26/04/2025
Francisco: el papa que eligió la sencillez y cambió para siempre el rostro de la Iglesia

Fuente: telam
Desde una habitación sencilla en Casa Santa Marta, Francisco transformó el papado con gestos de humildad, palabras claras y una revolución de cercanía que, hasta en su funeral, reunió a los olvidados junto a los poderosos
>Murió como vivió: sencillo, luminoso, inclaudicable...
No hubo coronas doradas, ni triple féretro, ni liturgias de mármol y oropel en su despedida final en la Plaza. Solo un ataúd de madera clara, desnudo y humilde, tal como había deseado, en coherencia con su vida. Así, en su último acto público, desafió una vez más los rituales de siglos, prefiriendo la ternura a la grandeza vacía.
Todo había comenzado en 2013. El recién elegido Jorge Mario Bergoglio caminó por los pasillos del Palacio Apostólico, miró las habitaciones amplias, los techos altos, los muebles dorados… y dijo “no”.“No es tan lujoso, pero es enorme. Es como un embudo al revés”, explicó luego. “En un embudo así, la gente solo puede entrar de a pocos, y yo no puedo vivir sin gente”, añadió, expresando su preocupación por el aislamiento que sentía en esos espacios.Comía con empleados y sacerdotes. Rezaba con los migrantes. Llamaba por teléfono a quien lo necesitara, sin intermediarios. Guardaba debajo de su imagen de San José dormido los papelitos con sus preocupaciones: “Para que el santo las soñara”, decía.
Fue allí, en esa habitación, donde el 21 de abril, en la madrugada romana, su corazón se detuvo. Murió donde había elegido vivir: cerca de los otros, lejos del trono.En Roma, la ciudad eterna lloraba. Durante los días previos, miles desfilaron ante su féretro en la Basílica de San Pedro. Hoy, según el Ministerio del Interior de Italia, más de 200.000 personas colmaron calles, plazas e iglesias para acompañar el funeral. La vigilia fue incesante: flores, velas, oraciones en todas las lenguas.
Hubo minutos de silencio en las escuelas, eventos suspendidos, cazas Eurofighter vigilando el cielo, un destructor custodiando el Tíber. Más de 8.000 efectivos se desplegaron para el adiós. Pero no había fuerza capaz de contener aquel río humano.El funeral del 26 de abril, presidido por el cardenal Giovanni Battista Re, fue una cumbre global del duelo: Donald Trump, Emmanuel Macron, Volodímir Zelensky, los reyes de España, Javier Milei, Luiz Inácio Lula da Silva, Daniel Noboa, Luis Abinader, Xiomara Castro… todos reunidos bajo el mismo luto.
Pero no fueron solo ellos. También estaban los pobres. Los migrantes. Los anónimos. Los suyos. Aquellos a quienes lavó pies ajados. A quienes besó llagas olvidadas. Por quienes se arrodilló ante la guerra.En Argentina, el duelo tuvo un pulso más hondo.
El presidente Javier Milei decretó siete días de luto. Buenos Aires amaneció bajo un manto de banderas a media asta. En Flores, la vieja casa de la calle Varela fue santuario de velas y oraciones.Paulo Dybala, Leandro Paredes, Matías Soulé y Valentín Castellanos viajaron a Roma. No como estrellas: como hijos que despiden a su padre espiritual.
En la iglesia donde Bergoglio oyó su primer llamado, Catalina Favaro, de 23 años, dijo: “Era un rebelde. Y eso también era bonito >Sus palabras resonaban el sentir de muchos jóvenes a los que Francisco inspiró a cuestionar.Yo también lo conocí.Mis recuerdos de esos fines de semana en el Colegio Máximo de San José, en la provincia de Buenos Aires, son difusos, como escenas vistas a través de un vidrio empañado.
Años después, durante la secundaria, lo escuché ya con plena conciencia. Soy exalumno del Colegio del Salvador de Buenos Aires, y en los retiros espirituales era él quien nos hablaba.
Tenía quince años. Y aunque el tiempo haya desdibujado tantos rostros y tantas frases, algo de su voz quedó prendido en la memoria: llamados a la firmeza interior, advertencias contra la tibieza del espíritu.
Una de esas marcas que no se ven, pero que acompañan.
En el vuelo de regreso de Brasil, en 2013, un periodista preguntó por un supuesto “lobby gay” en el Vaticano. Francisco apenas vaciló antes de responder con una humildad radical:Cinco palabras. Un sismo.
No cambiaban la doctrina, pero sí el tono. Y el tono, a veces, cambia el mundo.Con No predicó desde torres de marfil. Predicó desde la calle, desde las fronteras del mundo.
En una época de distancias insalvables, Francisco acercó el mundo a su oído. Llamaba a jóvenes embarazadas, a presos, a monjas olvidadas. Sin avisos. Sin cámaras. Sin necesidad de protocolos.En los últimos años, mantuvo un ritual diario de llamar a la parroquia católica en Gaza, hablando con ellos cada noche a las 7 p.m. para mostrar su cercanía y preocupación. Para quienes escuchaban su voz argentina al otro lado, era como si el mundo mismo se detuviera.
Así era Francisco, capaz de irrumpir en lo cotidiano para recordar que lo sagrado habita en los encuentros humanos.
Annamaria Martínez, migrante venezolana, cayó de rodillas: “Él siempre miró la mejor parte de cada persona”.
Desde lejos, Yuji Sugiyama, estadounidense, rompió en lágrimas: “Aunque no soy católico, lo admiro profundamente”.
El Vaticano, en un gesto final de ternura que conmovió al mundo, convocó a pobres, migrantes, presos, personas transgénero a despedirlo en un lugar de honor.
La tumba podrá visitarse a partir de mañana, 27 de abril. Pero su historia ya es inmortal.
El “papa del pueblo” no dejó un trono vacío. Dejó una puerta abierta.
Una puerta que invita, todavía, a salir a buscar a los otros, a tender puentes, a vivir con la sencillez radical que él encarnó.
Fuente: telam
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