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04/12/2025

La frágil red submarina que nos comunica: por qué internet no es tan segura como creemos

Fuente: telam

En su nuevo libro, Samanth Subramanian revela los secretos y peligros de los cables que cruzan el mundo bajo el mar para sostener la vida digital

>Cuando se piensa en internet, se suele imaginar un exorbitante número de usuarios asociada a través de satélites y tecnologías inalámbricas, sin embargo el 95% del tráfico internacional de datos circula por de cables de fibra óptica tendidos en el lecho marino: el verdadero sistema nervioso de la economía y la sociedad contemporáneas.

La magnitud de esta red es asombrosa: la longitud total de los cables de fibra óptica tendidos bajo los océanos permitiría conectar la Tierra con la Luna más de tres veces. Estos cables, bautizados con nombres de dioses antiguos como Júpiter o de pioneros de la informática como Grace Hopper, pueden transmitir terabytes de datos por segundo gracias a la sofisticada división de la luz en múltiples longitudes de onda. Frente a esta capacidad, los satélites resultan insuficientes para igualar el ancho de banda que la infraestructura submarina proporciona, relegando a las conexiones inalámbricas a un papel secundario en la conectividad global.

Sin embargo, la solidez de esta red es solo aparente. Mientras que en aguas cercanas a la costa los cables se protegen con blindaje y se entierran en zanjas, en las profundidades oceánicas descansan expuestos sobre el lecho marino, con un grosor comparable al de una manguera de jardín. Blindarlos en alta mar los haría demasiado pesados para su manipulación, lo que deja a estos conductos vitales en una situación de indefensión ante amenazas tanto accidentales como deliberadas.

“La infraestructura de internet corre el riesgo de fragmentarse en sistemas de cables paralelos que consumen recursos en duplicaciones innecesarias, se intersecan solo en ubicaciones neutrales y se niegan a depender entre sí como respaldo”, escribe Subramanian. “Aunque internet se ha vuelto más indispensable, su infraestructura amenaza con volverse menos segura”, agrega. Además, la reparación de un cable dañado puede demorar días o incluso semanas, dependiendo de la ubicación y las condiciones climáticas, lo que expone a países y empresas a interrupciones prolongadas.

Incluso una residente vio cómo su sistema de energía solar se apagaba al no poder actualizar el software de la batería a través de internet. Según Subramanian, “con la fractura de un solo cable, Tonga se hundió en el tipo de aislamiento que no había visto en más de un siglo”.

Las consecuencias de una avería pueden ir más allá de la incomunicación. En 2023, la isla taiwanesa de Nangan quedó aislada y los médicos se vieron obligados a copiar historiales clínicos en discos compactos para evacuar pacientes de emergencia. En este caso, el corte del cable no fue accidental ni causado por la naturaleza, sino atribuido a barcos chinos, en un incidente que nadie consideró fortuito. La amenaza de sabotaje se ha intensificado: en 2024, milicianos hutíes habrían cortado tres cables bajo el Mar Rojo, y embarcaciones rusas han sido señaladas por daños a cables cerca de Suecia y Finlandia. China, por su parte, ha presentado un sumergible capaz de cortar cables blindados a 4.000 metros de profundidad. Subramanian advierte que “el futuro de internet implicará la militarización de sus sistemas de cables submarinos”.

La facilidad con la que los saboteadores pueden localizar estos cables se debe a que sus rutas son de dominio público. Mantenerlas en secreto no es viable, ya que el tráfico marítimo necesita conocerlas para evitar daños accidentales. No obstante, la competencia geopolítica ha transformado el trazado de los cables en un complejo entramado. Estados Unidos prohíbe que los cables lleguen directamente desde China a sus costas, lo que obliga a realizar interconexiones en terceros países como Filipinas.

Las tensiones entre estados se reflejan en la competencia entre gigantes tecnológicos, que invierten miles de millones de dólares en redes submarinas propias sin garantías de compartir el ancho de banda con terceros. Google ha construido y es propietaria de cables que enlazan Estados Unidos con Europa y Sudamérica. Meta anunció recientemente el proyecto Waterworth, una inversión multimillonaria para un cable de 50.000 kilómetros que conectará Estados Unidos con Sudáfrica, India y Australia, formando una W sobre el planeta, cuya circunferencia es de 40.000 kilómetros. Subramanian sugiere que este desarrollo aleja aún más el ideal de una red mundial abierta, neutral e interconectada.

La obra concluye con una reflexión sobre la materialidad de la red: la creencia de que las comunicaciones digitales ocurren en un espacio abstracto es engañosa. La información personal, la comunicación social y los recuerdos digitales dependen de una infraestructura física valorada en miles de millones de dólares y de las tensiones comerciales y geopolíticas que la rodean. “Lo personal es industrial”, resume Subramanian con contundencia.

Fuente: telam

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