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30/03/2025

Inmigración ilegal, drogas y la inmerecida mala fama de México

Fuente: telam

El análisis de las dinámicas entre droga e inmigración ilegal en las Américas revela una trama compleja de decisiones políticas, flujos migratorios y responsabilidades compartidas

>Esta no es una historia de buenos y malos, como tampoco hay una línea que los separe, con unos a un lado y los otros detrás de la barrera. La droga y la inmigración ilegal son materias de tal complejidad que más bien reflejan una combinación de buenas y malas decisiones, donde las malas se retroalimentan.

Aún más, no deja de sorprender lo tarde que los grandes medios de comunicación descubrieron la existencia del temible Tren de Aragua, sin notar todavía que varias Cortes Supremas de la región decretaron expulsiones de sus miembros por la comisión de terribles delitos, como tampoco casos como el asesinato del teniente Ojeda, asilado venezolano en Chile, por orden y mediante pago de Diosdado Cabello, según han acreditado los fiscales. Tanto así que el caso ya fue oficialmente presentado por Chile a la Corte Penal Internacional en La Haya.

Por cierto, un enorme porcentaje de la inmigración ilegal y de las drogas llega desde México, pero esas no son opiniones, sino hechos que no admiten discusión. Mi argumento es otro: que las razones esgrimidas en el debate estadounidense, con la posibilidad de que se transformen en decisiones, son las equivocadas. Estaríamos hablando entonces de malas decisiones, como la de algunos extremistas que han solicitado el uso de fuerzas especiales operando en territorio mexicano, felizmente en total minoría.

¿Y si algo —o mucho— sale mal?

La verdad es que, en el tema de la inmigración ilegal, ha sido decisivo un hecho estrictamente estadounidense: que en pocos años, con el simple cambio del habitante de la Casa Blanca, Washington pasó de un extremo a otro, desde fronteras abiertas a una total cerrazón. Se reproduce así una (brusca) oscilación que se ha dado muchas veces en su historia: de la aprobación al rechazo de la inmigración ilegal. En un país que, a pesar de todo, sigue siendo muy abierto, recibiendo mediante distintas visas a un millón y medio de inmigrantes legales cada año, una cifra que se compara favorablemente con potencias como China o Japón.

En todo caso, hay un denominador común en las últimas oleadas: en general ha habido un buen mercado laboral esperando a los inmigrantes por necesitarlos. Aunque no tengan sus papeles al día, pueden mayoritariamente cumplir su “sueño americano”.

Con los años, el tema de la inmigración ilegal se ha transformado también en uno de intercambio poblacional, toda vez que al menos hay un millón de estadounidenses con residencia ilegal —o al menos irregular— en México, sin que se sepa que consuman drogas, que sean un problema para las autoridades mexicanas, o que exista un movimiento político para su expulsión. Aún más, soy testigo de su muy visible presencia en varios de los muy recomendables “pueblos mágicos” no muy lejos de Ciudad de México, donde se habla mucho inglés y circula el dólar como si fuera moneda local, a muchos kilómetros de la frontera.

A pesar de la historia complicada y de la pérdida territorial de buena parte del México histórico —cedido, vendido o conquistado—, lo cierto es que el cariño y la admiración hacia Estados Unidos es real. Hay tantas familias mexicanas viviendo en ambos países, que aquel antecedente histórico mencionado no influye mayormente. Si lo destacamos es porque en otros países con pérdida territorial, ello es fuente de enemistad casi permanente a nivel personal, sobre todo por parte del derrotado.

Nada similar se aprecia en México. Quizás por ello, en su gobierno anterior Trump agradeció a AMLO —también lo criticó, pero por otros motivos— y ahora ha tenido términos muy amables con Sheinbaum, destacando su aporte, comparándola con los canadienses, para quienes no ha tenido el mismo tono, limitándose a decir que con el nuevo primer ministro ha tenido conversaciones “productivas”. Y eso que todos saben que hay un elemento de negociación en las posiciones de Trump. Pero el punto es que no tiene palabras igualmente amables para los canadienses. Por cierto, hay hipocresía en el Palacio Nacional, ya que nada semejante se hizo con España, a quien se criticó tan exagerada y amargamente por la conquista que se hizo imposible el viaje del rey a la investidura del nuevo gobierno.

Para EEUU, el tema fronterizo sería mucho peor si no fuera porque la colaboración de México va mucho más allá de las obligaciones del derecho internacional, e incluso de lo habitual entre vecinos con tratado de libre comercio. Quizás por ello, distintos presidentes estadounidenses desde los años 80 han destacado cómo México ayuda más allá de la buena vecindad, incluso cuando ello ha incluido militarizar la frontera con Guatemala.

Así como EEUU tiene razón en criticar el rol de China en la producción del fentanilo que introducen los cárteles por las fronteras mexicanas y canadienses, también debe reconocerse que empresas estadounidenses producen precursores químicos y que el sistema financiero sirve para lavar e invertir la riqueza del narcotráfico. Se reclama un rol más activo del Departamento del Tesoro, capaz de paralizar transacciones sospechosas.

La raya para la suma es que el consumo de drogas es lo que ha transformado a los cárteles mexicanos en verdaderas internacionales del crimen, poder que les ha permitido controlar buena parte de las instituciones mexicanas, además de expandirse en varios países latinoamericanos, tanto productores como de tránsito, siendo el último ejemplo el caso de Ecuador.

Además de la vecindad con EEUU, los cárteles mexicanos han adquirido su actual relevancia no solo por el consumo interno en el norte, sino también por haber reemplazado a los cárteles colombianos, tras el éxito del Plan Colombia, con la colaboración de Washington para que en Colombia, el gobierno de Álvaro Uribe arrinconara a las FARC, debilitando además a cárteles como el de Medellín. Tanto así que en el imaginario colectivo, el Chapo Guzmán reemplazó a Pablo Escobar, y en forma ágil, fueron los cárteles mexicanos quienes tomaron el lugar de los colombianos en el ingreso de droga a EEUU, primero la cocaína y luego satisfaciendo la más grave demanda actual: el fentanilo.

EEUU lo ha intentado casi todo en relación a la droga, incluso la militarización, hablando de una “guerra contra las drogas” o al menos un “combate”, y es de los pocos países que va más allá del enfoque sanitario y policial, involucrando a las fuerzas armadas en su estrategia. Esto es excepcional, porque en general las policías son más efectivas en la represión, además de que las experiencias con militares no han sido gratas, ya que terminan involucradas en la corrupción, y desde Vietnam, Washington ha debido lidiar con el consumo de drogas entre las tropas y los veteranos.

En el caso de México, tampoco ha sido buena experiencia involucrar a los militares. Han transcurrido entre Felipe Calderón y AMLO suficientes años (2006–2024) para constatar que tampoco son la solución.

Más aún, todavía está fresca la experiencia de dos décadas de ocupación en Afganistán, donde a la larga lista de fracasos se suma el de las drogas: hubo aumento y no disminución de la producción de opio, necesaria para lograr acuerdos con los señores de la guerra, ya que ese tráfico era condición necesaria para mantener su poder local.

En cuanto al poder actual de los cárteles mexicanos, no hay duda de que la frontera abierta los ha convertido en un actor clave tanto en la inmigración ilegal como en el tráfico de drogas, todo facilitado por su control territorial, que incluye hasta túneles propios.

Sin embargo, dejan muchas externalidades negativas en su camino: problemas sociales, violencia, empoderamiento de los cárteles, nuevas líneas delictivas, presión sobre servicios públicos, y más delincuencia para México, con tiroteos en las calles y un aumento de homicidios. A esto se suma la lista de concesiones que hacen autoridades mexicanas a EEUU, como el uso de fuerzas armadas para detener flujos migratorios y la política de “Remain in Mexico”. Nada obliga, según el derecho internacional, a que el país de tránsito deba aceptar a ciudadanos de terceros países durante largos periodos, solo por razones electorales o políticas internas de otra nación.

Y si hablamos de derechos laborales e inmigración económica, es oportuno referirse a César Chávez (1927–1993), destacado activista por los derechos civiles y cofundador de la Asociación Nacional de Campesinos, cuyas huelgas visibilizaron los abusos contra trabajadores agrícolas migrantes y mejoraron sus condiciones. Chávez es una figura histórica del sindicalismo, tanto que en las fotografías detrás del presidente Biden en la Oficina Oval se puede ver la suya, enmarcada.

¿Qué postulaba Chávez?

En lo personal, no creo que dé el mismo resultado en un mundo más complejo como el actual. Pero sí es útil para países que no sienten suficiente curiosidad por ideas que han tenido éxito, ya sea en otros lugares o en otra época. Lo mismo aplica para las drogas, donde vale la pena examinar a los países que han demostrado mejores resultados.

*Máster y PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), ex candidato presidencial (Chile, 2013)

Fuente: telam

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