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11/11/2025

Bibi Andersson, la musa de Bergman: un amor apasionado, el salto a la fama europea y la huella imborrable en el cine argentino

Fuente: telam

La protagonista de films como “Fresas Salvajes”, “El séptimo sello” y “Persona”, nació hace noventa años en Suecia y murió a los 83 en 2019. La actriz sueca conquistó corazones y pantallas desde Estocolmo hasta Buenos Aires. Su vínculo con el legendario director, los romances y los desafíos de una vida marcada por el arte

>Dicen que tenía una mirada inolvidable. Con su cabello rubio, siempre corto, y su sonrisa angelical, Bibi Andersson fue la musa inspiradora del director sueco Ingmar Bergman. Y se convirtió en una estrella indiscutida del cine en toda Europa. Pero también fue amada y reconocida en la Argentina, donde tuvo la oportunidad de compartir filmaciones con grandes figuras a nivel local.

Aquella escena tan absurda como pintoresca, bastó para que el cineasta no solo descubriera su talento, sino que también cayera rendido ante sus encantos de mujer. Así fue como ambos comenzaron un apasionado noviazgo. Y la joven no dudó en dejar sus estudios en el instituto Royal Dramatic Teather, para dedicarse al teatro en Malmö, donde él dirigía obras de August Strindberg.

Esta última, para muchos, fue una de sus mejores interpretaciones. Allí, Bibi encarnó a una enfermera y compartió pantalla con la noruega Liv Ullman, que hacía a la paciente que ella tenía que cuidar. Pero fue entonces cuando Bergman decidió terminar su relación sentimental con ella para empezar un romance con quien se convertiría en su nueva favorita, siguiendo su costumbre de involucrarse con sus actrices fetiches. “Vio nuestra amistad y quería entrar dentro de ella. Involucrarse”, dijo Andersson al recordar el final de su historia de amor con el director.

Bibi, por su parte, se puso en pareja con el escritor y director de cine sueco Kjelñl Grede, ganador en 1968 de una Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, con quien se casó en 1960 y tuvo a su única hija, Jenny. Ambos se divorciaron trece años más tarde y el hombre falleció en 2015. En tanto, en 1979 la actriz contrajo enlace con el escritor y político Per Ahlmark, de quien se divorció a los tres años. Y en 2004 se unió el médico argentino radicado en Suecia Gabriel Mora Baeza, quien la acompañó hasta el final de sus días.

Pero la realidad es que, a pesar de haber comenzado de la mano de un gran amor que la marcó para siempre, la carrera de Andersson trascendió a sus parejas. Además de desplegar su talento en teatro, participó en La carta del Kremlin (1970), de John Huston, La amante (1962), de Vilgot Sjorman, por la que ganó un Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1963, El festín de Babette (1987), de Gabriel Axe y algunas producciones españolas como Una estación de paso (1992), de Garcia Querejeta.

Aunque empezó su carrera siendo muy joven, los años ‘80 la encontraron en pleno esplendor. Fue entonces cuando desembarcó en la Argentina para filmar Pobre mariposa (1986) dirigida por Raúl de la Torre, donde conoció a la gran diva del cine Graciela Borges y a Lautaro Murúa, y Los dueños del silencio (1987), de Carlos Lemos, donde compartió el protagónico con Arturo Bonín. A finales de esa década, en tanto, centró su carrera en la televisión y en el teatro, donde volvió a colaborar varias veces con Bergman.

En sus últimos años de actividad, Andersson se dedicó a dirigir teatro en Estocolmo. Pero en 2009 sufrió un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado y, desde entonces, desapareció de la escena pública. Falleció el 14 de abril de 2019, en su tierra natal. Y el mundo entero se lamentó por su pérdida, recordando lo simple y generosa que había sido con quienes tuvieron la suerte de cruzarse en su camino a lo largo de su carrera.

Fuente: telam

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