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09/05/2025

El universo retorcido de Cristian Acevedo sacude los géneros y cuestiona la pasividad del lector

Fuente: telam

En exclusiva con Infobae, el escritor argentino se sumerge en su rebelde mundo literario con un repaso por la trilogía que lo consolidó como una de las voces más desafiantes de las reglas de lo convencional

>El lector no es solo testigo, es parte de la trama. Se lo advierte desde la primera página, se lo involucra, se lo responsabiliza, se lo desafía. En un tiempo donde las novelas buscan muchas veces confortar, Acevedo opta por incomodar. Y en ese juego incómodo, el lector vuelve. Vuelve porque en sus libros hay una promesa de caos, de sátira y de homenaje a la literatura misma. En su obra, los géneros narrativos estallan, las estructuras se desintegran, y lo que queda es una experiencia literaria tan impredecible como adictiva.

Cuando Acevedo escribió las primeras líneas de Matilde debe morir, no tenía un plan maestro ni una estructura pensada para una saga. Lo que sí tenía era una certeza: el lector debía ser parte activa de la historia. “Me senté frente a la notebook y, de pronto, tenía la primera página, que no era otra que la advertencia inicial, esa que afirma (que amenaza) que el lector va a formar parte de la historia”, recordó en exclusiva con Infobae.

El impulso no fue programado, sino visceral. Cristian insiste en que muchas de sus decisiones narrativas surgen desde lo inconsciente. “No tenía nada más en la cabeza que aquellas primeras líneas: una muerte, tres sospechosos, y uno como lector debe aceptar las consecuencias de sus actos”. Así nació un pacto no escrito con quien sostiene el libro en las manos: en el universo de Matilde, no se lee desde la distancia, se participa. Se sospecha, se traiciona, se muere.

Este vínculo fue lo que transformó a Matilde debe morir en un fenómeno inesperado en redes sociales durante 2020 y 2021. La propuesta radical, combinada con una historia de suspenso cargada de guiños literarios y giros osados, encontró una audiencia tan inquieta como el autor que la escribió. “No pensé en una trilogía o en una saga de forma consciente —admite—, no creí que hubiera del otro lado lectores tan desquiciados como yo”.

Sin embargo, los hubo. Y muchos. Tal vez porque, como él mismo sugiere, el universo que creó era tan amplio y ambivalente que siempre ofrecía la posibilidad de regresar, de reconfigurarse. “El universo del bar de Charcas y Armenia es tan amplio que uno no termina de abarcarlo nunca. Es un juego que pienso que siempre voy a querer volver a jugar, siempre con reglas nuevas, desde luego”.

Lo que comenzó como una novela autoconclusiva y experimental se transformó, con el tiempo, en una trilogía que desafía los límites del género. Pero, aunque Cristian Acevedo nunca imaginó que Matilde debe morir daría pie a dos secuelas, el universo narrativo que había creado exigía continuidad, evolución, y sobre todo, nuevas reglas para romper.

¿A qué se refiere exactamente? ¿A una especie de manifiesto creativo que parte de la transgresión?. “Listemos todo aquello que no debe hacerse, aquello que los estetas de la literatura juran y perjuran, que no corresponde y, una vez que tenemos esa lista, vamos a colocar en la novela todas y cada una de esas restricciones”. Con esa premisa, Cristian diseñó la estructura de Matilde debe matar como una provocación deliberada, una manera de llevar al lector a terrenos incómodos e inexplorados.

En su obra, lo no dicho pesa tanto como lo dicho. El lector, nuevamente, debe llenar los vacíos, conectar los puntos, aceptar el vértigo narrativo. Y al final del recorrido, enfrentarse a la certeza de que “nunca antes leíste algo así”, como promete el propio autor.

Pocos autores pueden jactarse de haber construido una relación tan ambigua y fascinante con sus lectores como Cristian Acevedo. En sus novelas, el narrador no los acaricia: los desafía, los interpela, a veces los maltrata. Sin embargo, la respuesta del público fue mayoritariamente afectuosa, incluso entusiasta. “Tengo la suerte de interactuar con muchos de ellos y los mensajes, casi siempre, son muy afectuosos. Lo que es raro, siendo que el narrador no trata muy bien a los lectores”, admitió con ironía.

Curiosamente, son en su mayoría lectoras quienes responden con más intensidad. Cristian no tiene una explicación definitiva, pero arriesga una hipótesis: “Tal vez por el respeto con el que trato a Matilde, pese a que se va a morir, y ahora va a matar”. Esa ambigüedad —entre la reverencia y el destino fatal— parece tocar una fibra que excede el artificio literario.

El lector es, en definitiva, una presencia constante en la obra de Acevedo. Pero no como un destinatario silencioso, sino como una figura que respira dentro de la trama, que elige, que duda, que carga con las consecuencias de sus decisiones. Y en ese vínculo tenso, lleno de trampas y recompensas, está la esencia del universo retorcido que construyó alrededor de Matilde.

Fuente: telam

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