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16/05/2025

Trump en Medio Oriente: ¿nubarrones para la actual luna de miel con Israel?

Fuente: telam

El mandatario esperará el resultado del ingreso masivo de tropas israelíes a Gaza para intentar acabar con Hamas

>Estuvo en tres países del Golfo Pérsico o más bien Golfo de Arabia o Arábigo, durmiendo una noche en cada uno, siendo escoltado por los respectivos aviones al ingresar a cada espacio aéreo. En bases estadounidenses, a las tropas les dijo que su prioridad era terminar conflictos, en vez de iniciarlos. Fue un éxito para Trump, obscurecido por aceptar el préstamo temporal o donación definitiva de un avión presidencial catarí, con todas las dudas de seguridad que lo acompañan, haciéndose una zancadilla a sí mismo.

En ese sentido se equivocaron quienes dijeron que eran solo negocios, ya que todo viaje presidencial de Washington y de muchos otros países, mezcla política y economía, en este caso, se postulaba a los Acuerdos de Abraham como la politica central del gobierno de Trump y, por lo tanto, de EE. UU. en el día de hoy, lo que comienza por recuperar el punto en que quedaron esos Pactos en su gobierno anterior.

En esos días del 2020, el príncipe regente de Arabia Saudita, junto con reconocer que había una relación ya estrecha con Israel en el tema de seguridad y del peligro que representaba Irán, señaló algo que ha repetido ahora, que no podía haber acuerdo público y un Tratado de Paz, mientras estuviera pendiente el tema palestino, sobre todo, por la competencia con Teherán, como lideres respectivos de sunitas y chiitas por el liderazgo del mundo musulmán, lo que no ha cambiado, a pesar que la relación con Israel, al igual que todos los países que han firmado acuerdos, sobrevivió de buena manera a la actual guerra, a pesar que Irán activó el llamado “eje de la resistencia”, sus proxis en distintos países, tanto que la guerra actual de Israel ha tenido lugar en 7 frentes.

Por lo tanto, la tarea no era solo incorporar a Arabia Saudita, sino también la precondición que serían los palestinos. Y a pesar de que Netanyahu dice con razón que el gobierno de Trump es el más proisraelí que ha conocido, este tema puede implicar un nubarrón en la luna de miel. Trump, al igual que otros presidentes como Carter o Clinton, ha hablado de una paz comprehensiva, para la región, y todo indica, que, para ello, podría incorporar al Estado Palestino a su propuesta definitiva. Sin duda, un problema para Netanyahu, quien argumenta que la invasión del 7 de octubre y la falta de condena de la Autoridad Palestina, hace que no sea el momento adecuado, ya que sería el equivalente a premiar a quien originó esta guerra.

En lo personal, también estoy convencido de algo que no es menor en esta ecuación, que legítimamente Trump aspira al Premio Nobel de la Paz, que pudo haberlo obtenido por los Pactos en su gobierno anterior, pero como premio político que es desde el momento que lo entrega una comisión, no la académica de otros nobeles, sino una politica, designada por el parlamento noruego, en la cual seguramente predomina un rechazo total a lo que representa, a diferencia de Obama quien lo recibió apenas asumió, cuando todavía no había tomado decisiones, ni buenas ni malas.

Es un buen momento para Trump, considerando que lo de Ucrania no va bien. La idea detrás de los Pactos de Abraham, que el comercio es una herramienta efectiva para la paz en el medio oriente, se vio recompensada en este viaje con el anuncio de 600.000 millones de dólares de inversión saudita, a pesar que esa cantidad ya había sido anunciada apenas asumió Trump; Qatar se inscribió con 243.500 millones de dólares, a lo que hay sumar 1.4 billones de los Emiratos, además de la venta de armas avanzadas a los tres, algunas de las cuales solo posee Israel en esa parte del mundo, con 142 mil millones comprometidos solo por Arabia Saudita, así de grande es el temor a los ayatolas (y sus hutíes).

Para EE. UU. es un logro importante la recuperación de la alianza privilegiada que tuvo por décadas con Arabia Saudita, sobre todo, que esa relación se resquebrajó, primero en el gobierno de Obama con su decisión de alejarse del medio oriente, y después con Biden, quien cometió el error de calificar de asesino a Mohamed bin Salman (MBS), el actual príncipe regente de quien dijo que lo transformaría en un “paria”, debiendo después peregrinar a Riad a pedir excusas, sin obtener su cometido que se le colaborara a la politica petrolera de Washington, preocupado por el alza del precio.

El viaje también contó con la evidencia que Qatar y Arabia Saudita parecen estar nuevamente de acuerdo sobre el medio oriente, después de años de distanciamiento por la cercanía que adquirió Qatar con Irán al compartir intereses en el tema del gas, y, sobre todo, con su declarado apoyo todavía vigente a movimientos terroristas de los cuales Riad se ha alejado, ya que en el proceso de modernización que encabeza MBS, disminuye fuertemente el protagonismo que el wahabismo tuvo en el pasado. En todo caso, Qatar ha actuado con habilidad al manipular a EE. UU. ya que desde la guerra contra Saddam tiene allí su base militar más grande fuera de Alemania y al incorporar mediación y negociación como estrategia de politica exterior a su Constitución logra protagonismo internacional, lo que se suma a la compra de buena voluntad con sus generosas donaciones a universidades de elite de EE. UU. y a la inversión en importantes medios de comunicación a través del mundo, como El País español. En todo caso, en su influencia actual sobre Hamas, fue el propio Israel el que le abrió las puertas al aceptar que entregue directamente dinero a los grupos palestinos en Gaza, desde hace algunos años. Tampoco denunció ante la opinión pública estadounidense el rol que cumplió Qatar en las protestas pro-Hamas.

El nubarrón que podría llegar a Jerusalén desde EE. UU., al igual que la propuesta de Trump para una zona turística en Gaza, se hace en el vacío que se creó por el hecho que todavía no existe un verdadero plan político de Israel para el día después de la guerra o para una Gaza sin Hamas, ya que en forma similar a todas las otras guerras, Israel no las inicia, pero las gana, solo que el triunfo militar es ensombrecido por la falta de un plan político, aumentado por las grandes dudas éticas que provoca la situación del primer ministro, a la espera de una condena o una absolución que no llega, ya que aún hay guerra.

El regreso político de EE. UU. en concordancia con los países árabes del Golfo también se hizo ver en el levantamiento de sanciones a Siria, en la reunión de Trump con el ex yihadista y actual mandatario Ahmad al- Sharaa, e incluso su invitación a que busque un acuerdo con Israel y se incorpore a los Pactos de Abraham, por cierto una apuesta, considerando el peligro que el yihadismo quiera reprimir desde el poder a las minorías étnicas y religiosas del país, incluyendo a los drusos aliados de Israel. En el fondo, Washington dio un cheque casi en blanco, pero desde el punto de vista de recuperación de la influencia estadounidense, en total concordancia con la posición actual de la Liga Árabe. Es también una prueba en terreno para la alianza con Arabia Saudita, donde se le pide que sea una alternativa a quien reemplazó a Irán como el poder exterior más importante en Siria que es Turquía, quien además logró un acuerdo histórico con el principal partido político de los kurdos para que abandonaran la lucha armada, con la duda de si serán obedecidos o seguidos por los kurdos de Irak y Siria, que gozan para efectos prácticos de autonomía en esos países.

Sin duda Siria es otro elemento donde podrían surgir diferencias entre Israel y EE. UU. toda vez que Israel podría entrar en Siria en conflicto con un país de la OTAN como es Turquía, toda vez que Israel está hoy actuando militarmente para prevenir que Siria se convierta en un nuevo Líbano contra Israel, además del apoyo que le presta a las autonomías de kurdos y drusos, estos últimos declaradamente bajo su protección al sur de Damasco, a petición de los drusos israelíes, de destacada lealtad y servicio en las fuerzas armadas.

¿Qué falta? Nada menos que dos objetivos, declarados por Israel el día mismo que fuera invadida, es decir, derrotar completamente a Hamas y el retorno de todos los rehenes, además, sobre todo, que Irán no consiga, ya sea por presión de EE. UU. o por bombardeo israelí, su bomba atómica, es decir, cortarle la cabeza a la serpiente que ha estado detrás de buena parte de las desgracias en la región y como principal patrocinador del terrorismo mundial.

Para que Israel tenga éxito, debe resolver la carencia de un plan político real. A mi juicio, quizás el ultimo que lo tuvo, aunque no alcanzo a enunciarlo como tal fue Ariel Sharon, antes de su ataque invalidante, pero sus actos hablan por él, tal como el retiro que hizo voluntariamente de Gaza, llevándose consigo a todos los judíos, los vivos como también a los muertos allí enterrados, y usando el ejército para retirar a la fuerza a quienes no querían, incluyendo a quienes les ocurrió lo mismo en Sinaí, después del acuerdo con Egipto.

Para Israel, el éxito también pasa por desprenderse de Gaza, y para mí, el camino es que los países árabes sunitas tomen la responsabilidad apoyando a la Autoridad Palestina, hoy impopular entre los palestinos y sumida en la corrupción y con una dirigencia envejecida, ya que, a sus 89 años, con Abu Mazen a cargo, no tiene legitimidad al haber evadido por demasiados años elecciones que perdería con Hamas. Sola, es una barca a la deriva, además atemorizada por la brutalidad fundamentalista, pero que mucho ha contribuido a enterrar las esperanzas que despertó hace años Oslo.

Sin embargo, como conclusión convendría preguntarse si le conviene al mundo y no solo a Israel, que Arabia Saudita tenga armamento tan avanzado como aviones F-35 o que en su proyecto de energía atómica para uso civil y alimentar de energía no petrolera sus ambiciosos proyectos de Inteligencia Artificial, se enriquezca uranio en su territorio, aunque sea a través de empresas estadounidenses. La pregunta anterior se debe complementar con otra, qué pasaría si la alternativa a la actual monarquía es una toma del poder por el islamismo radical, por ejemplo, si fracasara el actual proceso de modernización en un país donde nació Osama bin Laden. También, tal como está ocurriendo, la alternativa demócrata a Trump podrían ser sus sectores más radicalizados como Ocasio o Sanders, que de ganar también buscarían alianzas distintas a Arabia Saudita e Israel.

Fuente: telam

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