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16/12/2025

Lovecraft y Houdini, dupla insospechada: la historia detrás de “Bajo las pirámides”

Fuente: telam

El sello argentino Walden acaba de publicar un cuento que el escritor de horror sobrenatural y el célebre ilusionista escribieron juntos y se publicó en la revista “Weird Tales” en 1924. Un manuscrito perdido, un matrimonio latente y una literatura contra la cotidianeidad

>“El misterio atrae al misterio“, comienza el cuento. La frase funciona como un latigazo: pone a la imaginación en fuga hacia el infinito. ¿A quién se le habrá ocurrido: a Lovecraft o a Houdini? El relato se publicó en la revista Weird Tales, en el número de “mayo/junio/julio” de 1924. En la tapa hay una colorida ilustración de la esfinge de Guiza con pirámides y un atardecer impresionista de fondo. Dice: Encerrado con los faraones, título del relato, y el nombre del ilusionista húngaro. Lovecraft no figura.

El ghostwriter detrás de la historia es, efectivamente, Lovecraft. Había conquistado al editor de la revista a fuerza de prosa e invención, entonces le llegó la propuesta. Hay toda una historia detrás de este cuento. Y ahora, un siglo después, el sello argentino Walden acaba de publicarlo con la autoría de ambos, y bajo otro título, el que aparentemente había preferido Lovecraft: Bajo las pirámides. Además, cuenta con un extenso prólogo a cargo de Juan “Elvis” Pereyra, que aporta todo el contexto.

En 1924, Lovecraft estaba atravesado por dos encantamientos. Por un lado, había vuelto a la escritura luego de varias decepciones. Había conseguido que le pagaran. Publicaba con frecuencia en Weird Tales, una de las tantas revistas pulp de Estados Unidos, género muy popular. Su nombre se debe al material, papel de pulpa; el costo de la producción era bajo, el consumo relativamente barato, y estaba muy de moda en la época. Pero Weird Tales, que apenas llevaba un año, estaba en problemas financieros.

Una de las estrategias de salvataje era incorporar como escritor a Harry Houdini, reconocidísimo ilusionista y escapista, nacido en Budapest, nacionalizado estadounidense. Sus espectáculos eran multitudinarios. De hecho, Encerrado con los faraones relata en primera persona algo que le podría haber pasado: un grupo de beduinos, encabezados por el guía turístico, lo secuestra en un viaje que realiza a Egipto. Luego, la historia acelera hacia lo fantástico y el horror sobrenatural.

Cuando le llega la propuesta de ser el ghostwriter de Houdini, Lovecraft ve una gran posibilidad. Aunque su nuevo compañero sea un “ególatra supremo”, como le comenta en una carta a Frank Belknap Long, el entusiasmo no cesa. En esa correspondencia le dice que cree que podrá “introducir cosas bastante escalofriantes” como “cavernas inferiores insospechadas”. “Cuanta más libertad me dé Houdini, mejor será el cuento que podré desarrollar”, subraya. Quiere “todo el margen de acción posible”.

El segundo encantamiento de Lovecraft se llama Sonia Greene. Se conocieron en 1921, en Boston, en una convención de prensa amateur. Compartían libros, lecturas y escrituras. Ella publicó en Weird Tales un cuento titulado El monstruo invisible. La relación fue avanzando —aún a la distancia: ella en Nueva York y él en Providence— y a principios de 1924 decidieron casarse. Entonces viaja a Nueva York a dejar una copia mecanografiada del texto a la redacción y a contraer matrimonio.

Mientras espera el tren en un banco del andén, una fresca tarde de domingo, se queda dormido. Se despierta con el bocinazo distante y el traqueteo de la máquina sobre la vía. Sube rápido. Una vez arriba, revisa y el texto no estaba. Desesperado, al llegar, llama y pide publicar, al otro día, en el Providence Journal, un anuncio: “Manuscrito mecanografiado perdido”. Ahí pone que el título es ”Bajo las pirámides”. Por eso es que Walden lo publica de esta forma. Posiblemente así lo hubiera querido Lovecraft.

No hay tiempo para pasarlo a máquina. Al menos no ahora. Existen otras urgencias. Lovecraft tiene que casarse. Sonia Greene lo espera. Contraen matrimonio en la St. Paul’s Chapel, “una joya arquitectónica del siglo XVIII donde, según él mismo destacaba, habían rendido culto figuras como Washington y Lord Howe. Se trataba de una iglesia episcopal. Sus propios padres se habían casado en una igual en Boston, y Howard quería mantener esa tradición”, cuenta Pereyra en el detallado prólogo.

La siguiente escena en la que tenemos que detenernos es en la noche de bodas. En un hotel de Filadelfia, Lovecraft, frente a una máquina de escribir prestada, tipea con sus dedos índices lo que su nueva y flamante esposa le dicta. Ella tiene en sus manos el pilón de hojas llenas de tachaduras. “Cuando el trabajo estuvo terminado, estábamos demasiado cansados como para tener una luna de miel o algo parecido. Pero el precioso manuscrito llegó a tiempo al editor”, contó Greene tiempo después.

Bajo las pirámides avanza con el estilo narrativo de la época: descripción metódica ante un mundo que se vuelve inabarcable. El narrador va contando los detalles de su viaje a Egipto y la extraña invitación a ver a dos hombres en un “pacto de honor” para “zanjar sus diferencias con una pelea a puñetazos en lo alto de la Gran Pirámide por la noche, mucho después de la partida de los últimos turistas nocturnos”. Mientras esto ocurre, el paisaje ancestral parece hablarle al narrador, hasta que de repente se lo come.

El texto reúne muchos de los elementos característicos de la literatura lovecraftiana: la atmósfera minuciosa que desmantela poco a poco lo que llamamos realidad, la irrupción de figuras mitológicas y deidades supremas que subrayan la radical finitud humana, la sensación de que la literatura es la única herramienta capaz de perforar la fútil cotidianeidad y llevar la imaginación al extremo. Por ese cuento le pagaron cien dólares. Decidió gastarlo en un anillo con un aro de diamantes para Sonia.

Houdini quedó fascinado. También el editor de la revista que le ofreció dirigirla y transformarla por completo. Eso implicaba mudarse a Chicago, donde se encontraba la sede de la editorial. Declinó la oferta. Pese a todo, su matrimonio no duró demasiado. Después del encantamiento, la realidad, el deterioro, la incompatibilidad. Mientras Greene probaba en el rubro de las sombrererías —abrió una en Manhattan y otra en Brooklyn, ambas quebraron—, Lovecraft dormía de día y trabajaba de noche.

Siguió siendo ghostwriter de libros que muchas veces le exigían ser reescritos por completo. Cuando la economía empezó a apretar, ella aceptó un trabajo en Cleveland y se mudó sola; él se quedó en Brooklyn. Se siguieron viendo cada tanto. Nunca se divorciaron legalmente. “Sonia Greene lo sacó de su individualismo y soledad extrema, y lo llenó de vitalidad, al menos por un tiempo. Le dio nuevas perspectivas que nunca había tenido para consigo mismo y lo hizo más humano”, escribe Pereyra.

Fuente: telam

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