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15/10/2025

Trump solo no puede salvar a la Argentina

Fuente: telam

Los salvavidas externos solo pueden llevar a un país hasta cierto punto. Lo que importa es si este apoyo se filtrará en los mercados y en la política para llevar a Argentina a un círculo virtuoso de credibilidad. Los argentinos deben alcanzar un consenso sobre la idea de que la estabilidad no es un eslogan partidista, sino la base del crecimiento

>Cuando los argentinos voten en las elecciones de mitad de mandato el 26 de octubre, la cuestión principal es sencilla: ¿quieren estabilizar su economía de una vez por todas?

La estabilidad económica siempre ha sido el sueño más esquivo de Argentina. Durante más de ocho décadas, el país ha pasado de crisis en crisis, atrapado en un ciclo de déficits, inflación y esperanzas frustradas. Los gobiernos han intentado repetidamente restablecer el orden y han fracasado una y otra vez, no por falta de esfuerzo, sino porque las reformas necesarias nunca duraron lo suficiente como para que se afianzara la confianza.

Ha habido dos grandes intentos modernos por escapar de esta trampa: ambos audaces, ambos prometedores, ambos finalmente frustrados.

Pero la incapacidad del Gobierno para ajustar el tipo de cambio resultó perjudicial cuando, a finales de la década de 1990, Argentina se vio afectada por varias crisis, entre ellas la apreciación del dólar y la caída de los precios agrícolas, lo que provocó una sobrevaloración del peso. Los mercados perdieron aún más confianza a medida que aumentaba el déficit de Argentina. En 2001, el sistema colapsó con el impago de la deuda, la devaluación y el caos político.

El segundo experimento comenzó en 2015, bajo la presidencia de Mauricio Macri, un empresario favorable al mercado. Evitó la rígida paridad con el dólar y dejó que el peso flotara en el mercado de divisas. En lugar de imponer medidas de austeridad, optó por recortes más graduales, con la esperanza de que el apoyo político sostenido se tradujera en una mayor credibilidad.

Cuatro años más tarde, los ciudadanos, hartos de la inflación y la recesión, votaron por el cambio en la figura de Milei, un economista libertario que se autodenomina anarcocapitalista. Cuando asumió el cargo en diciembre de 2023, se comprometió a poner fin al caos fiscal crónico de Argentina. Su programa combinaba un enorme recorte del gasto con reformas estructurales, incluidas medidas de desregulación y privatización, pero mantenía los controles sobre la capacidad de los argentinos para sacar dinero del país.

El programa de Milei inicialmente logró una recuperación sorprendentemente rápida: la inflación cayó de tres dígitos en diciembre de 2023 a alrededor del 30 % en agosto pasado. En abril, el Gobierno también obtuvo un préstamo de 20 000 millones de dólares del FMI y aprovechó la ocasión para eliminar las restricciones a la capacidad de los argentinos para comprar y vender dólares estadounidenses.

Pero dos recientes sacudidas políticas cambiaron el rumbo. Primero fueron las acusaciones de corrupción que involucraban a Karina Milei, hermana de Milei y asesora cercana, que sembraron dudas sobre el compromiso del presidente con una política nueva y limpia. Luego vino la derrota electoral del mes pasado en la provincia de Buenos Aires, la más grande del país. Esa combinación comenzó a sembrar dudas. ¿Podría Milei mantener su agenda si su control del poder se tambaleaba? ¿Cooperaría el Congreso con su modelo? ¿Volverían al poder sus oponentes y darían marcha atrás a sus reformas?

Esas dudas son muy importantes. En los próximos años, Argentina deberá pagar más de 45.000 millones de dólares en concepto de deuda externa, incluidos más de 15.000 millones al FMI. Para ello, debe poder obtener préstamos de los mercados de capitales mundiales a tipos de interés razonables, pero esa capacidad depende de su credibilidad. Sin ella, los mercados solo están dispuestos a prestar a tipos de interés prohibitivamente altos, lo que empuja al país hacia el mismo impago que espera evitar.

La semana pasada, el Gobierno estadounidense se comprometió a realizar un intercambio de divisas por valor de 20.000 millones de dólares —en la práctica, un préstamo a corto plazo— con Argentina. La medida se hizo eco de la promesa realizada por Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo, en el punto álgido de la crisis del euro en 2012, de hacer “lo que fuera necesario” para defender el euro. Sus palabras, respaldadas por un poder institucional creíble, cambiaron las expectativas de tal manera que los tipos de interés bajaron sin que se gastara un solo euro. El rescate del Gobierno de Trump fue lo más parecido a un respaldo de credibilidad al estilo Draghi que Milei, que visitó la Casa Blanca el martes, podía esperar.

Sin embargo, estos salvavidas externos solo pueden llevar a un país hasta cierto punto. Lo que importa es si este apoyo se filtrará tanto en los mercados como en la política para llevar a Argentina a un círculo virtuoso de credibilidad. Milei ha demostrado su compromiso con la disciplina fiscal y la gestión responsable de la oferta monetaria del país. En última instancia, los argentinos deben alcanzar un consenso político en torno a la idea de que la estabilidad no es un eslogan partidista, sino la base del crecimiento.

*Ricardo Hausmann es profesor de economía política internacional en la Harvard Kennedy School y director del Harvard Growth Lab. Fue ministro de Planificación de Venezuela entre 1992 y 1993 y economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo entre 1994 y 2000.

© The New York Times 2025.

Fuente: telam

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