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20/10/2025

“No, no, no, no y no”: Horacio Jaunarena cuenta qué le respondió a Aldo Rico cuando se sublevó en Campo de Mayo

Fuente: telam

Fue una figura clave en los años que siguieron a la dictadura. Escribió “La casa está en orden”, que se puede leer gratis en formato digital

>Tal vez el momento más emocionante de la entrevista sea cuando este señor de 82 años que ahora me mira tranquilo en su escritorio cuenta en primerísima persona un momento clave de la Historia argentina, aquel alzamiento militar encabezado por Aldo Rico. Y lo cuenta en primera persona porque él, Horacio Jaunarena, era el ministro de Defensa de Raúl Alfonsín y fue a hablar con los sublevados a Campo de Mayo.

“Entro solo con mi ayudante y se aparece Rico con ocho o diez tipos al lado. Y me dice: ‘Bueno, venimos a hablar’. Y los que estaban alrededor, chac chac (imita el sonido de un arma que se amartilla). Me dice: ‘Nosotros queremos cinco cosas. Primero, amnistía. Segundo, poner, poner a los jefes del Ejército que nosotros queremos (y acá está la lista). Tercero, un presupuesto veinte veces mayor del que tenemos. Cuarto, que no haya más juicios para nadie de ninguna naturaleza. Y quinto, una mejora de sueldo’”.

Eso, cuenta. El cuartel, los soldados, las armas, el abogado radical de Pergamino que ahora es ministro del primero gobierno democrático después de la dictadura. Las exigencias. Y su respuesta.

Y su argumento, dice ahora Horacio Jaunarena, se lo dieron las miles de personas que, en todo el país, en vez de asustarse -o, incluso, muy asustadas- salieron a la calle y dijeron que no, que otra vez los militares, no. Y este señor, que escribió un libro titulado justamente La casa está en orden para contar su paso por ese gobierno, me mira y me habla como si le estuviera hablando a Aldo Rico y a sus muchachos: “No estoy representando solamente al presidente. Estoy representando a toda la gente, que si usted prende, prende el televisor o la radio se va a dar cuenta que, en toda la República, se está levantando contra el disparate que están haciendo ustedes. Así que yo le sugiero que se entreguen cuanto antes. Y le digo más, Rico. A mil metros de acá hay miles de personas dispuestas a entrar. Si yo dejo que entren, esto termina en una masacre; ustedes van a matar, pero se van a morir. Así que piénselo, Rico, pero yo no le aconsejo otra cosa que que se rinda”.

La historia -la Historia- no terminó ahí, se sabe. Después tuvo que ir el propio Raúl Alfonsín a hablar con Rico. “Y pasó una cosa graciosa. Cuando se decide ir, había una multitud de gente dentro de la casa de gobierno. De golpe Alfonsín desapareció. No estaba ni en el helicóptero ni estaba con toda la gente. Yo me pongo a caminar para ir hasta el helicóptero y hay en el trayecto una pequeña capillita en donde estaba Alfonsín. Y yo lo veo, estaba solo, rezando”.

Así lo cuenta, como quien ha estado ahí. Como quien, aunque nunca lo dirá de este modo, está orgulloso de lo hecho.

-¿No fue a negociar ahí Alfonsín? ¿No se pactó la Ley de Obediencia Debida?

Así nomás lo dice. En su escritorio, con el libro donde cuenta toda la historia -la Historia- apoyado a un costado. Importa: la versión digital de La casa está en orden -que se lee gratis en cualquier teléfono, computadora o tablet, desde Bajalibros- fue lo más visto de los últimos 30 días en esa tienda de libros electrónicos.

Pero el libro no se centra en Semana Santa. Arranca con una decisión más difícil y que marcaría un rumbo para la humanidad: la de juzgar a los militares que habían secuestrado, torturado, robado bebés, matado, durante la dictadura que dirigieron. No era fácil hacerlo apenas terminada esa dictadura. Pero, también, habían resuelto juzgar a la cúpula de la guerrilla. Por eso se hablaría de la “teoría de los dos demonios”: Jaunarena se va a enojar cuando se lo mencione. “Había que restaurar la democracia y hacerlo para siempre. Ese era el objetivo. Y hasta ahora nos va bien”, dice.

Ahora detrás de él, de este escritorio en Barrio Norte, hay muchos libros de arte. Tal vez sean suyos, tal vez de su mujer, Ana D’Anna, directora de ópera, que ahora anda por la casa y ofrece -gracias- café y agua.

-¿Cuándo se dieron cuenta de que iban a gobernar e iban a tener que hacer algo con lo que había pasado?

-¿Daba miedo?

-El Ministerio de Defensa en esa época era el acreedor de una bomba a los tres minutos.

-¿Por que un abogado de Pergamino entendía de temas militares?

-Pergamino es una ciudad que no tiene ningún elemento militar, no hay guarniciones, no hay nada. Pero me toca el servicio militar, me hacen la revisación, me dan el apto y en diciembre incorporaban a la gente y a mí no me llaman. Entonces, era una especie de desertor. Pero ¿por qué no me llamaban? Cuando me hicieron la revisación, el cabo que anotaba puso: “Soldado Juan Arena”. No existía el soldado Jaunarena y existía el soldado Arena, Juan, que era desertor. Cuando se dieron cuenta de todo lo que había pasado ya era marzo. Así que me pusieron en el Ministerio de Defensa de ayudante de un teniente coronel en ese momento. Y ahí tuve acceso a mucha información y a un conocimiento de los problemas que tenían las Fuerzas Armadas.

-Y eso fue fundamental...

-En el libro, usted cuenta que sostuvo la postura de no juzgar a todos sino a los altos mandos. ¿Tuvo que ver con esa comprensión?

-¿Cuál?

-Entonces...

-¿Y no hubo teoría de los dos demonios?

-¿Cómo se ve todo eso 40 años después?

-¿Y entonces cómo se ve eso ahora?

-Usted habla muchas veces en el libro de la democracia, la legalidad, de alguna manera, la institucionalidad. ¿Cómo ve el devenir de la democracia cuando aparecen proyectos que no son muy institucionalistas?

-¿Piensa en el radicalismo?

-¿Qué pasó con ese partido?

-¿En definitiva, ¿está orgulloso de lo que hicieron?

(Fotos: Adrián Escandar)

Fuente: telam

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