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06/10/2025

El legado de Orson Welles: creatividad, exilio y la lucha por la libertad artística en el siglo XX

Fuente: telam

La exposición en la Cinemateca francesa revisita la trayectoria de Welles, marcada por la innovación, el enfrentamiento con el poder y la búsqueda de independencia creativa en un contexto de tensiones políticas y culturales

>Pocos nombres del séptimo arte han tenido la estatura del estadounidense Orson Welles (1915-1985), director de cine, actor, productor, narrador radiofónico e incluso escultor, al que la Cinemateca francesa en París dedica una gran exposición desde el 8 de octubre, coincidiendo con los 40 años de su fallecimiento.

A partir de la que fue considerada la mejor película de la historia gravita el resto de la muestra, compuesta por 400 obras entre fotografías, archivos, carteles, dibujos y objetos cinematográficos como cámaras de cine, acervo que, en buena parte, prestó la última pareja de Welles, la croata Oja Kodar.

La obra fue un éxito de crítica, pero un fracaso comercial, en parte por el veto mediático que impuso William Randolph Hearst, el magnate en el que se inspira la película.

Los poderosos estudios cinematográficos RKO no habían olvidado el dinero perdido con Kane y no perdonaron un nuevo resbalón en 1942 con The Magnificent Ambersons (El cuarto mandamiento, en España), en la que fue la penúltima colaboración con RKO como director (The Stranger o El extraño, de 1946, fue la última).

“En Hollywood estaban acostumbrados a decirte en las películas lo que tenías que pensar, te decían que el dinero te daba la felicidad y Welles va a contracorriente de todo ello >The Lady from Shanghái (La Dama de Shanghái, de 1947) ya fue una producción del propio Welles. En esta cinta, en la que también es actor y director, logró convencer a la musa Rita Hayworth, con la que estuvo casado y tuvo una hija, para que se cortase sus rizos pelirrojos y se tiñese el pelo de rubio, para darle un aire de ‘femme fatale’.

Sospechoso de ser de izquierdas en la época de la ‘caza de brujas’ de Joseph McCarthy de los años 50, Welles entendió que, para mantener su libertad creativa, tendría que financiarse él mismo sus películas y empezó a mirar a una Europa que se reconstruía tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

El cineasta, un enamorado de la literatura, sobre todo de la de William Shakespeare, adapta, pagada de su propio bolsillo, Macbeth (1947). También se atrevería con otras obras magnas del literato inglés: Otelo (Palma de Oro en Cannes en 1952) y Falstaff (1965) (Campanadas a medianoche).

“Él hizo muy mal negocio con ese filme porque el productor le ofreció un caché fijo o un porcentaje dependiendo de las ventas. Él eligió lo primero y perdió la oportunidad de ser multimillonario”, expuso el comisario de la exposición. Excepto por la celebrada Touch of Evil (Sed de Mal, 1958), Welles no volvió a dirigir en Estados Unidos, donde seguían viendo sus películas como demasiado subversivas.

Aunque su obra mantuvo siempre una coherencia e integridad, no tuvo escrúpulos para ganar dinero como fuese, incluso como hombre anuncio de una marca de güisqui, precisó también Bonnaud. Entre sus famosas obras inacabadas, la exposición destaca una adaptación de Don Quijote de la Mancha. “Se trata de una película que un día llegaremos a reconstruir”, dijo, enigmático, el director de la Cinemateca francesa.

Fuente: telam

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