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08/11/2025

La increíble aventura de un joven oficial en la Antártida: dos años entre los hielos tras quedar varado con una expedición sueca

Fuente: telam

El entrerriano José María Sobral, alférez de navío, tenía 21 años cuando se convirtió en el primer argentino en pasar el invierno completo en el continente blanco. Cómo se sumó a la expedición de Otto Nordenskjöld de 1901, sus experiencias y el rescate de la corbeta Uruguay

>De pronto, el joven José María cayó en la cuenta que tenía tres días para prepararse para el viaje de su vida. Estaba exultante por el ofrecimiento y por la posibilidad de ir a la Antártida, a la que solo había viajado en sueños. Su primera reacción fue la de comprarse ropa que él consideró adecuada: tres trajes gruesos, cinco pares de botas, dos pieles de guanaco, ropa interior de lana y una gorra. Menos la ropa interior, nada le serviría.

El velero Antartic había llegado al puerto de Buenos Aires el 16 de diciembre de 1901, comandado por Carl Anton Larsen, un viejo ballenero que conocía las aguas del Atlántico Sur. Allí se aprovisionó de agua, carbón y herramientas para poder sobrevivir un año en la Antártida.

No las tenía fácil. No hablaba sueco ni noruego, no estaba acostumbrado al clima frío y tampoco llevaba ropa acorde. Se comunicaba en inglés con los lacónicos nórdicos y solo logró hacerse amigo de Frank Wilbert Stokes, un artista norteamericano, pero que se bajaría a mitad de camino.

Además de Nordenskjöld -un doctor en geología de mediana estatura, rostro alargado, ojos azules y con barba y bigotes color cerveza- integraba el grupo el médico Ekelof, que estudiaría la bacteriología; Bodman y el propio Sobral , que estarían a cargo de las observaciones magnéticas, meteorológicas y astronómicas; Jonassen se ocuparía de los perros y de los trineos y se contaba con sus habilidades de carpintero y herrero, y Akeriundh era el cocinero.

El viaje le serviría para aprender el sueco, pero sus compañeros de viaje, si bien eran amables, mantenían la distancia. Solo recurrían a él en alguna escala donde se hablaba español.

El 12 de enero avistaron la Antártida y el 19 ya no pudieron continuar avanzando, por el hielo. Sobral no la pasaba bien. Al problema de la comunicación, creía que nuestro país estaba en guerra con Chile por cuestiones de límites, y lo torturaba pensar que sus compañeros lo creyeran desertor por no estar junto a ellos.

Pero no todo saldría según lo planeado. El Antartic, cuando regresaba a Cerro Nevado, quedó atrapado en los hielos y terminaría hundido a cuarenta kilómetros de la Isla Paulet. Allí, veinte hombres armarían un refugio con lajas del lugar y con madera que pudieron rescatar del barco. Usaron lonas como techo, de un lado colocaron la puerta y en la pared opuesta una ventana, cuyo vidrio lo sacaron de un cuadro del rey sueco.

El grupo no tenía cómo regresar.

Al día siguiente luego de un encuentro entre el presidente Roca y su ministro de Marina se dispuso preparar una expedición de auxilio. En Suecia y Francia también armarían misiones similares.

El gobierno dispuso que la misión de rescate fuera con la corbeta ARA Uruguay, que estaba en la Armada desde julio de 1874. Fue construida en los astilleros Cammell Laird Brothers de Birkenhead, en el Reino Unido, junto a su unidad gemela, la corbeta ARA Paraná. Ambas embarcaciones fueron financiadas con fondos de la Ley de Armamentos promulgada en 1872 y fueron los primeros barcos de hierro y vapor adquiridos durante la presidencia de Sarmiento.

Se consideró que era el buque más adecuado al haber hecho un viaje similar años atrás. Sus depósitos podían llevar carbón para cubrir el viaje de ida y vuelta entre el Cabo de Hornos y el punto donde debían estar los hombres. Era considerablemente fuerte ya que había sido ideada para llevar cañones de grueso calibre y soportar disparos de esas piezas.

Se modificó su planta propulsora, se reemplazaron los motores por los de un destructor, se aumentó su capacidad de carga, se reforzó el casco, se realizaron cambios en los mástiles y las velas, se añadieron protecciones en proa y popa para evitar el impacto del mar en las cubiertas, se duplicaron los timones y se acondicionó la calefacción necesaria para la tripulación.

El jueves 8 de octubre a las 13:30 Roca llegó a Dársena Norte con su gabinete. Luego de unas palabras, a las dos de la tarde la Uruguay zarpó, entre aplausos y vivas a la patria, con la ayuda del remolcador Vigilante. Luego tomó el Canal Norte y desapareció en el horizonte.

En un mojón de piedras, hallaron la inscripción: “Jesson. 1899. Sobral, Anderson. Octubre 1903”. Eso los había llevado a recorrer la costa y cuando se disponían a alejarse por la proximidad de icebergs, divisaron una carpa, donde estaban refugiados el médico y el cocinero, quienes indicaron la zona donde estaba el grueso de la tripulación.

Mientras tanto, la dotación del Antartic seguía sin dar señales. Sin embargo, esa misma noche, Larsen llegó a Cerro Nevado en bote con cinco de sus hombres, sin conocer la presencia del navío argentino. Los expedicionarios, la tripulación de la corbeta y el pequeño grupo del Antarctic cargaron los materiales y las muestras científicas recogidas durante dos años y se dirigieron hacia la Isla Paulet, donde se reunieron con el resto de la gente.

Subieron a los nueve perros que habían sobrevivido y el 10 de noviembre todos estaban a bordo de la Uruguay. Quedaba para siempre en el continente blanco un tripulante del Antartic, llamado Wennersaard, fallecido por un ataque al corazón.

El 2 de diciembre de 1903 arribaron a Dársena Norte, dos años después de la partida del buque polar hacia la Antártida. Antes de desembarcar, un equipo de sastres, peluqueros y zapateros hicieron que se vieran presentables.

De carácter fuerte, formó una familia con nueve hijos, cuatro de ellos suecos. El presidente Agustín P. Justo lo nombró embajador de Noruega. El 14 de abril de 1961, el día que cumplía 81 años, murió aquel joven oficial que no había tenido mejor ocurrencia que ir a la Antártida con un par de trajes de lana gruesa.

Fuente: telam

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