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09/10/2025

El abuelo de 83 años que hace cinturones a mano y el gesto de dos hermanas emprendedoras: “Me dieron motivos para seguir viviendo”

Fuente: telam

El hombre comercializaba sus productos de cuero “puerta a puerta” sin mucho éxito. Camila y Luciana le abrieron su local y las redes sociales. Publicaron la historia del “abuelo Juan” en Tik Tok y las ventas estallaron. Hoy no solo forjaron una relación comercial sino también una amistad inesperada

>La vida, a veces, se guarda sus mejores capítulos para el final. Y si no, que lo diga Juan, un hombre de Villa María, Córdoba, que a sus 83 años camina con la espalda algo encorvada por los achaques del tiempo, pero con el espíritu erguido por una nueva razón. Sin buscarlo, un encuentro con dos hermanas emprendedoras le cambió la vida cuando menos lo esperaba.

Pero una mañana del mes de julio, la suerte, el destino o la simple casualidad lo pusieron frente a la puerta del comercio de Camila y Luciana Botasso, dueñas del local Tienda Dorada, en Río Tercero, Córdoba.

Juan entró con el mismo discurso humilde de siempre. “Yo soy Juan, me dedico a la venta de los cintos, hago cinturones de cuero”, dijo con la formalidad de los vendedores de antaño. Su propuesta era humilde y sin riesgos: dejarlos a consignación. “Te los puedo dejar y que vos lo veas y veas cómo se mueve la venta”, ofreció.

Para Camila, la respuesta lógica era un “no”. Su negocio es pequeño y, por una cuestión de espacio físico, había decidido eliminar por completo la venta de accesorios para priorizar la ropa femenina. Sin embargo, algo la detuvo. Quizás fue la amabilidad de Juan o una simple corazonada.

Si bien el producto era espectacular, la duda persistía. Ante la incertidumbre, la joven de 25 años tomó una decisión conservadora: le compró nueve cinturones.

Había un detalle adicional: Juan se operaba la semana siguiente, por lo que no podría reponer la mercadería personalmente. El contacto, en caso de necesitar más, sería a través de su hija, que casualmente también vive en Río Tercero.

Con su clientela local ya satisfecha, Camila se enfrentó a un nuevo dilema. “¿Cuántas más van a querer?”, pensó. Fue entonces cuando recurrió a una herramienta casi como un último recurso. “Intento por TikTok a ver si en una de esas engancho alguna que otra venta”, se dijo. Prendió la cámara y, de la forma más espontánea posible, contó la historia del abuelo Juan. “Si hubiera sabido que se iba a volver viral, por lo menos me habría peinado un poco”, bromeó.

Relató que eran cinturones de cuero hechos por un hombre grande, sin guion ni estrategia comercial. El resultado fue una explosión digital. Mientras ella seguía con su día, su teléfono comenzó a vibrar sin descanso. En cuestión de horas, miles de personas se enamoraron del “abuelo Juan”, como lo bautizaron en las redes. Las consultas llovían, los pedidos se multiplicaban.

Una vez repuesto de su operación, Juan volvió al local con su nueva producción tras manejar los 90 kilómetros que separan a Villa María de Río Tercero. Y así fue cómo surgió la idea de empezar a utilizar el servicio de encomiendas. “Para evitarle el desgaste del viaje le explicamos cómo despachar la mercadería por un ómnibus directo”, recordó Camila.

El día que llegó el primer paquete, la emoción fue total. Dentro de esa caja, junto a los cinturones, había un sobre con una nota escrita a mano. Con una caligrafía temblorosa, Juan había resumido todo lo que sentía en una sola frase: “Me obligaron a tener motivos para seguir viviendo”.

El lazo comercial entre el hombre y las chicas rápidamente pasó a ser un lazo afectivo. Ya no se trataba de un proveedor y sus clientas. “Me convertí en su abuelo del corazón y ellas pasaron a ser parte de mi familia”, admitió con orgullo.

Para Juan, la clave de esta conexión es simple y profunda: “Es muy simple en la vida, cuando no hay maldad, cuando hay buena predisposición, las personas se entienden”.

La solución surgió de manera natural. Juan, un hombre de la vieja usanza, no usa WhatsApp, no tiene un smartphone y no sabe cómo gestionar envíos. “Me dijo: ‘Ustedes revéndanlos, háganse mis mayoristas. Yo vengo y les descargo a ustedes todos los cintos’”, contó Camila.

Así, de un día para el otro, Tienda Dorada se convirtió en el centro de distribución nacional de los cinturones del abuelo Juan, los cuales ya tienen presencia en todas las provincias del país.

Hoy, la demanda es tan grande que la producción no da abasto. “Nos está dejando unos 600 cintos por mes, y nos quedamos cortas”, aseguró. Pero es la máxima capacidad que actualmente Juan puede producir.

El cierre de esa fábrica lo obligó a reinventarse, a empezar de cero con los cintos para sostener a su familia. Y en esa recuperación de su pulso productivo, encontró algo mucho más valioso: un propósito. “Nos decía que antes no tenía nada para hacer, y que ahora tiene todo el día ocupado”, reconoció Camila.

El trabajo no solo le dio a Juan una nueva rutina, sino que fortaleció sus lazos familiares. “Me uní mucho con mis nietos. Puedo hablar de muchas cosas con ellos, comparto mucho tiempo”, contó Juan, quien le está enseñando el oficio a sus descendientes.

“Todo lo que nos pasó es increíble. Pensá que yo dudaba en sumar un nuevo producto por falta de espacio y ahora los cinturones se convirtieron en el producto estrella, y gracias a ello nuestro local se hizo conocido”, concluyó Camila, quien demostró que un simple acto de bondad puede ser el plan de negocios más exitoso de todos.

Fuente: telam

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