04/05/2025
Cafetines de Buenos Aires: El Motivo, la esquina alejada del Centro que conserva el inconfundible aroma de barrio y de tango

Fuente: telam
En Villa Pueyrredón, una de las zonas de la Capital que limitan con la avenida General Paz, se levanta un bar que mantiene el espíritu con el que fue fundado allá por 1959
>Era la única persona, sentada, sola, en una mesa de un bar colmado. Todos los demás compartían una mesa larga y con ramificaciones. Pero no del tipo de mesa comunitaria que hoy acostumbran tener algunas franquicias extranjeras. Ese mesón, con forma de serpiente, era la suma de mesas cuadradas que se iban sumando con la llegada de nuevos clientes. Y en cada unión se observaba las diferencias de alturas producidas por un piso de boliche gastado de manera irregular por el paso de los años.
El cafetín que traigo a cuento hoy ocupa la esquina de un rincón tranquilo, alejado del Centro, rodeado de casas bajas sombreadas por una tupida arboleda. Un reducto social que, desde su nombre comercial, explica todo: El Motivo. El barrio, Villa Pueyrredón. Y el solitario cliente, ajeno a la juntada, el extraño entre tantos conocidos que en esa mañana de principio de semana no compartía la mesa con nadie, era yo.
Ese lunes fue el que nos enteramos de la muerte del Papa. No sé porqué me levanté con la decisión de atravesar la ciudad desde La Boca hasta Villa Pueyrredón solo para tomar un café. O sí lo sabía bien. La asamblea de amigos, conocidos y colegas discutía sobre si Francisco había sido el connacional más trascendente de la historia a escala mundial. La mayoría destacaba su impronta disruptiva, su papado a contracorriente de la posición e institución que representaba. Colgado en la pared, encima de los muchachos —porque la sala no disponía de cupo femenino— el televisor enmudecido reproducía un canal deportivo. El zócalo indicaba que los periodistas del panel estaban recordando el reciente fallecimiento de otro distinto, el Loco Hugo Orlando Gatti. Qué país somos. La pucha que vale la pena ser argentino.Años antes, Escobar, junto a otros gallegos, trabajó en el Café de La Bolsa de Cereales de la Avenida Corrientes y Bouchard. “Del Centro a los barrios” como el título del libro que el historiador estadounidense James Scobie escribió con detalle sobre la Buenos Aires entre los años 1870-1910.
José Luis Escobar estuvo al frente del bar hasta su fallecimiento en 2014. Tuve la suerte de conocerlo. Un hombre formado para el trabajo y el servicio. Allá por 2010, también conocí a un gurrumín, con edad escolar, que le servía de aprendiz. El mocoso no era otro que Ezequiel, su nieto, quien hoy, con 30 años, sigue al frente del boliche.Escobar comenzó por convocar a su nieto como ayudante los sábados. El sábado el bar se llenaba de gente y se necesitaban otras manos. Los demás días de la semana, Ezequiel, sin el compromiso sabatino, pasaba por El Motivo y se quedaba charlando con su abuelo y viéndolo trabajar.
El primer día de trabajo lo citó a las 8. Ezequiel llegó a las 8.05. Y se vino la primera reprimenda. Pongamos, enseñanza. “Si yo te digo a las ocho, mejor que estés a las ocho menos diez”. Les recuerdo la edad que tenía, entonces, Ezequiel: 13 años.Cumplido el año de lavar las tazas con agua fría, el abuelo llamó a su nieto y le dijo: “Listo, ya estás preparado”. Ezequiel pensó que, finalmente, le había llegado el turno de preparar café. No todavía. Don Escobar tenía otros planes, al lavado de tazas y ordenamiento de la vajilla, le agregó a Ezequiel la atención detrás del mostrador. Así le fue sumando tareas hasta que el entonces adolescente alcanzó a conocer todo el movimiento del bar, herramientas que hoy domina con sabiduría para poder atenderlo solo.
¿Y cómo es ese cafetín que, para muchos, su existencia es una novedad?El Motivo tiene toldo de chapa, las ventanas cierran guillotina, el revestimiento de la barra es de madera y su tapa de metal. Los sanguches se lucen en campanas. El café se sirve en vaso de vidrio y el azúcar se ofrece en terrones. En las paredes hay múltiples imágenes tangueras. Gardel es el más recordado. Le sigue Troilo. También hay una copia de la partitura del tango que da nombre al bar. El altarcito familiar detrás de la barra incluye una foto de Francisco, pero Fiorentino. Puro tango, al gusto de Escobar.
Le pregunto a Ezequiel quiénes son los que colman las mesas ese lunes por la mañana. Entre los sentados en el salón más los que están en la vereda hay unos 25 hombres en edad de trabajar tomando café. Me dice Ezequiel que son choferes de taxis y de Uber y ex empleados de una estación de servicio GNC cercana que cerró hace unas semanas. La casualidad —vaya a saber— hizo que me los cruzara en su horario de descanso y juntada. Pasadas las 11, cuando vuelven al trabajo, El Motivo retoma el ritmo pausado del barrio.Los versos que Pascual Contursi escribió para “El Motivo” hablan sobre la nostalgia de otros tiempos, de placeres y de amores, que vibran en un alma enferma. “Qué me Contursi” es una frase que siempre recuerdo de boca de Jorge, mi compañero frecuente en la mesa del bar. Y la acompañaba con un guiño cómplice.
A una cuadra del bar vivía el neurólogo que atendió el Alzheimer de Jorge hasta su partida definitiva. Quizás fue despertarme con la noticia de la muerte de Francisco lo que me movilizó para volver ese lunes hasta Villa Pueyrredón. Jorge, aquel del paso de comedia, no era Bergoglio, el Papa, pero sí mi papá.Buenos Aires todavía nos regala esos lugares para el encuentro de amigos. O para recordar a la familia. Brindemos por ello. Siempre hay motivo.
Fuente: telam
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