Desde el Indec señalan que no detectan problemas ni alteraciones metodológicas, ni consideran que los cambios en el cuestionario hayan tenido impacto. Sin embargo, no se realizó una encuesta piloto que permita hacer evaluaciones. Así, las hipótesis no pueden ni descartarse ni confirmarse.

— ¿En qué nivel se ubicaría la tasa de pobreza sin esa sobreestimación?

Aun así, seguimos por encima de los niveles más bajos registrados en años anteriores. No estaríamos en los valores de pobreza del 25%–27% que se registraron en los mejores momentos de los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner o en 2017 durante la gestión de Mauricio Macri.

— La canasta que se utiliza actualmente tiene un peso muy bajo de las tarifas y los servicios públicos, en un contexto de fuertes aumentos por la quita de subsidios.

Esto implicaría que la pobreza sea aproximadamente 10 puntos superior a la que conocemos.

— Yo creo que no. De hecho, considero que la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Tarjeta Alimentar y los distintos esquemas de vouchers van a seguir desarrollándose. La Argentina tiene, a nuestro juicio, un nivel de pobreza crónica de entre 25% y 30% que requiere asistencia pública.

El Gobierno tiene que mantener los programas porque el mercado de trabajo no está generando empleo ni puestos con ingresos adecuados para esa población, ni siquiera para los jóvenes de clase media.

— ¿Cree que la reforma laboral va a generar más empleo y reducir la informalidad?

Hay que tener en cuenta que, aun en el mejor de los escenarios, su alcance se limita a alrededor del 30% de la mano de obra del país: es decir, a los trabajadores hoy alcanzados por la normativa laboral, 6 o 7 millones de personas.

Por otra parte, a mi entender, la reforma en discusión no vulnera derechos fundamentales de los trabajadores.

— Lo peor ya pasó. Con la baja de la inflación y una relativa estabilización de la economía se alcanzó un proceso de equilibrio: muy inestable, pero equilibrio al fin.

Hubo un problema en los fundamentos de la economía que limitó la capacidad de seguir invirtiendo y creciendo, aunque al mismo tiempo se sientan las bases para que eso ocurra en 2026, siempre y cuando no haya alteraciones bruscas a nivel internacional.

Esa estabilización financiera daría mucha más paz económica y productiva, y mayor certidumbre, lo que favorecería la inversión, no solo en sectores estratégicos, sino también en el mercado interno.

Fuente: telam