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05/05/2025

La pareja fundadora de La Martina en La Escalada: “Lo importante de una marca es la confianza y la credibilidad”

Fuente: telam

Lando Simonetti y Gachi Ferrari crearon la empresa. El primer foco fue el jugador de polo. De allí, crecieron hasta llegar a Estados Unidos y a la realeza europea

>Lando Simonetti y Gachi Ferrari forman una pareja en la vida y en los negocios. El italiano y la mujer que fue modelo y tuvo su momento de éxito en la TV de la década del 80 con el programa infantil Telejuegos, crearon la marca de ropa La Martina. En la entrevista con la sección La Escalada de Infobae contaron todos los idas y vueltas de su emprendimiento.

Se refiere a sus relaciones con Carlos Furlotti, el empresario que trajo marcas como Calvin Klein a la Argentina. Con él había compartido negocios, ideas, contactos. Pero cuando volvió al país, ese mundo de moda globalizada no lo esperaba.

A su lado estaba Gachi Ferrari, la mujer que alguna vez había hecho reír y cantar a miles de chicos en la televisión argentina. La de la sonrisa intacta, el cuerpo elegante, la voz conocida. Pero para entonces ya no había luces ni cámaras. Había urgencias.

Juntos enfrentaron una etapa oscura. Sin trabajo y sin ingresos. Y entonces, como pasa en ciertas historias que no son mágicas sino prácticas, alguien dijo basta.

—Es el momento de hacer algo mío. Para mí —se dijo Lando.

Lo que vino después fue una suma de decisiones calculadas, nacidas del conocimiento, la observación y la necesidad.

Primero, eligió el rubro: el deporte. Pero no cualquier deporte.

En el mundo del polo argentino, Simonetti encontró un vacío. Literal.

—Había cero. Cero no tenía nada. El jugador de polo en la Argentina, en ese momento, era gente de campo. Sin ropa, sin marca, sin identidad visual.

Simonetti eligió no empezar con camisetas ni camisas. La primera decisión fue técnica: producir el equipamiento que el jugador necesitaba de verdad. Botas, monturas, cascos. Todo lo que los fabricantes de ropa de ciudad ignoraban.

—La ropa vino diez años después —dice, casi como quien recuerda un postre olvidado.

Durante ese tiempo, Gachi Ferrari trabajaba. No solo en lo visible, sino también en lo doméstico, en lo administrativo, en lo invisible. Ella mantenía las cuentas, la constancia y la estructura.

—Ella trabajaba muy bien.

La clave del negocio, lo entendió Lando, no estaba en vender. Estaba en crear una relación real con quien usaba sus productos. No era una estrategia de marketing. Era una convicción.

Para él, empatía era comprender al jugador antes de que pidiera algo. Fabricar pensando como si uno mismo fuera a jugar ese partido. Y con eso venía algo más difícil: la credibilidad.

Y él ya había estado ahí.

Cuando la base en Buenos Aires se volvió estable, La Martina empezó a crecer afuera. En Estados Unidos, más exactamente en California, encontraron un ecosistema ideal: deportes de nicho, cultura del lujo informal, adoración por lo técnico con estética cuidada.

Ese fue el momento del giro. La ropa deportiva se convirtió en símbolo cultural, no solo en equipamiento.

Con el tiempo, la marca se convirtió en referencia internacional. Fue elegida por equipos universitarios, federaciones oficiales y, finalmente, por la realeza europea.

Pero algo inesperado sucedió.

No era costumbre. No era parte del protocolo. Era una señal. De reconocimiento, de gusto, de complicidad. De que esa marca nacida en la adversidad había llegado a una mesa donde pocas marcas podían sentarse.

Pero su raíz es mucho más modesta. Y más potente. Nació del instinto de reconstrucción. De la inteligencia aplicada al detalle. De una pareja que entendió que no había que parecer grandes para construir algo grande. Solo había que ver donde nadie miraba.

Fuente: telam

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