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02/11/2025

El hijo de Mario Vargas Llosa confesó que los paseos con su padre “se convirtieron en una forma de ayudarle a morir feliz”

Fuente: telam

El hijo mayor del Nobel de Literatura comparte cómo los recorridos diarios por Lima se transformaron en rituales de acompañamiento y evocación, fortaleciendo el vínculo familiar en la etapa final de la vida del autor

>La figura de “Yo tenía que cumplir una función, tenía la responsabilidad de conducirlo, y además quería que él fuera recordando cosas. En la vida real a él le encantaba convertirse en personaje, era un aventurero. Él decía siempre que no quería vivir entre paredes de corcho, quería hablar con todo el mundo. Siempre quería hablar… En esos viajes la idea era llevarle a donde ocurre, por ejemplo, el último capítulo de La historia de Mayta, era fundamental que esos paseos le hicieran rememorar lo que estaba perdiendo. Era un trayecto largo: él me escuchaba, y era evidente qué cositas iba recordando”, relató Álvaro Vargas Llosa.

La enfermedad impuso límites, pero los paseos por Lima se transformaron en un ritual de evocación y acompañamiento. “Le iba recordando. Le decía, por ejemplo, que en el capítulo que fuera había un narrador que se llamaba Mario Vargas Llosa, que va a la cárcel a buscar a Mayta. Le decía: ‘Quiero que te conviertas en el narrador que está yendo a la cárcel’. Era una responsabilidad. Otras veces era la historia de un niño que veía al padre morir. Él abría los ojos, era evidente que estaba recuperando imágenes, que vislumbraba cosas un poco vagas contadas por él mismo en sus libros”, explicó el hijo del escritor.

La dimensión familiar adquirió una fuerza inédita en esos meses finales. “La relación familiar fue intensa; siempre fuimos una familia, pero ahora éramos una tribu. Aunque viviéramos desperdigados por el mundo, todos convergíamos hacia él. Lo vivíamos con una intensidad nunca vista”, afirmó.

La reconciliación entre sus padres se convirtió en el acontecimiento más luminoso de esa etapa: “La reconciliación con mi madre es lo más hermoso que ocurrió en la etapa final de su vida”, confesó.

El vínculo entre padre e hijo se redefinió en esos paseos cotidianos, que se convirtieron en el momento más esperado del día. “Los paseos se convirtieron en una cosa maravillosa. Una forma de ayudarle a morir feliz. Cuando llegaban las dos de la tarde, acabábamos de comer, y ya quería salir, era el momento cumbre del día. Fue muy duro, pero hermoso”, expresó el hijo del Nobel.

La memoria de Mario Vargas Llosa mostró signos de fragilidad, aunque su última novela, Le dedico mi silencio, fue escrita con lucidez plena: “Sí, en perfecto estado de memoria. Fue lo último que pudo escribir. Cuando corrige las pruebas ya se advierte una decadencia. Luego quiso arrancar su ensayo sobre Jean-Paul Sartre, pero ya no pudo. Fue a la Academia Francesa, a recoger aquellos honores tan importantes para él, y ahí sintió que podría escribir sobre Sartre, pero me di cuenta de que eso no ocurriría”.

Al mirar hacia el futuro, el hijo del Nobel considera que la figura de su padre quedará definida por su obra y su papel familiar: “Es lo que queda: el escritor, el esposo, el padre, así lo verá el gran público. El autor de La casa verde, La ciudad y los perros, La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo, La tía Julia…”, concluyó.

Fuente: telam

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