08/11/2025
Un tour por San Telmo que recorre las raíces negras de Buenos Aires: otra forma de celebrar la afroargentinidad y su historia
Fuente: telam
La agencia Lunfarda Travel nació con un concepto que no suele ser común entre los negocios de su clase: pensar el turismo como un modo de visibilizar a las comunidades minoritarias que conforman nuestra sociedad, como una manera de construir identidad, como motor de cambio social. Por eso, además de las propuestas más clásicas, ofrece otras que narran los orígenes de estas colectividades, muchas veces tergiversados. En el Día Nacional de la Afroargentinidad, su pasado y presente en este suelo
>“No hay personas negras en Argentina”. La afirmación, tan categórica como errada, trascendió y recorrió el tejido social hasta ganarse —¿imponerse?— el lugar del sentido común. Desde fines del siglo XIX, cuando la inmigración europea empezó a llegar al país en oleadas intensas, el relato que dice que “los argentinos venimos de los barcos” —y por tanto somos hijos de la Europa blanca— se repitió incansablemente desde los discursos fundacionales de la nación hasta la actualidad y logró encarnarse en la cultura, en la educación, en el imaginario nacional.
—Se puede ver cómo el turismo contribuyó a solidificar esa idea, a reproducirla y a venderla, incluso, al exterior: vender a la Argentina como un país sin comunidad ni cultura negra.
—Ahí traigo esto de que si las personas negras fueron dejadas a su suerte y por lo tanto quedaron más vulnerables durante la epidemia de la fiebre amarilla, entonces sí han muerto bastantes ahí, aunque no fue el mayor grupo de afectados (una compañera me dijo que estuvo investigando y que murieron más italianos). Pero algo para mí muy clave, que siempre digo, es que cuando vinieron seis millones de europeos nuestro país tenía un total de dos millones de habitantes. Entonces es medio una matemática simple. Y después, el hecho de que murieron en las guerras como carne de cañón también es una realidad. Pero justo ayer estaba haciendo un tour y dije: “Qué loco: cuando pensamos en las guerras de la independencia no imaginamos a personas negras luchando, pero después se repite que murieron ahí porque, claro, los mandaron a la guerra”. Es como una gran contradicción.
Es miércoles 5 de noviembre y San Telmo late otro pulso. No está atestado de turistas ni se escucha el tango en la Plaza Dorrego, no hay que esquivar el amontonamiento de la feria ni hacer filas en ningún restaurante. El tráfico infinito que hay que superar para atravesar la ciudad parece esfumarse y dar paso a una armonía inquebrantable una vez en sus pasajes. Los faroles que acompañan las calles de adoquín, como anunciando el barrio postal, descansan bajo un cielo purísimo. Las veredas se ofrecen al sol, dejándose entibiar en la mañana fresca de primavera.A contramano de lo que sucede en otros barrios, aquellos de moles de hormigón que tapan el sol, tubos fluorescentes y oficinas que se ahogan en una vorágine infernal de computadoras y papeles, San Telmo amanece ajeno al ritmo frenético de la ciudad. Se asoma a la mañana porteña con una calma imperturbable. Como si ese fuera su tiempo para reponerse y prepararse para su propia vorágine, su propio show: el fin de semana, cuando las oficinas duerman, San Telmo se encenderá.Al cruzar el umbral, una invasión de colores y texturas envuelve los sentidos: cuadros, percheros con ropa, artesanías, un tarot africano, accesorios, peinetas, pañuelos, objetos de todo tipo que rápidamente conducen a la cultura afro y su inserción en Argentina compiten por la atención, son un imán para visitantes y curiosos. Entre los retratos, Gardel, la activista feminista brasileña asesinada, Marielle Franco; entre los objetos, las bases de Lunfarda: una bandera LGTBIQ+, el pañuelo de la campaña por la despenalización del aborto. Es que además de ser una agencia de turismo que ofrece más de sesenta experiencias —de las que destacan el tour de historia afro, el de historia queer, el de historia judía y uno dedicado a niños y niñas—, desde abril de este año en el local también se presume “El Tambo Afro”: la primera tienda de emprendedores afrodescendientes del país, fundada por Julia y otras dos socias a partir de la demanda de quienes llegaban al tour y preguntaban dónde conseguir productos hechos por personas de esa comunidad.
“Los barrios del tambor” es una de las maneras en que se conoce a aquellas zonas que históricamente albergaron a comunidades afrodescendientes, donde tenían lugar el candombe y otras manifestaciones culturales. Estos sitios, los tambos —o naciones, como explica Julia— eran los puntos de encuentro y reunión allí.
—Es la más angosta de Buenos Aires —acota Mariana, fundadora de Lunfarda— y tiene un montón de mitos adosados.
—Eran lugares donde se mantenían las tradiciones, como tocar los tambores —sigue Julia—, que de ahí nos llega el candombe de alguna forma, era ese sostenimiento en comunidad de esas prácticas que eran fundamentales para las personas africanas. Los tambores también eran muy importantes en los funerales, por ejemplo, era una forma de elevar al alma, el paso de ese ser humano a ser un ser ancestral, un ancestro. Entonces, había algo de eso, de cómo sostener esos ritos. Y también se hacían fiestas donde juntaban limosna, que la usaban para comprar terrenos o para comprar libertades de otras personas.
Como el barrio esta mañana la agencia está calma, reluciendo su cielorraso pintado a mano, un diseño que se expande como un tapiz floral y se deja iluminar por el chorro de sol que entra por la vidriera. Mariana despide a Loreth, una mujer trans vestida y maquillada de rosa, que entró hace unos minutos al local y es amiga o habitué. “¡Nos vemos el sábado!”, se dicen. El sábado, Día de la Afroargentinidad, hay fiesta. Aunque ahí, en Lunfarda, la cultura afro se celebra, se reivindica, todo el año.Lunfarda Travel nació a fines de 2019. Cuando Mariana decidió fundarla no sabía que apenas unos meses después el mundo entraría en cuarentena obligatoria y el turismo se encerraría bajo llave y candado sin fecha de reapertura en el horizonte. Más aún: cuando alquiló la casa de belleza sublime que la aloja la pandemia todavía se esparcía por las fronteras y mantenía a todas las personas en sus casas. Pero Mariana tuvo fe. Y no se resistió ante este sitio de baldosas de damero. Este local de aberturas de madera y hierro repujado, elaboradas con la solidez y la delicadeza del trabajo artesanal de antaño. Este espacio que había sido una vidriería y antes una peluquería, y que cuando entró tenía el techo pintado del color naranja “más feo del mundo”, al que ella, con el talento de un amigo, transformó en una obra de arte que lo completa.Mariana se había formado como guía turística. En las agencias en las que trabajaba, en las que muchas veces desarrollaba tours relacionados a la comunidad judía, a la que pertenece, ya masticaba la idea de que el turismo, bien enfocado, podía ser un dispositivo de gran riqueza para la construcción de la identidad. Y que también podía pensarse como una herramienta de transformación y cambio social. Además traía reflexiones sobre cómo había permeado y se repetía sin miramientos el discurso de que en Argentina no había personas negras. Llevó estas ideas y la propuesta de abordar el turismo vinculado a las colectividades a los lugares donde ejercía su oficio, pero no encontró interés por parte de las agencias. Entonces, decidió abrir la suya.
La fundadora de Lunfarda había decidido integrar a su agencia en ciernes un tour de historia afroargentina. El feminismo también la había llevado a una charla de un grupo de mujeres afrodescendientes que planteaban el rol de las personas blancas y como, desde sus lugares, sus espacios de trabajo o sus accesos de privilegio con respecto a la minoría negra, también podían contribuir. Ahí lo supo: desde su empresa quería aportar contenido a través de un recorrido que ayudara a romper con el discurso de que los argentinos éramos todos blancos, hijos de europeos que habían bajado de los barcos y que no había habido negros. Y si algo tenía claro era que no solo importaba contar los hechos sino que era igual o quizás más importante el lugar y la mirada desde la que se los contara. La persona que lo hiciera debía, inexorablemente, ser de la comunidad afro.
Con esa convicción implacable, luego de publicar en Instagram y que los amigos de por medio hicieran lo suyo, conoció a Julia. Que es negra, alta, de ojos cafés, con un pelo rizado y voluminoso que deja su linaje en evidencia.
Tanto Mariana, que no es afrodescendiente pero es judía, como Julia, que es ambas, llegaron a conectarse con la comunidad afro y a converger en este proyecto a través del feminismo, que hizo de lazo y puerta de entrada para otros activismos. En el caso de Julia, de la mano del grupo al que se acercó llegó al Encuentro Nacional de Mujeres que se celebró en Rosario en 2016.
El nombre, en idioma kpelle, hablado por el pueblo de Liberia, Guinea y Costa de Marfil, y por la madre de una de las integrantes del colectivo que es de Liberia, es una suerte de bendición que ella les regaló: significa “todos nosotros, cada uno de nosotros”.
—Lo que le propuse a Juli fue que encarara la investigación histórica —recuerda Mariana—. Yo había armado un montón de preguntas que eran los sentidos comunes e inquietudes que me traían los pasajeros a los tours y empezamos a hablar de cómo llevar eso al territorio. Yo dije que me parecía que lo más lógico era hacer algo por San Telmo porque iba a haber un montón de atractivos que se iban a poder mostrar. Y porque es conocido en turismo por su apodo, “el barrio del tambor”, pero lo único que quedó en el imaginario colectivo son las llamadas de los domingos [N. de la R: los grupos de candombe que tocaban los tambores en las calles]. Entonces nos preguntábamos cómo desandar todo el resto del patrimonio. Y Julia armó una investigación larguísima. Estuvo seis meses buscando información. Yo iba dando una mano e iba pensando cómo transformábamos esos contenidos en paradas en cada lugar, qué es lo que íbamos a mostrar. Ahí nos encontramos con otro desafío muy común en los tours que tenemos en Lunfarda que es el de cómo rescatar una historia que está escrita por las personas que no son parte de esa comunidad.
—La investigación del tour llegó en esos momentos de la vida en que las cosas confluyen —rememora Julia— porque en el 2020 el Ministerio de Cultura había lanzado el concurso nacional “María Remedios del Valle” [N. de la R. La madre negra de la patria, en honor a quien cada 8 de noviembre, día de su fallecimiento, se celebra el Día de la Afroargentinidad]. La convocatoria tenía un montón de categorías artísticas y realmente generó bases para una difusión mucho mayor de la figura de María Remedios y de la historia afroargentina en general. Por ejemplo, el retrato oficial que hoy está en el billete de diez mil pesos fue el ganador del concurso en su categoría. El monumento que estaba acá cerca [N. de la R. y fue vandalizado y quemado completamente en 2023], que es donde empezamos el tour, también surgió ahí. Y con un equipo nos presentamos para la categoría “Documental” y ganamos. Hicimos la película de María Remedios, que se llama María, presente, para la que tuvimos que investigar un montón. Al mismo tiempo estaba investigando para el tour. Toda la cuarentena, para mí, fue eso.
Mientras el mundo se ponía en pausa y sus habitantes transcurríamos los días entre estadísticas fatales de mortalidad, medidas de flexibilización, alcohol en gel, tapabocas, ansiedades y miedos, Julia se sumergía entre libros, artículos e investigaciones para recuperar la historia de su comunidad en este suelo. Para cuando la cuarentena se levantó, Lunfarda Travel estaba lista para lanzar el afro tour, una propuesta que ofrecen tanto a turistas extranjeros como a locales, para quienes brindan, cada tanto, un recorrido especial y subvencionado.El recorrido sigue por un mural de Maradona en el que la guía cuenta que un historiador trazó su genealogía unas cinco generaciones para atrás y descubrió que tenía raíces afro, es decir, que era descendiente de esclavos. Según esa teoría “Maradona sería el apellido del esclavizador”, dice Julia, y explica.
Una de las preguntas más frecuentes que recibe Julia en el tour, y que también aborda con Maradona de fondo, es si es correcto decir “negro” o “negra” para referirse a las personas de la comunidad afro. Y lo hace ahí para marcar la diferencia entre el término que alude a una persona afrodescendiente y el que se utiliza como calificativo de clase o más bien de desclasado, como se percibía Maradona.
El afro tour pasa también por un mural en el que una pareja baila tango, “entonces hablamos de las raíces negras de los ritmos folclóricos”; por una galería que era un antiguo conventillo “y hablamos de la vida en estos sitios, y del lunfardo y los africanismos en el lunfardo”; por un restaurante cuyos dueños son de la comunidad caboverdiana “que es una de las migraciones más modernas de África y que tienen un vínculo muy fuerte acá”; y por la iglesia de San Pedro Telmo “que tiene un memorial a las víctimas de la epidemia de la fiebre amarilla”.
—¿Logran entender por qué Argentina es como es?
Antes de regresar a la agencia-tienda para dar por finalizado el recorrido, el grupo guiado por Julia habla también de Antonio Gonzaga, el cocinero afroargentino que fue el primero en recopilar y escribir un libro de recetas en el país, entre ellas, la que enseñaba a hacer asado; van al Parque Lezama, donde el monumento de Pedro de Mendoza con un paredón detrás donde está tallada una mujer querandí da pie para hablar sobre el borramiento de buena parte de la historia indígena del país y de la ciudad “y de cómo los monumentos siguen manteniendo viva esa historia”; al Museo Histórico Nacional “que en una de sus puertas tiene una imagen que es un fragmento de una bandera que le hicieron las mujeres negras de Buenos Aires a Rosas, quien tuvo una relación muy cercana con la comunidad afroporteña”.
El cierre, después de hablar del candombe frente a unos murales de un artista brasilero que era vecino del barrio, sobre la calle Bolívar, es la reflexión que intenta comprender la composición demográfica del país.
Según el último censo poblacional, en Argentina la comunidad afrodescendiente es de unas
—El número es muy relativo. Conozco casos, por haber hablado con personas que me contaron de sus antepasados negros o amigos de amigos, que no pusieron “afrodescendiente” en el censo. Hay muchas personas que lo son pero no lo saben, familias que lo niegan. Han venido personas al tour que se acababan de enterar que tenían una abuela que era negra y nadie se los había dicho, o lo escondían. Hay muchas de esas historias. Entonces, también lleva un tiempo hasta que las persona tienen las conversaciones o se encuentran con su identidad y pueden reconocerla. Recién estamos en ese proceso.
Fuente: telam
Compartir
Comentarios
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!



