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31/12/2025

Un país próspero, visitas de príncipes y científicos, y lluvia de capitales extranjeros: radiografía de la Argentina hace cien años

Fuente: telam

Hace un siglo el país era otro. Con sus contradicciones y desigualdades sociales, la economía había pasado los años de recesión producto de la Primera Guerra Mundial. A continuación, algunos de los hechos que marcaron a la Argentina de 1925

>Argentina era gobernado desde 1922 por Marcelo T. de Alvear, de 56 años, un liberal bon vivant de pedrigree patricio, ya que su abuelo había sido el general Carlos María de Alvear y su papá el intendente porteño Torcuato de Alvear. Era un hombre corpulento, de escasa cabellera, de carácter afable y cordial, emoción fácil, y que a veces sorprendía con arranques de ira.

Fue un hombre con suerte, ya que le tocó gobernar en un período de bonanza: cuando asumió en 1922 ya el país había hecho los ajustes provocados por la Primera Guerra Mundial. Durante su gestión hubo moneda estable, había trabajo, vivienda y llegaron capitales extranjeros, muchos norteamericanos, como el caso en 1925 de la General Motors (Chrysler se había establecido el año anterior) y hubo inversiones en frigoríficos, energía y bienes de consumo.

Alvear fue políticamente correcto y manejó un gabinete que tuvo libertad de acción, lo que contrastaba con el manejo hiper personalista de la gestión de Yrigoyen. “Por fin quiere hacer política”, bromeaba la revista Caras y Caretas en enero de 1925, presentándolo como una persona que dejaba todo en manos de su gabinete. Definido el equipo de gobierno como la de un secretario general que coordinaba a ocho presidentes, no continuó la obra de su predecesor en cuanto a la política social, agraria, universitaria ni internacional. Retomó la costumbre de ir a la asamblea legislativa a leer el mensaje anual, algo que Yrigoyen no hacía, e instruyó a sus ministros a que fueran al congreso a rendir cuenta de sus gestiones.

Fueron notorios los enfrentamientos entre yrigoyenistas y alvearistas y para el presidente fue todo un desafío demostrar que era posible gobernar sin el concurso de los primeros. La primera gran crisis partidaria del radicalismo ocurrió en 1924 con la división entre estos sectores y con la creación de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, con Leopoldo Melo a la cabeza.

En 1925 Argentina era un país próspero, en el que no pasaban demasiadas cosas resonantes. La ciudad contaba con 1.575.000 habitantes, la avenida Nueve de Julio ni el obelisco existían, Corrientes era angosta y la única línea de subterráneos era la “A”. Sobresalían las industrias dedicadas a la alimentación, a la construcción y los textiles.

Existían cinco universidades: de Buenos Aires, Córdoba, La Plata, del Litoral y Tucumán. Funcionaban 174 establecimientos educativos estatales de nivel primario y secundario que dependían del ministerio de Justicia e Instrucción Pública y 147 instituciones particulares. En las provincias se contabilizaban cerca de 4300 escuelas primarias oficiales y 5000 privadas. Había un millar de bibliotecas populares.

En la cuestión social, era visible la lucha del sindicato de los panaderos, quienes bregaban por terminar con el trabajo nocturno. La protesta coincidió con un aumento del pan. Por entonces, el único organismo que mediaba entre los obreros y los patrones era el Departamento Nacional de Trabajo, que funcionaba en la avenida Córdoba 2235. También existía la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones para empleados civiles, una Caja de Accidentes de Trabajo.

Se empezó a hablar de un anarquista que operaba en solitario. En la velada del Teatro Colón del 6 de junio en homenaje a los 25 años del advenimiento al trono del italiano Víctor Manuel III, Severino Di Giovanni, al grito de “Viva la anarquía”, arrojó volantes al palco presidencial, ocupado por Alvear y el embajador italiano Luigi Aldrovandi Marescotti.

Hubo noticias más amables, como la del 24 de abril, cuando desde la puerta de la Sociedad Rural partió el suizo Aimé Tschifelly quien planeaba unir Buenos Aires con Nueva York montado en dos caballos criollos, En enero vino al país el general norteamericano John J. Pershing, quien ese año y el siguiente sería árbitro en la disputa entre Chile y Perú por Arica. Pershing había comandado a las tropas norteamericanas en la Primera Guerra Mundial y un año antes había protagonizado el papelón de no haber podido atrapar al escurridizo Pancho Villa, lo que terminó por empeorar las relaciones entre Estados Unidos y México.

Proveniente de Chile, se dirigió a la Patagonia, visitó la ciudad de Bariloche y recorrió el Nahuel Huapi. En una estancia bailó tango y probó el mate amargo. Viajó a Bahía Blanca y de ahí a la ciudad de Buenos Aires.

Recorrió el Delta, visitó La Plata, La Falda, en una ajustadísima agenda que lo hizo desaparecer por un par de días cuando consiguió descansar en una casaquinta en Llavallol. Se fue el 23 de abril.

Su visita coincidió con la llegada del Maharajá de Kapurtala, un miembro de la realeza hindú quien, amante de la cultura europea, se había hecho amigo de Alvear de aquellos años de vida en París.

En ese año terminó el dúo Gardel Razzano, por problemas en la garganta del cantante uruguayo, de entonces 38 años. Habían comenzado a actuar por 1911 y cantaban lo que entonces se llamaban temas camperos, lo que hoy denominados folklore. El dúo, además, animaban los actos del Partido Conservador.

En 1907, Alvear había escandalizado a la sociedad porteña al casarse con una cantante lírica, la portuguesa Regina Paccini. Por 1925 estaba en construcción Villa Regina, un espléndido chalet en Mar del Plata, a donde Alvear solía ir. Se lo cuenta como uno de los precursores en establecerse en la zona de Playa Grande cuando el aluvión de turistas había copado el centro de esa ciudad.

El año terminó con una desgracia. El 28 de diciembre hubo un espectacular incendio de los depósitos de la Compañía General de Combustibles en Dock Sud, lo que alertó a las autoridades del peligro que suponía contar con semejante planta tan cerca de los centros urbanos.

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Fuente: telam

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