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18/04/2025

Un fiscal le pidió perdón y la Justicia lo absolvió: a 20 años del juicio a Calamaro por decir que se fumaría un “porrito”

Fuente: telam

El 18 de abril de 2005, hace dos décadas, el músico se presentó ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata horas antes de su regreso a los escenarios argentinos después de cinco años de ausencias. Ese mediodía, fue absuelto finalmente por una causa absurda: lo habían acusado de “preconizar o difundir públicamente el uso de estupefacientes” luego de decir al micrófono “me estoy poniendo tan a gusto que me fumaría un porrito”

>Veinte años atrás exactamente. Durante el mediodía del 18 de abril de 2005 en los Tribunales federales de La Plata, los jueces Horacio Isaurralde, Ana Aparicio y Carlos Rozanski, el fiscal Carlos Dulau Dum, el abogado Albino “Joe” Stefanolo y el músico Andrés Calamaro fueron protagonistas de unas de las historias más absurdas del universo judicial argentino. El responsable, el abogado Alejandro Granillo Fernández, que había denunciado al músico, tal vez al intuir lo que pasaría, faltó: mediante un escrito explicó razones laborales lo obligaban a ausentarse.

Así que le ofreció disculpas al cantante en nombre de la Justicia por la prolongación del proceso y treinta minutos después, la presidenta del tribunal, la jueza Aparicio dictó la absolución.

Todo ocurrió un sábado en el que la ciudad de La Plata cumplía 112 años. Hacía calor en la plaza Moreno de la capital bonaerense y decenas de miles de personas se apretaron y descontrolaron bajo un escenario en el que La Portuaria y Virus habían sido invitados para celebrar el aniversario con su música. Síntoma de época, el público estaba algo descontrolado. Volaban al escenario desde bombachas a botellazos. Alguien, de hecho, pensó en suspender todo antes de que el desastre fuera total. Pero apareció Andrés Calamaro, la estrella anunciada para el cierre del festival y pidió una oportunidad de antemano. Él sabía cómo calmar a las fieras.

Como un René Lavand de la trova rockera, no lo pudo haber hecho más lento. El guiño de Calamaro calmó la tempestad. Abajo, una multitud plagada de jóvenes que fumaba cannabis a escondidas porque las razzias y las causas simplemente por llevar un porro en el bolsillo engordaban falsamente las estadísticas de luchas contra el narcotráfico y “drogadicción”, un término que hacía punta en aquellos años. Así, el resto del show fue una fiesta: lo que volaba ya no eran las botellas hacia el escenario sino el público mismo.

Decir “porro” en 1994 era una amoralidad para mucha gente. Lo consideraban una provocación. Lejos de ver a la planta como parte de una industria aceptada y legalizada en muchos países como ocurre en la actualidad, en esa época era una droga fatal asociada a lo peor de la delincuencia.

Y así, por decir una palabra, Andrés Calamaro atravesó la década siguiente con una absurda investigación sobre sus espaldas que aunque parecía una pavada no lo era. El artista ya había escrito algunas canciones sugerentes respecto del uso de la marihuana.

Y conocía lo que era la amenaza de la prisión por tenencia de drogas. En 1978, con apenas 17 años, la División de Toxicomanía de la Policía Federal de la dictadura militar lo detuvo junto a dos de sus compañeros del grupo Raíces, Beto Satragni y Pepe Luis, mientras los tres caminaban por la avenida Corrientes. Les sacaron algunos porros y los mandaron a un calabozo en la zona porteña del Bajo. “Yo casi me cago encima”, me comentó Calamaro en una entrevista para el libro “Marihuana. La historia. De Manuel Belgrano a las copas cannábicas”.

Lo cierto es que esa tarde comenzó una relación imperecedera, que incluye el noble sentido de la amistad, entre Calamaro y Stefanolo, el ángel guardián del rock argentino. Dos décadas y seis años después, músico y abogado fueron reunidos por el director audiovisual Hernán Siseles para un documental en desarrollo sobre la vida de “Joe” y ambos recordaron aquel episodio en La Plata.

“Aquella noche hubo un hecho de violencia que se da mientras tocaba La Portuaria. Tiran algo al escenario y le pegan a uno de los chicos del grupo. Ahí se produce un desmadre, están por suspender el evento y Andrés dice que no, que él lo puede manejar. En ese momento había 50 mil personas en la calle. Entonces Andrés sale al escenario y empieza con una sucesión de frases memorables y logra que el público se calme”, recordó Stefanolo en la charla con Siseles.

“Yo pensé que unas palabras cómplices con el público podían servir para tener una mejor sintonía con la gente y recordé a Tierno Galván, el alcalde de Madrid, que en 1984 dijo ‘al loro y a ponerse morados’, a ponerse atentos y relocos, como si el alcalde hubiera sido Hernán de Mala Fama diciendo ‘la sustancia, la vagancia’ y yo dije eso, si tiene que quedar una frase para la posteridad tiene que ser esa”, comentó Calamaro, que en 1994 tenía 33 años.

Unos años antes, en 1988, los países de la ONU habían firmado la Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, entre cuyos puntos se destacaba que los países debían adoptar “medidas necesarias” para tipificar delitos penales como la adquisición, posesión o cultivo para consumo personal. En septiembre del 1989, el Senado obedeció y sancionó la ley actual de drogas.

Era parte del contexto general que tenía por objetivo alimentar la “lucha contra el narcotráfico” con perejiles que tenían porro para consumo personal. En 1992, un informe de la Fiscalía de la Cámara Federal mostró que el 42% de los detenidos ese año tenía menos de un gramo de la planta y el 32%, entre 1 y 3 gramos.

Dos años después de la denuncia de Granillo Fernández, el juez federal de La Plata Humberto Blanco dictó el sobreseimiento de Calamaro, fallo que fue respaldado por el camarista Leopoldo Schiffrin cuando el caso llegó a una segunda instancia, aunque los otros integrantes de la Cámara Federal opinaron lo contrario a su colega y dieron vía libre al proceso y al consecuente juicio oral, que llegaría diez años y cinco meses después del recital del “porrito”.

“Los jueces nunca querían llegar a una decisión, porque no sabían qué hacer con esto. Condenarlo les daba vergüenza y no condenarlo también les daba vergüenza. Por eso se estiró tanto. Estar con una causa durante diez años es molesto. Andrés tuvo allanamientos de Interpol en el Gran Rex”, contó Stefanolo a Siseles.

Once años después, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata sentó en el banquillo de los acusados al autor de Aquí no podemos hacerlo cerca del mediodía. Esa misma noche arrancaba una serie de conciertos en el Luna Park, después de muchos años de Madrid y casi nada de Argentina.

“Fue terrible porque era el primer concierto después de no tocar cinco años. Levantarme temprano para llegar a La Plata no estaba en mis planes, pero bueno, lo hicimos. La jueza, por supuesto, sobreseyó el caso, me pidió disculpas y un autógrafo. Así termina todo en Argentina”, reflexionó Calamaro ante Siseles.

“De cualquier modo, yo formo parte también de ese delay de once años, porque entre el 94 y el 2005 no siempre me encontraba yo con ganas ni en condiciones de presentarme en una comisaría o en un juzgado. Y si no tenía ganas, hacía lo que hago siempre: ‘chau, estoy en España’”, admitió Andrés.

Fuente: telam

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