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15/11/2025

La conmovedora amistad entre Ami y Sofía: la perra cuida de la yegua que sobrevivió a los golpes de la tracción a sangre

Fuente: telam

El rescate que reveló un vínculo inesperado: una perra acompaña desde hace años a la yegua y se negó a dejarla en el momento más crítico. Unidas por la calle, hoy se recuperan y buscan una nueva vida juntas

>El celular de Yésica Paola Antonio recibió una notificación mientras se tomaba un breve momento para descansar. Era un mensaje urgente en Instagram, de esos que llegan a tiempo y prenden todas las alarmas. Era el 7 de noviembre y le contaban que un vecino de San Miguel estaba siguiendo los pasos de un carro tirado por una yegua que ya había visto varias veces antes y cada día la notaba más deteriorada. La veía pasar frente a su casa, consumiéndose, como si el cuerpo ya no soportara más.

Pero llegó la gran sorpresa: no estaba sola. Al lado de su cuerpo tembloroso, una perra flaca, callada y alerta se movía como su sombra. Llevaba quién sabe cuánto tiempo acompañándola, siguiéndola, durmiendo junto a ella, protegiéndola como si su propia vida dependiera de la de la yegua. Y en parte, así era.

Cuando el móvil llegó al lugar, la escena era aún más dura que en los videos.

La yegua, sostenida apenas por los arneses del carro, respiraba como quien carga un planeta entero sobre el lomo... Respirar le pesaba. “Cuando le sacan el carro, la yegua se resbala y se desploma”, recuerda Yésica. El cuerpo del animal, con las costillas que sobresalían, cedió de inmediato, como si hubiera estado esperando ese segundo para dejarse caer.

Y fue entonces cuando ocurrió algo inesperado: al momento de poner al animal a resguardo para su traslado, los rescatistas notaron que una pequeña perra seguía cada movimiento de la yegua, pegada a sus patas, acicalándola, lamiendo sus patas, dando vueltas alrededor como un guardián diminuto y decidido. “Les dijeron a los carreros que se llevaran a la perra. Y ellos dijeron que no, que esa perra estaba siempre con la yegua y que se la iban a llevar”, relata la rescatista.

El comentario fue suficiente para entender lo esencial: esa perra no era “de alguien”, era amiga de la yegua. “Ahí me comentan que no se separaba nunca, para donde se movía la yegua se movía la perrita”, dice Yésica conmovida.

Claro que la dejaron subir al batán para que no dejara a su amiga. ¿Cómo no hacerlo?

Así pasó. Subieron primero a la yegua —a la que bautizaron Sofía— y detrás, sin dudarlo un instante, saltó la perra. La llamaron Ami, por “amiga”. Ese salto selló un destino compartido.

En el campo de la ONG, la primera noche fue crítica. La yegua estaba débil, deshidratada, dolorida. Ami se acostó a su lado y no se movió. Cada vez que un voluntario se acercaba para revisarla, la perra se paraba, olía, observaba y volvía a acomodarse cerca del hocico de la yegua, como si estuviera regulando su respiración.

Esa lealtad —tan animal, tan pura— sorprendió incluso a rescatistas con años de experiencia. Nadie podía explicar qué historia compartían, cuánto tiempo habían pasado juntas ni qué las unía de manera tan profunda. Lo único claro era que Ami no había permitido que la yegua, de unos 16 años, muriera sola en una zanja ni atada al carro. La había seguido, protegido y acompañado aun en las peores condiciones.

Los voluntarios temían que la perra se escapara: el campo tiene alambrados amplios, zonas abiertas y estímulos que suelen tentar a los animales rescatados. Pero Ami no corría ningún riesgo. No porque entendiera dónde estaba, sino porque no consideraba la posibilidad de alejarse de Sofía.

Por eso, cuando llegue el momento de que Sofía sea adoptada —cuando esté fuerte, sana y lista para un hogar definitivo— la ONG ya tomó una decisión innegociable: se adoptan juntas o no se adoptan.

La historia de Sofía y Ami visibiliza no solo el abandono, la crueldad y el esfuerzo de rescatar animales grandes, sino también la precariedad en la que trabajan las ONG que los reciben.

También enfrentan un problema estructural: no tienen vehículo. Necesitan una camioneta —no nueva, no regalada— que pueda recibirse en comodato o en un plan accesible. Sin eso, transportar fardos, viruta o mover el batán se vuelve un gasto eterno en fletes que la organización ya no puede sostener.

Mientras tanto, Sofía y Ami siguen juntas: la yegua rearmando su cuerpo; la perra vigilando cada uno de sus movimientos. Y el equipo de RECC sosteniendo, como puede, la esperanza de que la solidaridad alcance para seguir salvando vidas como las suyas.

Fuente: telam

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