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22/10/2025

Las tres lecciones que las Abuelas de Plaza de Mayo inculcaron a la generación que seguirá su búsqueda cuando ellas ya no estén

Fuente: telam

La fundación fue hace 48 años y por eso cada 22 de octubre es el Día Nacional por el Derecho a la Identidad. Sólo quedan dos abuelas con vida

>El 22 de octubre de 1977 fue sábado. Las Madres de Plaza de Mayo ya llevaban varios meses de ronda alrededor de la pirámide central del epicentro político de la Argentina. Habían desafiado la orden de la Policía, que las había instado a “circular”.

Ese 22 de octubre, hace exactamente 48 años, una madre se salió de la ronda y preguntó algo que resonó en varias: “¿Quién está buscando a su nieto, o tiene a su hija o nuera embarazada?“. En total, fueron doce las mujeres que se aferraron a esa pregunta en ese mismo instante y organizaron su búsqueda, su lucha, su vida alrededor de encontrarle una respuesta.

Primero se llamaron Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, pero no mucho después adoptaron el nombre con el que las llamaba el periodismo internacional, siguiendo la huella de las Madres: Abuelas de Plaza de Mayo. Cada 22 de octubre, por ser el aniversario de la creación de la organización, se celebra en la Argentina el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, un derecho impulsado desde los ochenta por esas mujeres que un sábado de 1977 empezaron a buscar a sus nietos.

El sitio web oficial de las Abuelas da cuenta de que, en total, fueron 204 las mujeres que participaron en la búsqueda activa de sus nietos. Mujeres que acababan de convertirse en abuelas o estaban a punto de ver nacer a ese nieto que esperaban hace entre 44 y 48 años, estimativamente.

De esas más de doscientas mujeres que instalaron el nombre de su organización en la comunidad internacional de lucha por los Derechos Humanos, sólo quedan dos con vida: Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas desde 1989, y Buscarita Roa, vicepresidenta de la asociación. Estela tiene 95 años, Buscarita, 88. Las dos encontraron a los nietos que buscaban desde que la dictadura los robó.

Las dos son integrantes de una comisión directiva que, durante décadas, sólo integraron abuelas pero que desde hace algunos años y para construir su propia sucesión, empezaron a integrar también nietos restituidos, hermanos que buscan a ese bebé que robaron a su familia y que ahora ronda los 45 años, y también tías que buscan a sus sobrinos, sustraídos durante la última dictadura.

Las abuelas no son de indicarte qué hacer: son de mostrarte haciendo, entonces es verlas y absorber todo lo que construyeron. Hace casi cincuenta años que hacen docencia con gran templanza y tenacidad”, dice Manuel Gonçalves Granada, un nieto que recuperó su identidad en 1997 y el primero de los nietos restituidos en sumarse a la comisión directiva de Abuelas, a la que se integró en 2011.

Manuel, que tiene 49 años, es el único sobreviviente de la Masacre de San Nicolás, un ataque orquestado por el Ejército, la Policía Federal y la Policía bonaerense en noviembre de 1976. En ese ataque, fueron asesinadas cinco personas, incluida la madre de Manuel.

Estuvo internado varios meses por complicaciones respiratorias y, a través de una adopción ilegal, fue entregado a sus apropiadores. En 1997 conoció su verdadera identidad y conoció a Matilde, su abuela paterna. No llegó a conocer a su abuela materna, que también lo había buscado incansablemente.

“Lo que siempre les pasó a las abuelas es que el tiempo las interpela todo el tiempo, y siempre saben cómo resolverlo. Empezaron a buscar bebés que después fueron niños y para encontrarlos inventaron algo: el índice de Abuelidad, que permitía comparar perfiles genéticos entre posibles nietos y posibles abuelas ‘salteándose’ el material genético de la generación que había sido secuestrada”, explica Manuel a Infobae.

“Las abuelas todo el tiempo se preguntan y logran responder cómo seguir la búsqueda en cada etapa de la vida de quienes aún no lograron conocer su verdadera identidad”, concluye Gonçalves Granada. Su hija Martina llegó a conocer a Matilde, esa abuela (y bisabuela) que no se cansó de buscar.

Las Abuelas de Plaza de Mayo lograron restituir la identidad de 140 bebés que fueron sustraídos de sus familias durante la última dictadura. Además, el trabajo que impulsaron para recuperar esas identidades logró la identificación de alrededor de otras 2.000 personas cuyos casos no tienen que ver con el plan sistemático de apropiación de bebés que tuvo lugar entre 1976 y 1983.

Según la información que recopiló Abuelas a partir de documentación, testimonios y expedientes judiciales, aún falta restituir la identidad de unos 300 nietos. “Son desaparecidos en democracia, porque todavía no conocen su verdadera identidad, y ese es el derecho por el que vienen luchando las Abuelas”, dice Claudia Poblete.

Es la nieta que Buscarita Roa buscó y que encontró en el año 2000. La nieta a la que le preparó fideos tantos domingos y con la que desde hace algunos años comparte la comisión directiva de Abuelas.

Abuelas de Plaza de Mayo tiene una forma de decir públicamente si una de sus integrantes logró encontrar a quien buscaba: “Pudo abrazar a su nieto” es la fórmula que encontraron hace ya muchos años. Esa frase resume el objetivo central de la organización: encontrar a esa persona que no conoce su verdadera historia.

“Hay algo muy hermoso en esta organización y es que todas las abuelas buscaron a todos los nietos. Y cuando una abuela encontraba a su nieto, seguía buscando al de todas las demás que aún esperaban. Ese espíritu es un legado que nos dejan: buscamos a todos, todo el tiempo”, remata Poblete, que fue secuestrada junto a su mamá y que permaneció tres días en el centro clandestino de detención El Olimpo, en Floresta, y luego fue apropiada.

“Soy una tía que busca”, se presenta Gladys Salazar. Tiene 62 años y es jubilada. Reparte su tiempo entre la carrera universitaria que cursa, Ciencias de la Comunicación Social, y su trabajo en Abuelas, en donde integra la comisión directiva. Su hermano y su cuñada, reconstruye, fueron secuestrados en la villa 21-24 de Barracas el 29 de abril de 1976. Gladys tenía 13 años, sus padres quedaron paralizados ante la desaparición de sus dos hijos varones y su nuera.

Varios años después, y a través del testimonio de una sobreviviente que había estado secuestrada junto a su cuñada, Gladys supo que esa cuñada cursaba un embarazo y que había sido la única sobreviviente de un fusilamiento montado por las Fuerzas Armadas. “Ese dato nos dio la esperanza de que ese bebé podía estar con vida, porque la dictadura dejaba con vida a las embarazadas para luego apropiarse del bebé”, describe Gladys.

“Hace unos poquitos meses me sumaron a mí y a otros tíos que buscan a sus sobrinos a la comisión directiva. Es una responsabilidad enorme, porque somos los que vamos a quedar cuando las abuelas ya no estén: es un legado inmenso”, describe Gladys, y enseguida describe uno de los aprendizajes que hizo propio a lo largo de todos estos años cerca de la organización: “Algo que nos dejan las abuelas es la convicción de que tenemos que comprometer a toda la sociedad en esta búsqueda, porque son unas 300 personas que todavía le faltan a toda la sociedad. Es una búsqueda y una lucha colectiva”.

Desde 2009 hasta ahora, en promedio, entre 900 y 1.000 personas por año se acercan a Abuelas de Plaza de Mayo con dudas sobre su identidad. A fines del siglo pasado, eran post adolescentes. Hoy son personas que tienen entre 45 y 50 años y, en muchos casos, hijos que los impulsan a saldar esas deudas.

El 80% de las identidades que el Estado restituyó a través de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad fueron casos que se iniciaron a través de Abuelas. Cuarenta y ocho años después de ese sábado en el que una mujer les preguntó a las otras si alguna buscaba a un nieto, esa organización que peleó para que el robo sistemático de bebés fuera juzgado como tal y que logró un consenso generalizado sobre el derecho a conocer la verdadera historia ha perdido a la enorme mayoría de sus integrantes originales.

Les enseñaron a sus herederos los valores y los métodos que las trajeron hasta acá. Le hicieron crecer las ramas al árbol genealógico que plantaron hace 48 años en el epicentro de la vida cívica y política argentina. Ahora en su comisión directiva también hay nietos, tías, hermanos, y seguramente más temprano que tarde habrá bisnietos. Y tuvieron, para enseñar y transmitir todo eso, paciencia, tesón y cariño. Cosa de abuelas.

Fuente: telam

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