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17/11/2025

El regreso de Perón: la campaña del “Luche y Vuelve”, las curiosidades del viaje y un plan que la realidad haría añicos

Fuente: telam

Un líder anciano, enfermo, la violencia de las organizaciones guerrilleras, una economía desbocada y una clase política que reclamaba una salida institucional, fueron algunos de los condimentos de ese año, en el que muchos se ilusionaban con el regreso de su líder pero que nada sería como lo habían imaginado

>Fue unos días antes del 17 de octubre de 1971 cuando se definió la fecha del regreso. Exiliado desde 1955, Perón imaginó su retorno al país como prenda de paz, con las organizaciones dejando las armas, en una operación de desaliento para la que pedirían ayuda a Fidel Castro, quien debía colaborar para persuadir a los guerrilleros. Sin embargo, la conducción de Montoneros no acató y el agravamiento de la salud del líder justicialista hicieron que ese plan volase por los aires.

Lanusse había lanzado en julio de 1971 el Gran Acuerdo Nacional (GAN), en donde proponía un acuerdo entre las fuerzas políticas. Con el GAN planeaba convertirse en presidente en la próxima contienda electoral. Esta iniciativa contemplaba la integración del peronismo, y el gobierno dio señales en ese sentido, como la restitución a Perón el 3 de septiembre de 1971 del cadáver de su esposa Evita, donde los militares que lo habían derrocado en 1955 lo habían ocultado bajo otra identidad en un cementerio de Milán.

Sin embargo, el panorama interno le jugó en contra a Lanusse cuando Perón movió sus piezas a favor de sus intereses: surgió una fortalecida Juventud Peronista, liderada por Rodolfo Galimberti, así como dirigentes sindicales afines como Lorenzo Miguel y José Ignacio Rucci -que llegó a la conducción de la CGT-, factores que terminaron en la renuncia del entonces delegado de Perón, Jorge Daniel Paladino, que operaba de acuerdo a los lineamientos del GAN, que dialogaba tanto con militares como con los integrantes de la Hora del Pueblo, un nucleamiento de los partidos políticos para presionar sobre los militares por una salida institucional. Paladino fue reemplazado por Héctor J. Cámpora, un odontólogo que había sido presidente de la Cámara de Diputados entre 1948 y 1953 y había presidido la asamblea constituyente que reformó la Constitución en 1949. La clave es que era un peronista de Perón.

En el círculo íntimo del líder exiliado, en reuniones reservadas en Puerta de Hierro, la pregunta era recurrente: ¿Debía o no volver? Guardaba silencio cuando le remarcaban que el proceso institucional del país no llegaría a buen puerto sin él en la presidencia. El temor era que todo terminase en una guerra civil.

En Buenos Aires el peronismo respondió con la campaña “Luche y vuelve”, que se lanzó desde Tucumán el 25 de agosto.

El país estaba sumido en la violencia. El 10 de abril de ese año fue víctima de un atentado del ERP y las FAR el general Juan Carlos Sánchez y unas semanas antes el doctor Roberto Uzal de Nueva Fuerza murió a consecuencia de las heridas al intentar ser secuestrado por Montoneros. En agosto tuvo lugar la masacre de Trelew, donde fueron muertos 13 guerrilleros y seis terminaron heridos. Y en octubre, las FAR hizo estallar una bomba en el piso 22 en el Hotel Sheraton, dejando varias víctimas.

Por la cláusula que había impuesto el gobierno que no podía ser candidato aquel que no estuviera en el país para agosto, se decidió que Cámpora lo fuera, ya que era lo más cercano que había a Perón. Siempre se supo que sería una transición y que el proceso debía culminar con el general, ya entrado en años y seriamente enfermo, en la Casa Rosada.

El 16 de noviembre de 1971 a las 20:21 despegó del aeropuerto de Fiumicino el DC-8 Giuseppe Verdi, de la empresa Alitalia, máquina que solía usar el Papa Paulo VI en sus giras.

La clase turista del vuelo 2584 estaba copada por figuras de la política, del sindicalismo, de la cultura y del espectáculo. Un amplio abanico que iba desde Lorenzo Miguel, el historiador José María Rosa, Chuchuna Villafañe, Marilina Ross y el futbolista José Sanfilippo. Eran 153 pasajeros, entre los que se contaban a Antonio Cafiero, Nilda Garré, Guido Di Tella, Carlos Menem, entre otros. Volver con una comitiva tan heterogénea buscaba transmitir la idea de la amplitud del justicialismo. Los mal pensados sospecharon que llenar el avión con muchas figuras de relevancia nacional haría pensar más de una vez a quien se le ocurriese la locura de derribarlo.

Previa escala en Dakar, aterrizó en Ezeiza el viernes 17 a las 11:15. En el país era un día lluvioso, donde no trabajó nadie. La CGT llamó a un paro general y el gobierno había dispuesto que fuese feriado.

Se había organizado un descomunal operativo cerrojo alrededor del aeropuerto que incluyeron 35 mil soldados, artillería y vehículos blindados. Los miles de militantes que habían marchado al lugar no pudieron acceder, aunque se permitió que 300 de ellos quedasen en una suerte de corralito.

Al pie de la escalerilla a Perón, que vestía traje azul, camisa blanca y corbata celeste, lo esperaban dos autos, a los que subieron los que habían viajado en primera. Al pasar frente a ese corralito, Perón se bajó y fue cuando se tomó la histórica fotografía, saludando y al lado Rucci asistiéndolo con un paraguas.

Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio quisieron saludarlo pero no pudieron. Funcionarios del gobierno fueron al hotel con la pretensión que Perón fuese a entrevistarse con Lanusse, a lo que el anciano líder se negó. Por un lado Cámpora denunció que Perón estaba preso, mientras que López Rega proponía volver a Europa. El sábado a las seis de la mañana ordenó juntar las valijas y abandonar el hotel. Los militares le dijeron que era peligroso para su seguridad aunque le aclararon que no estaba detenido, que podía irse cuando quisiese.

La calle Gaspar Campos recuerda a un militar que combatió en las guerras civiles y en la del Paraguay, donde murió siendo prisionero. El petit hotel donde se alojó, a unas 15 cuadras de la residencia presidencial de Olivos, había pertenecido a un médico que había sido asesinado por un paciente. Este médico era el hermano del general Carlos von der Becke, quien presidió el tribunal que había degradado al ex presidente en 1955.

Perón se asomó por la ventana del primer piso con su característico saludo de brazos en alto. Los periodistas, a grito pelado, quejándose que hacía dos días que no descansaban, le pedían declaraciones. Perón respondió: “Y yo hace dos días que no me saco los botines”.

El 18 tuvo lugar el histórico encuentro con el radical Ricardo Balbín; el 20 por la noche juntó, en una cena en el restaurante Nino, a la mayoría de los partidos políticos.

Fuente: telam

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