Domingo 19 de Octubre de 2025

Hoy es Domingo 19 de Octubre de 2025 y son las 20:13 ULTIMOS TITULOS:

19/10/2025

Julio Argentino Roca, el padre de la Argentina moderna que fue inspiración para la soberanía nacional

Fuente: telam

Se cumplen este domingo 111 años de la muerte del general y estadista que le dejó al país un legado esencial que durante muchos años algunos pretendieron desconocer. Un repaso de su historia

>“Nada grande, nada estable y duradero se conquista en el mundo, cuando se trata de la libertad de los hombres y del engrandecimiento de los pueblos, si no es a costa de supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios”. La frase fue pronunciada por Julio Argentino Roca el 12 de octubre de 1880, en el discurso inaugural de su primer mandato presidencial, ante el Congreso Nacional. Asumía en un año crítico, marcado por nuevos enfrentamientos entre porteños y nacionales, en la eterna disputa por los recursos del puerto y la “propiedad” de la ciudad de Buenos Aires, en la que los presidentes eran tratados como huéspedes. A todo eso le puso fin el gobierno de orden y progreso de Roca.

En el momento en que Julio Argentino Roca, destacado militar de profesión, inició su actuación civil -en enero de 1878, cuando el presidente Nicolás Avellaneda lo nombró Ministro de Guerra y Marina en reemplazo del fallecido Adolfo Alsina– en la Argentina había dos grandes problemas irresueltos, obstáculos a la consolidación nacional y al desarrollo del país: la frontera móvil e insegura y el llamado “problema de la Capital”.

Como se verá, fue la resolución del primer problema la que le dio a Roca la proyección nacional, la autoridad y las herramientas necesarias para resolver el segundo.

“La solución de este problema que parecía insoluble y a cuya prolongación indefinida se hallaban resignados la mayor parte de los hombres públicos de entonces, significó para el joven general que la había concebido y ejecutado un título de gloria que lo equiparaba a las primeras figuras de la República”, escribe Ernesto Palacio en Historia de la Argentina 1515-1938 (Ediciones Alpe, 1954). “Se comparaba su actuación -agrega Palacio- con la de los gobiernos anteriores, especialmente infortunadas en su política con los indios, lo que había envalentonado a éstos, haciéndolos cada vez más insolentes y agresivos”.

En 1872 había tenido lugar una gran invasión del cacique Calfucurá, que se consideraba chileno, y luego una ofensiva de uno de sus hijos, Namuncurá. El botín de esas incursiones y malones era contrabandeado a través de la frontera, donde estaba siempre latente el conflicto territorial con el país vecino.

Oriundo de Tucumán, hijo de un coronel que había combatido en la Independencia, educado en el Colegio de Concepción del Uruguay, creado por Urquiza, el joven Roca luchó junto a él en Cepeda y Pavón.

Participó luego en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay; guerra en la que murieron su padre y dos de sus hermanos, y de la que él regresó con rango de coronel. Luego, como miembro del ejército nacional, combatió contra los últimos caudillos.

“Un hilo conductor no desdeñable se ve con claridad: Roca aparece siempre del lado del poder nacional”, dicen Carlos Floria y César García Belsunce en Historia de los argentinos (Larousse, 1995), como anticipando lo que sería su destino.

El ejército en el cual se ha formado se perfila cada vez más como un instrumento de nacionalización, como la herramienta de la lucha del interior por limitar la supremacía de la capital y nacionalizar los recursos del puerto. Y Roca será el referente de esas aspiraciones.

Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, José Hernández, el autor del Martín Fierro, y su hermano Rafael, Carlos Guido y Spano, Lucio Mansilla, etcétera. Todos ellos fueron “roquistas”. Incluso un joven Hipólito Yrigoyen se alineó con Roca en aquel último episodio de la resistencia porteña.

Hasta la llegada de Roca al poder, en 1880, los presidentes argentinos eran tratados por los porteños como huéspedes en Buenos Aires; eran intrusos. A Sarmiento le pusieron palos en la rueda; a Avellaneda no cesaban de humillarlo. Hacia el fin del mandato de este último, Bartolomé Mitre se preparaba para controlar la sucesión, elegir el candidato y preservar así los privilegios de Buenos Aires, para lo cual ya había separado a la provincia del resto del país luego de promulgada la Constitución.

Cuando el mitrismo percibe la dimensión del peligro, entra en pánico y no duda en apelar a todos los recursos contra el presidente en ejercicio, Avellaneda, y su candidato, Roca: difamación, boicot, amenazas, amedrentamiento; todo mientras se arma ostensiblemente, dispuesto a defender con violencia sus privilegios.

Junto con la candidatura de Roca viene el proyecto de federalización de Buenos Aires, teorizado por Alberdi, promovido por Avellaneda y encarnado por el jefe de la campaña del desierto, puesto que es una de las principales aspiraciones de las provincias que lo respaldan.Contra la imagen que se nos transmite, el año 1880 no fue una sucesión tranquila entre miembros de una elite homogénea y unida en torno a los mismos intereses. Esa es una visión deformada por una historia oficial de impronta mitrista que ha querido borrar la triste actuación de Bartolomé Mitre en esa coyuntura. La realidad es que hubo un enfrentamiento de sectores que encarnaban intereses distintos; unos eran la parte, la facción, y otros representaban el todo. Y eso es lo que encarnaba Roca. Para hacer respetar la voluntad del Congreso de federalizar Buenos Aires y la voluntad de las provincias que lo habían elegido presidente, Roca tuvo que entrar a sangre y fuego a una capital en pie de guerra.

Esa decisión, impuesta a la ciudad rebelde por todo el país, fortaleció al Estado y eliminó un factor que estaba en la base de las tendencias centrífugas que ya se habían manifestado fuertemente en los años previos.

En 2014, al cumplirse 25 años de la publicación del ya clásico Soy Roca, de Félix Luna, una biografía en primera persona que pronto se volvió bestseller, su hija, Felicitas Luna, recordó que el libro fue escrito en 1989, año de la crisis final del gobierno de Alfonsín, un momento de incertidumbre y de necesaria reflexión, en el cual despertaba interés la figura de Roca como constructor. Era un momento iniciático en cierto modo, la democracia llevaba poco tiempo de recuperada. Todo estaba por hacerse.

Volviendo a la coyuntura del 80, hay otras lecciones que sacar. Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo, no respaldó la candidatura de Roca y en el conflicto con Mitre intentó permanecer “neutral” con la esperanza de poder terciar en la discordia y convertirse en el candidato del consenso. Roca no tenía la mejor opinión de él; sin embargo, ya como presidente, lo convocó, lo nombró Superintendente de Escuelas y promovió su proyecto de ley de educación pública. Las ideas educativas de Sarmiento conocieron su mayor concreción durante la presidencia de Roca: creación del Consejo Nacional de Educación, convocatoria al Primer Congreso Pedagógico, promulgación de la Ley 1420 de Educación Común (escuela primaria común, gratuita y obligatoria) y creación de 600 escuelas. Una política que consolidó la identidad de los argentinos y favoreció la asimilación de los inmigrantes.

A ello se suma la Ley de Moneda Nacional (que permitió tener un sistema unificado de moneda hasta entonces inexistente), la fundación de la capital bonaerense y la creación del municipio de la Capital con Intendente y Concejo Deliberante y la creación de los Territorios Nacionales de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chaco y Formosa, que más tarde serían provincias. Más importante aún -y vinculado a la campaña del desierto- la firma del Tratado de Límites con Chile, en 1881, que consagraba el dominio argentino sobre la Patagonia y da origen a los territorios de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

Roca lo hizo, hace más de un siglo.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!