“No hay fiesta, ni este año, ni el próximo, ni el siguiente”, manifestó.

“Nuestro Señor los eligió para ser santos y para difundir Su palabra a todo el mundo”, dijo. “Pero la separación es difícil”.

El ataque a la iglesia fue el primero de su tipo en Siria en años y ocurrió mientras un nuevo gobierno en Damasco dominado por islamistas suníes buscaba ganar la confianza de las minorías religiosas tras la destitución del expresidente Bashar Assad.

El presidente interino Ahmad al-Sharaa ha tenido problemas para ejercer autoridad en todo el país, incluso entre las filas de grupos aliados. Ha habido varios brotes mortales de violencia religiosa en el país en el último año.

El ataque de junio fue atribuido a una célula del grupo Estado Islámico, que las autoridades dijeron también había planeado atacar un santuario chií. El grupo EI no se atribuyó la autoría, mientras que un grupo poco conocido llamado Saraya Ansar al-Sunna dijo que uno de sus miembros había llevado a cabo el ataque. El gobierno dijo que el grupo era una tapadera para EI.

Los cristianos constituían alrededor del 10% de los 23 millones de habitantes de Siria antes de que las protestas masivas contra el gobierno en 2011 fueran respondidas con una brutal represión gubernamental y derivaran en una brutal guerra civil de 14 años que vio el surgimiento de EI y otros grupos extremistas.

Cientos de miles de cristianos huyeron durante la guerra, durante la cual hubo ataques con motivaciones religiosas contra cristianos, incluyendo el secuestro de monjas y sacerdotes y la destrucción de iglesias. Ahora muchos vuelven a pensar en marcharse.

Desde que perdió a su esposo en el ataque a la iglesia, Juliette Alkashi se siente entumecida.

Eran novios desde antes de que ella dejara Siria con su madre y hermano para emigrar a Venezuela. En 2018, cuando Emile Bechara le pidió matrimonio, Alkashi regresó a Siria a pesar de que aún estaba en medio de una guerra civil.

Lo único que importa ahora, dijo Alkashi, es que ella y su hijo de tres años permanezcan juntos.

“Vi una columna de humo elevarse del suelo al techo, y escuché una voz que decía: ‘No te abandonaré y no te dejaré’”, dijo Hadi Kindarji, quien describió una intensa experiencia espiritual en el momento de la explosión.

“Nuestro Dios está presente, y Él estaba presente en la iglesia”, dijo.

Yohanna Shehadeh, el sacerdote de la iglesia Mar Elias, reconoció que muchos en la congregación tienen miedo de más violencia mortal.

A medida que se acerca la Navidad, dijo, están rezando por la paz.

Fuente: telam