Sábado 11 de Octubre de 2025

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11/10/2025

El tiempo, maldita daga

Fuente: telam

“El volumen del tiempo I”, de Solvej Balle, es una novela que convierte la rutina en experimento filosófico, la memoria en prisión y el espacio en refugio

>La premisa de esta novela, El volumen del tiempo I, primera de una serie de seis, parece sencilla; incluso recuerda a películas como El día de la marmota o Cuestión de tiempo. El tema es un bucle temporal que obliga a un personaje a repetir el mismo día todos los días. Tara Selter, la mujer atrapada en este extraño bucle, se despierta cada mañana en el mismo día: 18 de noviembre, mientras que el resto del mundo, su esposo Thomas, su familia, los desconocidos, el clima, se reinicia como si nada inusual hubiera sucedido exactamente de la misma manera sin ellos tener conciencia de este bucle. Solo Tara es consciente de la repetición. Pero la simplicidad de la idea esconde la ambición radical de la novela.

Los eventos del día no cambian, pero sí la percepción que de ellos tiene Tara quien infinitas veces atraviesa el mismo exacto día. Una habitación familiar se vuelve extraña cuando se observa por centésima vez; una frase intercambiada con su esposo se convierte tanto en un consuelo como en una herida porque no puede conducir a nada nuevo. La novela insiste en que nuestro sentido de identidad está ligado no solo a la memoria, sino también al cambio, y que sin cambio, incluso el amor puede volverse claustrofóbico.

Y la cosa se complica. Su esposo Thomas, atrapado en el eterno presente de ese día de noviembre, permanece ajeno a la repetición. Para él, cada mañana es nueva. Para ella, sus palabras, sus gestos y su amor están despojados de su futuro. Cada declaración ya se ha escuchado, cada beso ya se ha recordado. Y entonces, la novela también se convierte en un tratado sobre la naturaleza del amor ¿Qué significa amar a alguien que no puede acumular un pasado compartido ni imaginar un futuro? Cada vez el momento compartido es de carácter doble: por un lado la seguridad de ese gesto repetido al infinito y la certeza de que no habrá más un gesto nuevo, distinto. Todos en definitiva amamos con rituales y repeticiones, y Balle nos pregunta qué pasaría si ese instante que deseamos como ideal se repitiera sin posibilidad de futuro, progresión o cambio. A medida que avanza la novela, Tara descubre que la monotonía de cada día no borra la diferencia, sino que la amplifica. Un gesto de su marido, que antes parecía casual, comienza a adquirir profundidad cuando se repite por centésima vez.

Inevitablemente, los lectores buscarán paralelismos. La invención de Morel, de Bioy Casares, ofrece el eco más cercano: el aislamiento de una conciencia atrapada en una repetición mecánica de los gestos de los demás. O el cuento “El perjurio de la nieve” en el que un padre repite de manera monótona y sistemática cada día para impedir que la enfermedad de su hija avance. En ambos libros hay una resolución narrativa que en Balle no se concreta sino que obliga a la insoportable levedad del ser: soportar el mismo día sin poder huir hacia la promesa del mañana.

Formalmente, El volumen del tiempo I es, en apariencia, simple. Con sus capítulos cortos, dicción sencilla, motivos recurrentes se esconde una arquitectura cuidadosa. La repetición se modula, se varía, se reorganiza para que el lector nunca encuentre dos veces el mismo pasaje y la estructura se asemeja más a una espiral que a un círculo: cada retorno cubre el mismo terreno, pero desde un ángulo ligeramente diferente, revelando nuevas facetas. Y entonces se crea la paradoja: una novela sobre la monotonía que no es monótona porque cada iteración no es una copia, sino un palimpsesto. Lo que parece igual siempre se ve alterado por la conciencia que lo observa.

Y para eso Balle se va a tomar cinco volúmenes más.

Fuente: telam

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