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08/11/2025

Autoconfianza a prueba de dudas: 7 tácticas para líderes inseguros que sí funcionan

Fuente: telam

La exigencia por llegar a niveles más altos puede volver a los profesionales más desconfiados de su propias capacidades

>La inseguridad personal no es un rasgo fijo: es un estado entrenado por años de autocrítica, comparación con los demás y miedo a la incertidumbre. En la carrera corporativa, se observa diariamente cuando la exigencia por llegar y escalar a niveles más altos, somete a los profesionales a una presión tal que produce el efecto contrario: en vez de empoderarlos, los vuelve desconfiados de su propias capacidades para asumir nuevos desafíos.

Mediante investigaciones de la conducta y el comportamiento humano, se sabe que la inseguridad sostenida se vincula con un deterioro de aspectos sutiles de la salud mental, peores decisiones y relaciones más frágiles. La buena noticia es que se puede revertir con hábitos concretos y medibles.

La inseguridad en la alta dirección sigue un proceso similar al de cualquier persona, y combina tres piezas: una autoestima vulnerable, baja autoeficacia (no me creo capaz) y la intolerancia a la incertidumbre (vivo lo incierto como amenaza). A su vez, la repercusión interna es más profunda: una baja autoestima continua predice depresión y ansiedad, lo que convierte a la inseguridad en un factor de riesgo activo, no un simple reflejo del ánimo del día.

Si se le suma ese sentir que “no estoy a la altura”, se reducen conductas de aporte, iniciativa y voz, puesto que la autoeficacia se asocia de forma robusta con el desempeño y la autopercepción de uno mismo de sentirse útil, o no, de expresarse y ser tenido en cuenta, y de poder tomar decisiones rápidamente. Por otra parte, la intolerancia a la incertidumbre es un factor que se asocia con ansiedad, depresión y la evitación, y además predice el agravamiento de síntomas con el tiempo, por el afán de querer controlar los acontecimientos.

1) Salud mental: mayor riesgo de depresión y ansiedad.

La baja autoestima incrementa la probabilidad de episodios depresivos y ansiosos a futuro. No es solo correlación: una imagen débil interna que se traduce en síntomas externos, hace que la persona viva disminuida respecto a sus posibilidades, y, con el tiempo, cae por no poder afrontar su propia realidad. De allí que muchos líderes eligen construir, a la fuerza y sobreactuando, un personaje para el mundo laboral, y son distintos en el ámbito personal. Esto, a la larga, produce una profunda contradicción interna.

Las personas inseguras atribuyen éxitos a la suerte y temen ser “descubiertas”. El popular fenómeno del impostor se ha ligado recientemente a una mayor dosis de ansiedad, burnout -síndrome del quemado- y menor satisfacción laboral. En paralelo, cuando la persona se percibe con mayor autoeficacia, aumenta el rendimiento.

La inseguridad de apego (ansiosa, dependiente de los demás, o evitativa) se asocia con menor satisfacción de pareja y amistades, incluso relaciones con la familia. Al tener dosis más alta de insatisfacción por falta de seguridad interior, el umbral de tolerancia baja su mínimo nivel, y allí nacen los conflictos que, en este tipo de personas, suelen ser recurrentes.

La intolerancia alimenta la preocupación, la falta de toma de decisiones y la búsqueda de garantías imposibles, en el supuesto de que la persona quiere tener todo bajo control. Esta forma de proceder lo único que logra es empeorarla: cronifica la duda.

Quien no confía en sí tiende a postergar para “no fallar” o a esperar “que todo sea perfecto” para actuar. La procrastinación se relaciona fuertemente con baja autoeficacia y dificultades de autorregulación; no es sólo un tema de planificación o de organización del tiempo.

1) Diseña “intenciones de implementación” (el poder del ejercicio del “sí…”)

Traduce tu objetivo en disparadores concretos: “Si programo el lunes a las 8:30, entonces envío el mail de propuesta”. Se ha comprobado que el “Sí / entonces” muestra un efecto medio-alto en personas inseguras. Para probarlo y adaptarlo a tu personalidad, haz tres planes sencillos con este formato; defínelos con sus objetivos, por pequeños que sean, agéndalos y colócalos escritos en lugares visibles para evitar procrastinar.

Escribe: Deseo (Wish), Resultado (Outcome), Obstáculo interno (Obstacle) y Plan (Plan). Y agrégale MCII, Contraste Mental de Implementación de Intenciones. En palabras simples, el diseño del primer modelo te permite hacer foco en lo esencial de la inseguridad que quieres superar; y el segundo, te ayuda haciendo el contraste para ver en transparencia las posibilidades futuro deseado versus realidad actual. Para esta segunda parte, necesitas hacer el contraste con las opciones de implementación; por ejemplo: “si X -lo que quieres lograr-, entonces haré Y -lo que vas a actuar, por minúsculo que sea-

Cuando te invada la duda, háblate en segunda persona, como si tu otro yo estuviera frente a ti. Por ejemplo: “(empieza con tu nombre) Tú puedes… ¿Qué te conviene ahora?”. Hay varios ensayos que muestran menos reactividad emocional y decisiones más racionales con este micro-ajuste en tu forma de expresarte. Es que el lenguaje que utilizamos no es inocente y forma estados de consciencia, los que, a su vez, se pasan a la mente consciente, y de allí, a hacer realidad esas manifestaciones verbales.

Esta técnica requiere seguirla minuciosamente y sugiero hacerlo por escrito, porque todo lo que hacemos sólo mentalmente tenderá a desaparecer o desvirtuarse. Entonces, escribe y relee.

(a) Nombra la emoción (“Estoy ansioso”).

(c) Define la siguiente acción mínima. La revaluación supera a la supresión de la acción para regular las emociones y obtener un mejor resultados. La ‘acción mínima’ puede ser tan pequeña, casi insignificante, que no habrá motivo para que tu mente la rechace. Practícala en un “diario de reencuadre” 3 veces por semana.

Prueba este protocolo de 5 minutos: con la mano derecha sobre la zona del corazón, respira 6 ciclos, di -por ejemplo: “Esto es difícil; pido y me comprometo que pueda ser amable conmigo; que pueda elegir el próximo paso útil”. Si lo deseas, puedes agregar tres aspectos positivos de ti, como refuerzo constructivo. De esta forma, con práctica continuada, percibirás mejoras en el bienestar y una paulatina reducción de ansiedad y estrés tras entrenar autocompasión. En definitiva, ser más suave contigo.

Practica 8–10 minutos de atención plena a la respiración con una app o temporizador. Volver a tu eje te hace más vulnerable a lo que vives y sientes en cada momento. Cuando contactas con ese espacio interior, paulatinamente percibirás menos estrés y mayor autoconfianza en los distintos aspectos de tu vida. Una pregunta que puedes formularte mientas practicas es: “¿Qué información útil sería importante que me llegue en este momento?”; y ábrete a escuchar tu propia sabiduría: posiblemente sea una palabra, un aroma, un sonido, una imagen, una letra. Ese sería un indicio para lo que necesitas saber.

Durante 15 a 20 minutos, escribe sin filtro sobre la situación que te inquieta y lo que harás en las próximas 24 horas. Hazlo a mano, sin buscar una redacción ideal. Solamente escribir, incluso palabras sueltas. Este efecto desagote de tu inseguridad sirve para despejar la acción que quieres llevar a delante, para, luego, planificarla y despejar tu plan concreto.

Limita la validación externa: pide criterios, no aprobación (“¿Qué estándar debe cumplir esta propuesta?”, “¿Puedes comentarme sobre qué base me expresas eso, así puedo considerarlo?”).

Cierra cada jornada con “3 victorias pequeñas” para entrenar evidencia de capacidad de autoeficacia, que es la certeza de que sí hay cosas que has hecho bien este día. Además, te conectas con la gratitud, otro antídoto frente a la inseguridad.

Fuente: telam

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