19/12/2025
Todo lo que siento y pienso cuando leo a Hanif Kureishi
Fuente: telam
Un testimonio literario como “A pedazos” expone en letra viva los límites del cuerpo y la mente, revelando cómo la vocación y el deseo se transforman frente a la fragilidad
>Cuando en la Navidad de 2022 el escritor británico-pakistaní Hanif Kureishi tuvo un accidente que lo dejó tetrapléjico, la noticia me impactó de tal manera que necesité seguir día a día la crónica de esa desgracia. Kureishi era el escritor que, con sus libros, me había transmitido un deseo por la vida condensado en esta frase: “el mundo es una pollera que quiero levantar”. En sus novelas convivían la densidad de la buena literatura con la liviandad del humor y el sexo.
Y, sin embargo, A pedazos no es un libro deprimente, aunque sí transmite la indignidad del achaque. Esa humillación. Un tema que Kureishi ya había tratado en la ficción Nada de nada: la historia de un cineasta que conoció la gloria y que, postrado en una silla de ruedas, le pedía a su esposa que se desnudara frente a él porque “puede que con los años el deseo sexual decline, pero he aprendido que la libido, como Elvis y los celos, nunca muere”.
El libro también se pregunta cómo se sostiene el deseo cuando el cuerpo no responde. Y dedica especial atención a médicos y enfermeros, que de pronto se convierten en personajes centrales de una vida: el cuidado, la solidaridad, el pudor perdido frente a un cuerpo invadido, la dignidad puesta a prueba. Si la tragedia es física, el desgaste es emocional. Una bomba expansiva —dice Kureishi— que hizo pedazos también a quienes lo rodean: su pareja, sus hijos, sus amigos. Todas las relaciones quedan sometidas a una renegociación. Una familia entera se reconfigura cuando uno de sus miembros cae.También están las visitas. El visitante ideal, escribe, es el que se queda como mínimo una hora. Y sus preferidos son los egocéntricos: los que hablan de sí mismos y llevan así el mundo exterior a habitaciones de té turbio.También es un libro que funciona como memorias sobre la vocación. Ese destino que te elige. Sobre lo que pasa cuando un escritor ya no puede escribir y tiene que dictar, desesperado por la lentitud del proceso, por depender de otro cuando antes eran la pluma y él, uña y carne, mente y cuerpo. El límite físico aparece justo ahí donde estaba el centro de una existencia: poder sostener un lápiz se vuelve en la máxima ambición.
Fuente: telam
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