Sábado 8 de Noviembre de 2025

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08/11/2025

Lucrecia Martel: “Prefiero que me juzgue la historia pero no dejar de opinar sobre mi tiempo”

Fuente: telam

Entrevista con la gran cineasta argentina, a propósito de “Un destino común”, su primer libro, que reúne algunas de sus intervenciones públicas. En esta charla reflexiona sobre la tecnología, el poder, la cancelación, los jóvenes, el fin de una era y todo lo que el cine puede inventar todavía

>Antes de filmar Zama, Lucrecia Martel hizo un pequeño viaje en barco hasta Corrientes. En ese viaje llevaba para leer documentos y crónicas de la Colonia acerca de diferentes expediciones en América. Fue entonces cuando dio con la imagen, de un magnetismo fabuloso, que la dejó pensando. El narrador de una de las crónicas aseguraba que, a cualquier hora, si alguien caminaba por alguna de las ciudades mineras (norte de Chile, Perú, Bolivia) iba a encontrarse con indios que deambulaban sin saber adónde ir, mirando alrededor, sin poder conciliar el sueño y desorientados.

Lo explica así: “El mundo en el que creían, el que los organizaba, el que les permitía sobrevivir, había colapsado. Sus horas de vigilia, sus mejores horas, estaban ahora transformadas en trabajo para los otros. Y las cosas en las que creían, las más sagradas, habían sido derribadas, destruidas, burladas. Pienso que es un poco lo que nos está pasando, y no solo en este país, sino en esta era, en este mundo. Humildemente pienso que estamos en esa situación”.

Si escucharla es siempre una experiencia singular, leer las ideas de Martel a partir de la articulación que propone el libro añade otra perspectiva, entre iluminadora y aluvional: interpretaciones, lecturas y frases reveladoras de una manera de ver el presente. Es interesante porque, en la mayoría de los casos, habla ante audiencias compuestas por gente muy joven, que buscan en ella una suerte de guía que va más allá de su trabajo en el cine. Hay algo en su forma de analizar su tiempo que se distingue de otras expresiones cada vez más marcadas por el miedo a la crítica, el escrache o la cancelación.

La expectativa sobre su obra no cede: en estas semanas Martel está presentando por el mundo su nueva película, A través de las voces de los miembros de la comunidad y de algunas fotografías, en el documental “se revela el origen remoto del crimen, arraigado en una historia de usurpación territorial que se extiende desde la época colonial hasta la actualidad”, según se lee en algunos de los textos divulgados por la producción de la película, que aún no se vio en la Argentina. Nuestra tierra, cuyo estreno está programado para marzo de 2026, tuvo su premier mundial en el Entre viaje y viaje, por unos días Martel estuvo en Salta, su provincia, aquella en la que nació y vive y que es también escenario de algunas de sus películas. La charla con Infobae se fue dando por etapas: hubo correos, hubo mensajes de whatsapp y hubo también un buen rato de videollamada.

— Un libro no es una película y éste es tu primer libro. ¿Cómo te sentís con este cambio de lenguaje?

— Entiendo que cuando das tus charlas no llevás el texto escrito aunque sí llevás notas, ¿es así?

— Sí, eso se advierte. Muchas veces esas ideas o disparadores son también obsesiones que se repiten a lo largo del tiempo. Son como los temas eje de tu pensamiento, en definitiva.

— Me da la impresión de que en los más jóvenes se perdió el valor o el sentido de la democracia que tenemos quienes vivimos en dictadura. De pronto, pudimos heredarles a nuestros hijos algo de esa épica que fue el regreso del sistema democrático pero en las generaciones siguientes, para una enorme mayoría la democracia solo tiene deudas con ellos. Entonces, ¿qué les vas a decir, que con los militares estábamos peor? Hoy para convocarlos alcanza con un discurso que encienda la ilusión de poder llegar a fin de mes o tener un trabajo y un lugar donde vivir. ¿De qué los podemos acusar?

— Ahora, tanto la pérdida de valor de la democracia como la cuestión de la vivienda no son temas cruciales solo en Argentina o Latinoamérica. En Europa y en otros países centrales, el tema de la vivienda para los más jóvenes es un problema grave.

— Ahora, ¿cómo se explica eso? Allá sucede y también acá, que hay cantidad de edificios con departamentos vacíos. Se habla de lavado de dinero, pero ¿qué hacen con todos esos departamentos vacíos? No termino de entender ese negocio.

— El espacio que se contrae, de lo que tanto hablás…

— Justamente decías recién que hablás mucho con gente joven y en esas intervenciones se advierte en vos una voluntad entusiasta, de estímulo.

— Me gusta cuando decís que “hay que inventar el cine”. Ahí me parece que vas incluso un paso más allá en esa cosa del entusiasmo. De eso te hablo.

— Te escucho y pienso que las imágenes que estás dando tienen que ver con la idea de epifanía y hasta de revelación, ¿no? Eso que estás diciendo, lo de abrirse a la percepción y mirar de nuevo.

— Aquellos “segunditos”, como decís, que resaltan los espectadores, no coinciden necesariamente con los segundos que vos imaginaste en el momento del montaje final. De pronto te sorprenden con cosas que no pensabas, ¿no?

— Cuando hablas de los relatos orales de tu abuela siempre me acuerdo de una anécdota que me contó el escritor Héctor Tizón hace muchísimos años, en Yala, Jujuy. Invitado por la Universidad de Leyden, en Holanda, le habían empezado a preguntar una vez más por el realismo mágico y entonces él les respondió: “Cuando yo era chico, antes de que nos durmiéramos mi abuela entraba a mirar que no hubiera serpientes bajo los colchones. Bueno, eso que para ustedes es realismo mágico, para nosotros era realismo pedestre”. ¿Qué eran los relatos de tu abuela?

— Una convención.

— En tus intervenciones decís algo así como que es mejor pensar en perspectivas que en lugar de verdades.

— Y en la ciencia además hay legitimaciones constantes, ¿no?

— Al tío facho lo queríamos igual.

— En el libro decís que estamos llenos de miedos y que hay que dejar de intentar quedar bien con todo el mundo. Resalto un fragmento: “Nos han vuelto impotentes de mil maneras: la cancelación nos ha vuelto impotentes, también la apropiación cultural”.

— Pensando en el título del libro, decís que armar el destino común “es la única tarea de la cultura” y describís a la cultura como “la guerra por las buenas”, una guerra que hay que pelear para incluir a todos. Parece una gran respuesta a los embates ultraconservadores contra el arte y también contra la investigación.

— Cultura es también una manera de mirar el mundo, ¿no? O sea, uno puede mirar la política y la sociedad desde la cultura.

— Y hoy diría que se necesita más que nunca para tratar de entender dónde estamos parados.

— Lógico, claro.

— Los otros días un amigo me recordó una cita de Carlos Monsiváis, el ensayista mexicano, que decía “O ya no entiendo lo que pasa o ya no pasa lo que entendía”. Que es una frase ideal para un momento como éste, en el que hay mucha gente que está pensando distinto a lo que fue hegemónico durante mucho tiempo.

— Ahí aparece otra de las cosas de las que hablás en el libro y es la enorme diferencia entre la ocurrencia y la idea. Vivimos en la era de las redes sociales, un tiempo en el que se celebra la ocurrencia y se piensa menos a largo plazo.

— Por momentos eso parece programático.

— No, no, es propio de una era también eso. Ahora, antes mencionaste la palabra útil. En el libro decís: “Uno está en un momento de la vida en el que realmente querés ser útil” y también decís que “en otra época, lo útil era algo malo. El arte no tenía que ser útil. Eso nos ha arruinado mucho”. Me gustaría un poco hablar sobre esa idea de utilidad porque, si entiendo bien, es algo que comparto y es que, en este momento, me propongo que lo que hago sea productivo para mí y para los otros.

— Es que no te podés dar vuelta por otros barrios, no hay manera. Son los nuevos editores de nuestra vida, los algoritmos.

— Pero no ocurre.

— Lo de la Inteligencia Artificial puede fascinar pero también puede ser muy aplastante.

— ¿Ah, sí? ¿Pensás eso?

— ¿No te da miedo entonces el avance de la IA?

— Vuelvo al tema del entusiasmo. Asistimos a un cambio de era que definís a partir de “una horrorosa crisis económica, una espeluznante crisis política y un cambio tecnológico brutal del que apenas estamos viendo el comienzo”. Sin embargo, en lugar de llamar a la resignación, convocás a ver todo de nuevo y a inventar. No solo a inventar el cine, digo; invitás a perder, incluso, horas de descanso para dedicarlas a la creación. Les hablás a los jóvenes y determinás que son una generación excepcional. ¿De dónde sacás energía y optimismo viendo con tanta claridad un panorama tan desolador?

— Al leer Un destino común y prestarles mucha atención a tus ideas y, sobre todo, cuando advierto lo que pasa con aquello que decís, con la fuerza que transmiten tus intervenciones, comencé a pensar en el lugar que tenía María Elena Walsh en la cultura argentina.

*El libro Un destino común se presentará con un diálogo entre Malena Rey y Lucrecia Martel el sábado 15 de noviembre, a las 17, en Deseo Club (Av. Chorroarin 1040, CABA), en el marco de una gran celebración por los veinte años de la editorial Caja Negra.

Fuente: telam

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