23/12/2025
Navidad y literatura: 3 libros para pensar en el sentido de esta celebración, más allá de la religión
Fuente: telam
Autores como Saramago, Mailer y Caruso exploran, en sus distintas versiones literarias del evangelio que exploran, la condición humana, el sufrimiento y la posibilidad de redención compartida
>¿Qué es la Navidad? Es una festividad religiosa. Cristiana, más precisamente. ¿Esto quiere decir que solo la festejan los cristianos? Por suerte, no. Aunque también se volvió una fiesta asociada al consumo, la compra de regalos, etc. Por su ubicación en el calendario, se la vincula con el fin de año y los recesos que, en nuestra América, anticipan las vacaciones de verano.
Sin embargo, ¿puede haber algo del sentido de la Navidad que se pueda transmitir a los que no son religiosos? Vale la pena intentarlo, por lo menos para no quedar tomados en la licencia para comer y beber hasta que el hígado diga basta. En términos generales, los rituales van de la mano de alguna regulación; hasta sus excesos (como un sacrificio) tienen algún tipo de norma y un cuidado.En el mundo sin religión, los excesos son por el exceso mismo. El pasaje del mundo de los rituales al laico, en un primer tiempo continuó apoyándose en reglas de conducta que le daban a la vida un sentido –sobre todo a partir de valores (por ejemplo, los del humanismo clásico). En nuestra sociedad actual, ¿qué no se puede profanar en nombre del beneficio y el sacar provecho?La religión es la búsqueda de un lazo y la expectativa de una comunidad. Las ganas de salir de las pertenencias restrictivas –la protección y el cuidado cerrados sobre sí, al amparo de instituciones y organizaciones de membresía excluyente– para abrirse a un nuevo camino de transformación personal.
Una religión no es una secta. Independientemente del credo, puede funcionar como una secta un espacio de trabajo, un club de futbol, una asociación o agrupación que divide con el fin de segregar. Una religión es la búsqueda del restablecimiento de los vínculos, con Dios y con los demás, en función de un modo de vida comunitaria –esto es, para plantear la pregunta por lo “común”, con quienes son parte y con quienes no.En una sociedad agrietada y fragmentada, como la nuestra, en la que se habla mucho de lo colectivo, la comunidad está en crisis. Pensar la religión en este contexto no es proponer un conjunto de creencias como fundamento del lazo con los demás, sino un modo de vida que se comparte.Dejemos de lado la cuestión de la muerte de ese niño, así como su renacimiento, porque para eso falta todavía. Concentrémonos hoy en la circunstancia de su llegada al mundo; esta puede ser una forma de investigar el sentido de la Navidad, para quienes son religiosos y para los que no, pero quisieran que este sea un día con mayor espesor.
El primer escritor que tomaré será Saramago y su imponente novela El evangelio según Jesucristo. ¿Qué llevó a un ateo confeso a escribir más de 500 páginas sobre la historia de ese tal Jesús nacido en Nazaret? Este evangelio está atravesado por cierto humanismo trágico, a diferencia de los bíblicos, más concentrados en la difusión de la buena nueva.
Saramago no pretende convencer a nadie de la existencia de Jesús, pero sí mostrarnos a un hombre real, injustamente perseguido, en un mundo ambicioso e inclemente. El libro tiene como proemio una descripción de un viejo grabado de Durero, sobre la crucifixión, que en la voz del narrador se acompaña de la creación de un tono: a veces los hechos no son como se creen, muchas veces nos apresuramos a juzgar y hay culpas con las que toca cargar.Leamos el pasaje dedicado al nacimiento: “El hijo de José y María nació como todos los hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar y llorará siempre por ese solo y único motivo”. Un hijo que nace como cualquier otro…La narración continúa: con la muerte de José, es Jesús quien hereda la culpa del padre. En este punto, Saramago no cede en la estructura narrativa –el Jesús de Saramago es como una especie de Raskolnikov (protagonista de Crimen y castigo, de Dostoievski)– que sale en busca de un destino. Este evangelio es una novela, es decir, es la historia de alguien que actúa para saber quién es.
Tal vez le falta un poco de alegría a este relato, pero Saramago es Saramago. Tiene el don de la gravedad y la virtud de ilustrar cómo los conflictos no se resuelven, sino que se aceptan y se avanza con su tensión. En una escena muy bella, Jesús conversa con Dios y el Diablo y escucha cómo uno le dice al otro que no podría perdonarlo, ya que sin el Mal tampoco hay un Bien.Uno de los puntos más conmovedores de esta novela es cómo se da un pasaje entre una versión de Dios y otra: José es un hombre piadoso que siempre considera que todo ocurre por designio Divino; el joven hijo de Dios, en cambio, será el primero en interrogar la voluntad de su Padre. Jesús es un hijo rebelde, cuya vida está al servicio de que la relación con Dios no sea de mera obediencia, sino de consagración.Si el libro de Saramago se lee con una voz impersonal, El evangelio según el hijo, de Norman Mailer, usa directamente la primera persona de Jesús. El narrador del evangelio de Saramago es un hombre de nuestro tiempo, que hace referencia a episodios actuales, para que estén en tensión anacrónica con los sucesos relatados. Mailer encarna a Jesús.
¿Quién es Norman Mailer? Lo que algunos críticos han llamado “judío iconoclasta”, es decir, un librepensador, polemista, sin pelos en la lengua y con vocación controversial. No obstante, es de notar que este sea uno de los libros que menos escandalizó; tal vez porque se dedica a retratar un Jesús cercano y muy humano. El recurso de la primera persona permite que se lo vea en sus vacilaciones e inquietudes, de un modo que produce empatía.Por otro lado, si el Jesús de Saramago se reconoce como hijo de Dios a partir del efecto de su vínculo con José, dada la transmisión de una deuda; para Mailer cobra más relevancia la relación ambivalente con la madre. En este evangelio, Jesús es “carpintero, hijo de María”, punto en el que la figura de José aparece reabsorbida en el hijo. Es interesante cómo cada escritor encuentra su modo de narrar a Jesús; en Mailer no hay nada de la huella paterna.
Si Saramago es prácticamente displicente con María, aquí la mujer es principalmente la madre del conflicto. A riesgo de sonar vulgar, con perdón de los lectores católicos, diría que Saramago construye un Jesús neurótico en tensión con la figura paterna y Mailer una especie de adolescente que tiene que librarse del yugo de la demanda materna.“A pesar de mí mismo, contemplé por fin a la mujer tomada en adulterio. Como temía, era hermosa. Los huesos de su cara eran delicados, y sus cabellos le caían sobre la espalda. Con arte se había pintado los ojos. Era dulce, aunque su boca era orgullosa y tonta…”. De repente, Jesús se está tentando.
De este modo, el planteo de Jesús de que sea perdonada –“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”– no nace de una valoración moral abstracta, sino de que él mismo pueda sentirse inclinado a pecar. No se trata aquí de un principio de pureza o de proporción (no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hagan) sino de una compasión profunda que detiene el juzgamiento.
Para concluir esta trilogía, mencionaré la novela Los años perdidos de Marcelo Caruso. Se trata, en este caso, de un autor argentino –al que conocimos popularmente a partir de que ganara el Premio Clarín en 2019.
En la tradición local, la recreación de la historia de Jesús no es una novedad. Podríamos mencionar como antecedente El Evangelio según Van Hutten, de Abelardo Castillo, que propuso la hipótesis del hijo de Dios como un subversivo vinculado a los esenios del desierto (cuestión que también está sugerida en los libros de Saramago y Mailer).Supongamos que esto último fuera cierto, ¿por qué creeríamos que la modificación de la verdad histórica le quitaría certeza a la Revelación? Estos evangelios muestran cómo cada escritor tiene una versión de Jesús, en función de sus propias preocupaciones literarias y –por qué no– personales, pero ¿no es el Mesías alguien capaz de presentarse de distinta manera para cada persona?Por un lado, retoma la primera persona y, respecto de José, le hace decir a Jesús lo siguiente: “Entiendo que no pueda quererme del mismo modo que a mis hermanos: no soy su hijo, y su mujer, mi madre, nunca le otorgó el poder de un padre verdadero sobre mí”.
Alcanzan estos dos párrafos para acusar de herejía a Caruso, pero ¿no es su versión una que se ajusta más a nuestros tiempos? Podríamos pensar el pasaje entre Saramago, Mailer y Caruso como un escenario que expone la progresiva declinación del Nombre Paterno en el mundo occidental.
“No hubo tiempo de buscar mejor refugio que una modesta enramada junto a un arroyo, al pie de las estribaciones. La bajé del caballo y la acomodé sobre las mantas. La vi desde sus piernas, en su adentro. Cada gemido entre sus pujos sacó a la luz algo de mí. Me conmovió que la primera experiencia humana fuera el trabajoso sufrimiento de surgir. […] Cuando llegó el momento, mojé mis dedos en su agua y sentí cómo, en un derrame repentino, un pequeño pez rojizo cayó sobre mis manos […]. Los llantos del niño sacaron a la luz también algo de mí, y me vi con extrañeza, naciendo en ese nacimiento.”
La mujer le cuenta que es adúltera. “Tú no me juzgas, lo sé, por eso puedo contártelo”, le dice. Así se recrea, una vez más, ese episodio que antes vimos cómo versionó Mailer. Luego Jesús bautiza al niño y reconcilia a la mujer de regreso a su hogar. La mujer le pone su nombre al niño. “Pensé, emocionado, que quizá existían los milagros”, dice Jesús y, luego, sigue con su camino.Y esto es independiente de los recursos económicos, porque lo que está en juego en el mundo actual es la crisis de las capacidades simbólicas y de las funciones parentales. En la Navidad se celebra el milagro de la vida que nace y requiere lo simple del cuidado materno y la protección paterna. Jesús, como Dios hecho hombre, fue primero el niño que nació para la salvación.
Jesús goza de salud en el mundo literario. A las tres novelas mencionadas, se podría agregar Sed de Amélie Nothomb, Yo soy Jesús de Giosuè Calaciura, El hombre que murió de D. H. Lawrence, La sombra del padre de Jan Dobraczynski, El testamento de María de Colm Tóibín, Biografía de la luz de Pablo D’Dors y muchas otras más que multiplican los covers de Jesús como si fueran peces y panes.
Necesitamos a Jesús para poder hablar del modo en que nos pasan las cosas; para entenderlas y, sobre todo, entendernos de un modo plenamente humano. Jesús es nuestro amigo más íntimo, es una manera de llegar a un Dios vital y que nos ama.
Fuente: telam
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