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08/10/2025

En horas se conocerá el Nobel de Literatura: la última novela de César Aira (el candidato argentino) resume su apuesta

Fuente: telam

“El arqueólogo”, que acaba de publicar el sello Blatt & Ríos, es el nuevo libro del escritor argentino de 76 años que, mañana mismo, podría consagrarse como Premio Nobel de Literatura

>“Ser el antropólogo más famoso de Moldavia no representó ninguna ventaja para él cuando dejó de trabajar”. En la primera oración de El arqueólogo se definen las coordenadas por donde se va a mover la narración. Un antropólogo, el más famoso de su país, que acaba de jubilarse. En ese pasaje al largo y merecido descanso final del trabajo de toda una vida aparecen preguntas universales que se unen en el interrogante de quien está despidiéndose: ¿valió la pena? Una suerte de balance sin concesiones.

La última de César Aira es la historia de un hombre en “la edad de vivir de recuerdos” que tiene una obra consolidada y que se pregunta qué significa esa obra, por qué la hizo, qué ganó con ella, qué logró, para qué sirvió, a quién sirvió, a quién no, qué perdió haciéndola, qué dejó en el camino, qué vidas se perdió vivir, qué obstáculos rompió, qué tipo de tensión forjó con el mundo, cómo lo interpeló. Quizás como pocas veces en su literatura, ese arqueólogo no es un simple personaje, sino un gran alter ego.

Mañana, en unas horas, se sabrá quién es el Premio Nobel de Literatura. Aira figura en la lista de candidatos en las casas de apuestas. Como los criterios que usa la Academia Sueca son difusos, por no decir arbitrarios o caprichosos, la posibilidad se mantiene con los años. La obra de este autor argentino nacido en la localidad bonaerense de Pringles en 1949, que en 1967 se instaló en Buenos Aires, es particularmente extensa: publica entre tres y cuatro libros por año, principalmente novelas.

En el listado de Wikipedia hay 102 novelas, 17 ensayos y dos obras de teatro. ¿121? Hay quienes dicen que son más. ¿Llevará el autor su propio registro? ¿Qué clase de juego casuístico tendrá con los números? A efectos concretos, poco importa la cantidad, sobre todo cuando hay tanta cantidad. Lo cierto es que cada nuevo libro de Aira es el último. No porque no vaya a aparecer uno nuevo, sino porque irrumpe como una novedad. Es un chispazo breve, luego se apila en la montaña imposible de su obra.

Hay muchas formas de leer una novela. Una es preguntarse contra qué está escrita. Y si forzamos el argumento, podría pensarla dentro de lo que podría llamarse literatura de la venganza. No se trata de arte social ni de construir una protesta estetizada. Me refiero a que la literatura, cuando dice algo, porque la literatura siempre dice algo, incluso cuando intenta hacer silencio, hace algún tipo de justicia. Desde la más endogámica autoficción a la más volada ciencia ficción. ¿Contra qué escribe César Aira, contra quién?

En El arqueólogo Aira escribe contra “el apetito del público lego” y los que creen que la Historia es “un saber inútil y elitista”. Un arqueólogo que se replantea la profesión, la vocación, el sistema de validación, su rol social, no está simplemente haciendo un balance de su vida, está tejiendo una profunda reflexión sobre el cambio de época. Si en toda obra hay marcas biográficas, acá Aira se monta sobre su nuevo artefacto ficcional para dispararle a un tipo muy específico de idiota y destruirlo a argumentos.

Aira afrontó tempranamente que la literatura es un paliativo. Le quitó, si es que lo tuvo, el manto de la revolución social, y se centró en el artefacto, en el artificio, en la construcción narrativa de un pequeño mundo inmortal. Si la literatura es un paisaje bonito en el tren que va camino a la nada, un entretenimiento más, como jugar al truco o scrollear en Instagram, también es algo exageradamente singular, con brillo propio. A esa intensa luminosidad se entregó Aira. Esta novela es otra muestra.

“Al hombre armado de pasión no lo detiene ningún obstáculo”, piensa el arqueólogo de Aira en una novela que menos una novela que una excusa para ofrecer una mirada sensible y reflexiones en voz escrita. Así, entre escenas que apenas se mueven, vemos al protagonista preguntarse “qué pasaría cuando ya todas las antigüedades del mundo estuvieran a la vista”. “Un mundo sin misterio”, se responde, “era un mundo que no valía la pena transitar”. Una defensa de la imaginación, de la ilusión, de la literatura.

Fuente: telam

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