Sábado 3 de Mayo de 2025

Hoy es Sábado 3 de Mayo de 2025 y son las 19:53 ULTIMOS TITULOS:

02/05/2025

El hundimiento del ARA General Belgrano: 323 muertos, 58 minutos para escapar y lealtad hasta el final

Fuente: telam

El ataque británico al buque fue ordenado hace 43 años por Margaret Thatcher. Provocó casi la mitad de las bajas sufridas por la Argentina en medio de la Guerra de Malvinas

>Habían pasado apenas las cuatro de la tarde. La madrugada había sido confusa: lo que el día anterior parecía una orden clara para ser protagonista de un ataque al enemigo se había convertido, entre la una y las seis de la mañana, en la advertencia sobre un posible cambio de rumbo al principio y la seguridad sobre ese cambio en las primeras horas de ese 2 de mayo.

El primer torpedo submarino impactó casi en el centro de ese buque que había navegado por primera vez en 1938, cuando pertenecía a la Armada de los Estados Unidos, y que ahora formaba parte de las fuerzas argentinas en plena Guerra de Malvinas. Fue el más letal de los dos disparos británicos que impactaron en el buque y que lograrían hundir a ese gigante naval de 180 metros de eslora en apenas 58 minutos. En ese ataque morirían casi la mitad de los hombres argentinos que cayeron durante el enfrentamiento bélico de 1982.

Antes de llamarse ARA General Belgrano tuvo otros dos nombres. En Estados Unidos fue el USS Phoenix. En su primer viaje, hace casi noventa años, Buenos Aires fue una de sus paradas, aunque todavía la Argentina no formara parte de su historia. Como parte de las fuerzas norteamericanas, sobrevivió al bombardeo japonés a la base de Pearl Harbour durante la Segunda Guerra Mundial.

Algunos años después del fin de esa contienda, la Armada Argentina compró el buque. Fue en 1951, durante el primer gobierno peronista, que lo nombró ARA 17 de Octubre en alusión a la fecha fundacional del movimiento encabezado por Juan Domingo Perón.

Una vez al año, el buque entraba en mantenimiento. En 1978 fue parte de la Operación Soberanía que estuvo a punto de invadir islas chilenas durante el conflicto por el canal del Beagle que mantuvieron Argentina y Chile. El papa Juan Pablo II estuvo al frente de las operaciones para detener el enfrentamiento, que finalmente no llegó a estallar.

En 1982, tras el desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas, el ARA General Belgrano fue incorporado a las fuerzas que se enfrentarían a la Task Force británica. Se le asignó como tarea apostarse en la Isla de los Estados para custodiar Malvinas y el movimiento de las tropas del Reino Unido desde el sudoeste. Allí esperaría instrucciones más precisas, que llegaron finalmente el 1º de mayo, primero con ánimo de ser ofensivos y, unas horas después y en medio de la disminución del movimiento de los portaaviones ingleses, con el objetivo de replegar ese potencial ataque. En ese redireccionamiento estaba el buque durante la tarde del 2 de mayo.

El submarino británico HMS Conqueror vio por el periscopio que tenía el ARA General Belgrano a su alcance. Margaret Thatcher, premier británica, estaba reunida con su gabinete en Chequers, la residencia de campo que le correspondía por su rol, a unos 65 kilómetros de Londres. De esa reunión salió la orden de que el Conqueror disparara sus torpedos contra las embarcaciones argentinas a las que apuntaba, especialmente el buque mayor. Navegaban cerca el ARA Bouchard y el ARA Piedrabuena.

A las 16.02 las órdenes de Margaret Thatcher empezaron a convertirse en tragedia para las tropas argentinas. A las 17.00 el buque de 180 metros de largo estaría hundido, así que los tripulantes que sobrevivieron a los dos torpedos contaban con menos de una hora para intentar salvar sus vidas. El ARA General Belgrano es hasta hoy la única embarcación hundida por un submarino nuclear durante una guerra.

El primer torpedo mató, entre otros, a los únicos dos civiles que estaban embarcados. Trabajaban en la cantina de la nave y se habían negado a desembarcar una vez que supieron que el buque entraba en misión de guerra. Había, además, 1.091 tripulantes de la Armada Argentina. Murieron 323 de esas personas, entre los que perdieron la vida por el impacto de los dos torpedos disparados desde el Conqueror y los que no resistieron una evacuación de 21 horas en balsas, en medio de una tormenta en el mar prácticamente helado.

Esas 1.093 personas que abordaban el buque en mayo de 1982 eran una cantidad extraordinaria: habitualmente se embarcaban entre 750 y 800 hombres. Pero una guerra supone circunstancias especiales, por eso aumentó la cantidad de tripulantes. Formaron tres equipos que cumplían turnos de 8 horas cada uno, lo que permitía que el buque se mantuviera completamente en funciones durante todo el día y toda la noche.

El buque contaba con la mayor tecnología médica posible entre las embarcaciones que participaban en la contienda, y también se trataba de una nave capaz de trasladar a un número de tripulantes especialmente significativo. Por eso también sería tan grave el hundimiento: en ese ataque, la Argentina sufrió casi la mitad de las bajas de todas las que padeció durante la Guerra de Malvinas.

De los 323 muertos que hubo tras la decisión británica de disparar torpedos contra el ARA General Belgrano, 274 murieron por el impacto del primer disparo. El humo en la zona más afectada por el torpedo hizo que los tripulantes, ayudados con sus linternas, no vieran más allá de los 30 centímetros que tenían delante suyo.

Mientras tanto, el ARA Bouchard recibía un torpedo que, aunque lo golpeó, no detonó, y el ARA Piedrabuena vio pasar el cuarto torpedo disparado por el Conqueror, pero de lejos. Bonzo, después de sobrevivir a la tragedia, aseguró que tanto el ARA General Belgrano como el Conqueror habían sido naves utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial, y eso implicaba que sus tecnologías fueran de una misma época. Los torpedos que disparaba una eran absolutamente capaces de destruir a la otra.

A medida que corrían los minutos, el área de enfermería atendía a los tripulantes que habían sufrido quemaduras por el impacto de los torpedos. Todos los que eran atendidos recibían abrigo extra porque se sabía que el paso siguiente sería subirse a una balsa en el mar completamente gélido. Además de quemados había que atender a tripulantes que atravesaban un principio de asfixia por el humo que habían dejado las explosiones.

Los tripulantes que trabajaban en el área de sanidad corrían por todo el buque: revisaban que no hubiera quedado nadie herido en los camarotes y evacuaban el área de enfermería en la que, antes de los impactos, había tripulantes atravesando algún cuidado sanitario. Debían asegurarse de que nadie quedara en el buque en medio de esa evacuación vertiginosa.

Muchos de los tripulantes llegaban a la cubierta para abandonar el buque cargados por compañeros, sobre sus hombros: eran los que estaban heridos en peores condiciones. El jefe del área médica aplicó morfina a los casos más graves para ayudarlos a resistir la evacuación.

No hubo escenas de pánico en esa evacuación. En medio del hundimiento, la tripulación mantuvo el orden y también el compañerismo. Mantuvo también los rangos y las tradiciones de altamar. El comandante Bonzo debía ser el último en abandonar el buque, seguro de que todos los tripulantes que podían ser evacuados habían bajado a una de las balsas salvavidas. Ramón Barrionuevo, un suboficial, se negaba a abandonar el buque hasta que Bonzo lo hiciera. El pedido de ponerse a resguardo era recíproco y el tiempo apremiaba. Y no faltaban ejemplos a lo largo de la historia de máximas autoridades que habían tomado la decisión de hundirse con su embarcación.

Las tareas de rescate de la tripulación del ARA General Belgrano se iniciaron enseguida. El ARA Bouchard y el ARA Piedrabuena estaban en condiciones de informar al comando mayor lo que había ocurrido con el buque que encabezaba ese grupo naval. Sin embargo, recién a las 13.00 del 3 de mayo se logró contacto visual con las balsas salvavidas que navegaban a su suerte: habían pasado 21 horas, casi un día completo, desde que el Conqueror había torpedeado la nave.

El 5 de mayo los buques que rescataron a la tripulación llegaron a Ushuaia, y los sobrevivientes fueron trasladados a Bahía Blanca, donde los esperaban sus familias. Mientras tanto, continuaban las tareas de rescate en la zona del hundimiento: el operativo se extendió hasta el 9 de mayo para asegurarse de que ninguna balsa hubiera sido abandonada a su suerte.

Cuando Margaret Thatcher ordenó que se dispararan los torpedos del HMS Conqueror, sabía lo que hacía. Estaba decidida a golpear un blanco sensible de la Armada Argentina, a demostrar que el Reino Unido había enviado hasta allí sus tropas para no ceder su instalación en las islas que, hasta hoy, proclama como propias y llama Falklands, a pesar del histórico reclamo argentino por la soberanía correspondiente sobre Gran Malvina y Soledad.

La operación ofensiva británica se produjo fuera de la llamada Zona de Exclusión Total (ZET), un área imaginaria de 200 millas náuticas a la redonda teniendo como punto de partida la zona central de las Malvinas. Eso fue denunciado por familiares de las víctimas del hundimiento, incluso ante cortes internacionales, como un crimen de guerra: aseguraban que fuera de la ZET no se podían producir enfrentamientos de ese tipo.

El lugar en el que se encontraron los restos del ARA General Belgrano fue declarado tumba de guerra y sitio histórico nacional. Allí perdieron la vida 321 tripulantes y los dos civiles que formaban parte de un grupo decidido a defender la soberanía nacional en medio de una guerra que nadie esperaba, que buena parte de la sociedad civil apoyó y que la dictadura de Leopoldo Fortunato Galtieri intentó en medio de su crisis terminal.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!