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14/12/2025

“Pensé que del arte no se podía vivir”: la artista argentina que pasó de pintar en las calles a dejar su huella en Qatar

Fuente: telam

Con un mate y el ritmo de la cumbia de fondo, Graciela Goncalves Da Silva representa al país por todo el mundo. Bajo su característico sello "Animalitoland", la artista se enfrentó al desafío de romper la barrera cultural con la sociedad qatarí

>Hace quince años, Graciela Goncalves Da Silva se animaba por primera vez a plasmar su arte en las paredes del barrio porteño de Así, su participación en el World Wide Walls de “Por esto es por lo que vale la pena todo lo que uno hace”, reflexionó la artista creadora de Animalitoland, el nombre que azarosamente eligió para su sello, sin imaginar que sería la forma en la que la reconocerían internacionalmente.

Mirándolo desde lejos, parece otra vida. Una en la que se dedicaba al diseño gráfico y, si bien diseñaba y pintaba digitalmente, la artista recuerda que se sentía encasillada. También presionada por la exigencia y correcciones que recibía. “En realidad, yo estudié diseño gráfico y estaba trabajando. Pensé que del arte no se podía vivir, menos en Argentina”, menciona entre risas al admirar el giro de 360 grados que dio su vida.Sobre esa etapa en su vida, todavía persisten las memorias de estar encerrada entre cuatro paredes frente a una computadora. Durante un diálogo con Infobae, rememoró que deseaba más que nada “salir al sol, dejar de estar encerrada y dibujar lo que se me antojara”. Hasta que un día, una amiga que se aventuraba en las técnicas del graffiti, la incentivo a comprar su primer aerosol. Juntas plasmaron unas caritas felices, pero solo eso basto para darle rienda suelta a su imaginación y descubrir un estilo que vivía escondido en ella.“Una vez estaba pintando y alguien me dice: ‘Che, ¿vos, vos pintaste en la esquina de tal y cual, no?’”, señaló sobre el instante en el que registró el impacto que sus obras podían tener en los vecinos del barrio. La pregunta también la tomó por sorpresa, reconoció al consultarle el motivo de su interrogante. “‘Porque es el mismo estilo’, me dice. Y yo ni sabía que tenía un estilo”. Con el diario del lunes, la artista admitió no ser buena para las estrategias de marketing, ya que nunca dejaba un nombre o un contacto en cada animal que pintaba. “Yo firmo con un simbolito. No lo estaba pensando como es una publicidad que me pueden llamar. Yo quería salir a disfrutar”, se sinceró al plantear que, para ella, el arte tiene una motivación social y no solo como un medio para buscar reconocimiento y/o rédito económico.

“De hecho, yo soñaba, fantaseaba con viajar por el mundo y pintar un edificio”, mencionó al repasar su trayectoria hasta este punto. Fiel a sus inicios, Graciela continúa retratando animales a cada lugar que va. No obstante, la convocatoria que recibió para participar del intercambio cultural promovido por el programa Years of Culture Qatar-Argentina 2025 se presentó como un enorme desafío.La barrera cultural entre ambas naciones la sumergió en un profunda investigación, que transformó al jerbo, un pequeño roedor saltarín que habita en la región de Asia y África, en un punto de conexión. El tamaño de la pared que le cedieron en el distrito de Al Aziziyah (Doha) le dio el poder a este animal que no supera los 25 centímetros de largo para volverse gigante.Más la obra de Goncalves Da Silva invitó a pensar desde otra perspectiva, ya que en el diseño también se puede ver como un niño lo monta como si de un caballo se tratara. “Es un poco una invitación a jugar con la mirada. Desde una apreciación de la fauna local, va a un concepto más profundo que es que las cosas no tienen un peso y una magnitud establecida, sino que depende de la mirada que uno le pone”, puntualizó.Desde que llegó a Doha, la artista se enfocó en conocer a fondo a la sociedad qatarí y sus costumbres. Esto no solo le dio otro nivel de entendimiento, sino que, inevitablemente, la llevó a cambiar su diseño original. El diseño del fondo fue el más contundente, ya que decidió recrear los textiles de la jaima, es decir, la tradicional tienda que es utilizada hasta estos días para pasar la noche en el desierto.

La idea surgió durante una visita al Museo Nacional de Qatar, donde al ver una foto de la carpa árabe, una de las organizadoras le contó que tenía muchos recuerdos familiares de viajar hacia las dunas y mantener viva una práctica ancestral. “Entonces dije: ‘Ay, acá, acá hay un sentimiento’. Dentro de todas las cosas del museo, hay una persona diciendo: ‘Esta es mi parte favorita de mi infancia’”, recordó al interpretar que quizás ese sentir podría ser compartido por otros qataríes.Y, aparentemente, su interpretación no estuvo errada. Pues, desde que comenzó a trabajar en el mural, la artista reconoció haber recibido varias muestras de afecto inesperadas. “Las caras de la gente me lo dijeron todo. O sea, un día yo estoy pintando y escucho unas bocinas fuertísimas. Me doy vuelta y una chica manejando me hace el gesto del corazón”, relató.“Los vecinos de acá me invitaron a su casa a tomar el té”, contó Graciela como una muestra de haber podido sortear las diferencias entre la cultura argentina y la qatarí. Sobre todo, porque en esta clase de sociedades la privacidad y el hogar son considerados como ámbitos sagrados. Por esto, no es tan común recibir un tipo de invitación como esta y, sin dudas, creó un lazo a través de su arte.

Fuente: telam

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