Antonio Spadaro, un jesuita considerado como unos de los intelectuales de cabecera del Papa, señala la necesidad de unir razones, sentimientos y experiencias a la hora de entender a ser humano: «Y por eso le gustan tanto al Papa las historias, es decir: la literatura, porque, en las historias, el discernimiento opera con acciones, no con razones ni con reflexiones abstractas». Y el cardenal portugués José Tolentino, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, además de reconocido poeta, destaca la curiosidad, una curiosidad humana, no morbosa, como una de las características de la personalidad del papa que mantienen vivo su interés por la literatura. Al pensar en los vínculos y las diferencias entre una ética religiosa y una ética laica, una ética cristiana y una ética atea, Javier Cercas señala los matices que hay entre la promesa de un paraíso hecho y el deseo de buscar un sentido a la vida humana que necesita crear y crearse. Más que la promesa, actúa la necesidad de interpretar y conocer la realidad en su presente cotidiano. Por eso recuerda un versículo de San Mateo: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios». Y otro versículo de Borges: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ven a Dios».

Borges siempre estuvo ahí, en la curiosidad, en el poder de la imaginación, en la necesidad de sentir la compañía de la existencia humana, el diálogo entre el uno mismo y el otro, y también lo otro en uno mismo. La definición de la literatura que hace el Papa, escuchar la voz de alguien, supone un recuerdo de Borges. El autor de El Aleph (1944) aconsejaba a los alumnos que se atrevieran a leer, más allá de las ideas abstractas, para acostumbrarse a escuchar la voz de alguien. La sordera espiritual impide los vínculos entre las experiencias individuales y las dimensiones universales e infinitas de la existencia. Son dinámicas que permiten poner en relación la perpetua vida de las tradiciones literarias, la indagación transcendente de la poesía en el yo y en el sentido de los sentimientos religiosos.

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Dios, que salva el metal, salva la escoria

las lunas que serán y las que han sido.

Mañana, un poco asustado, viaja a Santa Fe. Cinco horas de soledad en el tren; cambio de trenes en el Rosario, con la improbable ayuda de la gente de la Cultural Inglesa; tres horas más de viaje y, en Santa Fe, soledad en el hotel. Después de dos días allá, el trayecto inverso. La madre, que iba a acompañarlo, por enfermedad se ve impedida. Borges tiene que resolver infinidad de dificultades: manejo de boletos, cédula de identidad, dinero, vestirse, arreglar la valija. Dice: Yo veo cada día menos. Antes podía cruzar la calle si no era una avenida. Ahora no veo casi nada. Estoy seguro de que dentro de un año estaré completamente ciego.

Pero en agosto de 1965 aún pudo viajar a Santa Fe. Y nos estuvo sólo ni desatendido. El joven profesor Bergoglio lo acompañó, llegando incluso a afeitarlo en su habitación de hotel. Lo cuenta Roberto Alifano en el artículo «Borges y Bergoglio, crónica de una entrañable amistad», infobae (23 de febrero de 2023), aunque también nos cuenta que el escritor no viajó sólo ya que fue acompañado por su amiga María Esther Vázquez, amiga que el año anterior ya lo había acompañado en un viaje por Alemania, Francia y el Reino Unido. Destalles de este viaje, iniciado para asistir al Congreso por la Libertad de la Cultura en Berlín Occidental, podemos leerlos en el libro Borges. Esplendor y derrota (1996) de María Esther Vázquez. Borges llamó a María Esther Vázquez de manera apresurada cuando su madre no pudo viajar con él.

Como ha señalado el escritor Santiago de Luca, de aquel encuentro entre Borges, el profesor Bergoglio y sus alumnos quedó un testimonio inesperado y feliz: «Borges en Santa Fe: un prólogo con libro» (La Nación, 22 de agosto de 2024). Un prólogo con libro, no un libro con prólogo… El prestigio de Borges otorga más interés al prólogo que al libro, aunque la significación alcanzada después por el profesor da también una importancia doble a aquel encuentro y a los alumnos afortunados. El profesor encargaba la escritura de cuentos, Borges pidió que le leyeran algunas de las narraciones seleccionadas por el profesor, se interesó por ellas, aconsejó que se publicaran y se ofreció a escribir un prólogo. Así surgió el libro Cuentos originales (Editorial Castellví, Santa Fe, 1965).

Que a cuarenta y un años de aquella edición se suceda la presente no marca un éxito editorial, pero sí la conclusión de un capítulo singular, tanto para el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe; para nuestro profesor de literatura de entonces, Jorge Mario Bergoglio S.J., hoy Cardenal Primado de la República Argentina y Arzobispo de Buenos Aires, o para nosotros, los autores. […] Los Cuentos originales fueron el resultado de un trabajo creativo realizado en la premisa de que todo es posible si median determinación y compromiso constante con la labor a realizar. Nunca pensamos que los Cuentos originales pudieran editarse, nunca pensamos que ese puñado de historias pudieran congregarse bajo un nombre común, fue afán de Borges imaginarlo como un libro y determinación del Colegio de la Inmaculada Concepción hacerlo realidad.

Contamos también con el recuerdo del Papa. Al prologar De la edad feliz (2006), uno de los libros de Jorge Milia, escribió sobre sus alumnos y Borges:

Cuando Jorge Mario Bergoglio se instaló en Buenos Aires, primero como profesor, luego como vicario zonal de Flores y por fin como arzobispo, mantuvo su interés por los libros y su amistad con Borges, al que visitaba y con el que se citaba para almorzar y hablar de literatura. Esa amistad fue mantenida después de la muerte del escritor por María Kodama. En el año 2014 le llevó al Papa, en una visita en el Vaticano, una edición de las Obras completas de su admirado escritor argentino. Y en 2015, a los 50 años de la visita recordada, ofreció una conferencia en Santa Fe sobre «Borges y el misterio». Desde perspectivas distintas, la visión literaria de Borges y el sentimiento religioso de Jorge Mario Bergoglio confluían en una manera de entender el tiempo y la comprensión de los seres humanos y del Universo.

Además de citar el cine de Bergman, la música de los Beatles, las ideas poco ortodoxas de Teilhard de Chardin, el pensamiento de Camus y la insistencia en los poemas de Borges, Jorge Milia recuerda la visita del escritor y dos detalles interesantes que afectan al título del libro, Cuentos originales, y al texto final, «Dos palabras», firmado por Luis J. Totera, prefecto general de Estudios del Colegio.

Otro dato. Cuando el libro se puso en marcha, uno de los autores seleccionados, Sereno Óscar Grassi, tuvo la idea de que alguna autoridad del colegio escribiese una nota explicativa: «Bergoglio, que estaba a cargo del tema, pidió al Prefecto de Estudios, Luis Totera, un breve texto con ese fin. Totera le dijo al alumno, que ese día oficiaba de correo interno: Dile al Bergoglio que lo escriba él». El profesor lo escribió, pero el texto acabó firmado por el Prefecto. Así que las «Dos palabras» finales fueron escritas por el responsable directo de los Cuentos originales, el profesor Jorge Mario Bergoglio. Bueno es saberlo.

La Fundación Internacional Jorge Luis Borges fue creada en 1988 por María Kodama para difundir el conocimiento de la obra del escritor, apoyar el trabajo de los investigadores y asegurar la permanencia de su legado cultural y literario. Parte de ese legado es la toma de conciencia del valor condensado en el diálogo entre la nueva creatividad y las tradiciones, la atención que merece la juventud y la conveniencia de invitarla a participar en el río de los vínculos generacionales. Como ha explicado Lucas Adur, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, comenzó a organizar concursos de cuentos y poemas para estudiantes de la escuela primaria y secundaria. Se trata de una tradición borgiana que se convierte en hospitalidad cultural para la juventud y para el futuro de nuestras palabras. Recoger aquí una muestra de esa ilusión es un homenaje verdadero, consentido y con sentido, a la amistad literaria y humana entre Jorge Luis Borges y Jorge Mario Bergoglio.

Fuente: telam

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