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08/12/2025

La belleza de la semana: elogio de la trampa

Fuente: telam

Si el arte es una ficción, tanto los trampantojos como las vanguardias estéticas de principios del siglo XX nos hablan de una posibilidad: cuestionar las reglas del juego y repensar el mundo

>No fueron los primeros, tampoco los últimos. Las Trampantojo. La palabra no es muy elegante. Significa “trampa ante el ojo” y viene del francés trompe-l’œil. Hasta el siglo XV, dicen los historiadores del arte, la pintura era ingenua. La obra que usa por primera vez la “perspectiva cónica” y deja atrás a la pintura medieval, al menos que se tenga registro, es La Sagrada Trinidad de Masaccio, en el año 1428. “Es la primera vez que se tiene en cuenta dónde se situaría el ojo del espectador”, escribió Laura Cabrera Guerrero. Inaugura la pintura moderna.

Los que tomaron aquel viejo guante fueron los surrealistas. René Magritte lo llevó a un extremo conceptual, Rob Gonsalves a un extremo mágico. El efecto ilusionista no está puesto al servicio de la emboscada, del engaño, de “hacer creer que”, sino de radicalizar la ficción inherente al arte para ridiculizar las estrictas reglas del afuera del arte, es decir, de la realidad. En el Manifiesto surrealista de 1924, André Breton habla de usar el surrealismo para “poner al desnudo la pobreza de la desesperanza”.

El arte es la representación de una representación. Los retratos que Paul Cezanne hizo de su esposa, Marie Hortense Fiquet, no solo construyen una imagen, sino la percepción que el artista tiene de esa imagen. La mirada serena y piadosa que Cezzanne le concede a su mujer es una cuestión subjetiva porque no solo representa en el óleo a su esposa; lo que representa en el óleo es lo que su esposa representa para él. En este juego de capas, de sueños dentro de sueños, es que se establece la ficción del arte.

La pasión por la literalidad que tiene esta época explica, en gran medida, la dificultad para someterse al pacto de la ficción. Una trampa no es solo un dispositivo de fierros escondido en el pastizal para cazar animales. Tampoco la búsqueda desquiciada por “sacar ventaja”, como si el mundo fuera una jungla donde el motor salvaje de cada uno de nosotros es sabotearle el nido a los demás. Acá, en Argentina, se le dice peyorativamente viveza criolla. Efluidos evidentes de cipayismo doméstico.

A los chicos les encanta hacer trampa. No lo pueden controlar. Se le sale por las poros la adrenalina de la transgresión. ¿Se sentaron a verlos jugar? Háganlo, sean pacientes y esperen. De pronto, cada tanto, irrumpe el momento revelador: un gol con la mano, una palabra inventada en el tutti frutti, una carta escondida. Una operación contradictoria, reluciente de ironía, alejada de toda moralidad prístina, a centímetros de la maldad. Los chicos no pueden contener la sonrisa, la adrenalina de la transgresión.

Fuente: telam

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