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22/12/2025

La historia secreta de una familia alemana que creó una red de espionaje nazi en Hawái

Fuente: telam

Christine Kuehn revela las intrigas de sus antepasados, que durante décadas tuvieron una doble vida mientras colaboraban con el régimen nazi y participaban en actividades de inteligencia en territorio estadounidense

>Como las plantas, los secretos familiares se presentan en distintas variedades. Los secretos comunes incluyen una aventura ya pasada; la variante exótica puede implicar una segunda familia. Un secreto invasivo, en cambio, es aquel que se apodera de todo y cambia el significado mismo de la familia. Descubrir que tu tía y tus abuelos eran espías nazis encaja sin dudas en esa categoría.

Que Eberhard había estado casado antes y tenía dos hijos mayores era un dato que no impactaba de forma significativa en la vida feliz de Christine, aunque cuando en una ocasión su medio hermano hizo una visita inesperada, recuerda que su padre lo retiró rápidamente, diciéndole: “No digas nada sobre mi familia — ellos no saben”.

Estos tres Kuehn habían permanecido leales a la “Patria” y fueron enviados por Joseph Goebbels a Hawái para recoger información sobre la flota naval estadounidense. Bajo la fachada de dirigir una empresa de acero, Otto Kuehn transmitía información de manera constante a contactos japoneses para ayudar en un ataque sobre Pearl Harbor.

Kuehn equilibra el relato de cómo fue comprendiendo el pasado nazi de sus familiares con el de la vida de los Kuehn en Hawái: años de riqueza, lujo y comodidad en una isla tropical que, después del ataque a Pearl Harbor, se tornaron en arrestos, campos de internamiento, juicios y encarcelamiento. La familia regresó a Alemania (sin Eberhard) en 1945, como parte de un intercambio de prisioneros de guerra.

Al principio pensó que era una confusión, pero luego de que su padre evitara primero responder, finalmente rompió en llanto y confesó lo que sabía. Christine pasó las décadas siguientes revisando archivos del FBI, textos académicos y documentos familiares, y terminó reuniéndose con sus primos alemanes.

El agente Robert Shivers reunió abundantes pruebas: fondos sospechosos, reservas de binoculares, una ventana especialmente construida para enviar señales luminosas a barcos japoneses en la costa. Sin embargo, mientras los Estados Unidos no estaban en guerra, no podía actuar.

Ya repatriada a Alemania en 1945, Ruth finalmente regresó a Estados Unidos, se casó y logró enterrar su pasado. En el único encuentro que tuvo con la autora, le dijo: “Tienes una buena vida. No necesitas saber de la familia, ni del pasado, ni de Pearl Harbor”.

Eberhard Kuehn, con 15 años, fue interrogado varias veces hasta que convenció a sus captores de lo que siempre afirmó: solo era un chico, no participó en ningún acto de espionaje de la familia. Que luego se alistara, siendo aún menor, para combatir junto a los estadounidenses parece comprensible para alguien marcado por todo lo que presenció, aunque significara luchar contra el mismo enemigo al que su familia había sido leal. Y, por supuesto, que tendría que guardar ese secreto toda su vida.

Fuente: telam

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