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05/10/2025

El poder secreto de los hobbies: cómo entrenar la alegría para la vida que viene

Fuente: telam

Crucigramas, rompecabezas, jardinería no son simples pasatiempos. Cuando ya no hay hijos que atender u horarios que cumplir, los días se hacen largos. Actividades que ejercitan las manos, la memoria y nutren la reserva cognitiva son gimnasios de habilidades que prolongan la vida, combaten el aislamiento y multiplican el bienestar

>Mis hijos estallaron en una carcajada cuando me escucharon decirle “opíparamente” al mozo que preguntó cómo habíamos comido. Yo solo pensaba: comer con abundancia, doce letras. Y siguiendo con la O: palabra que reproduce el sonido que nombra. Once letras. Onomatopeya. Encontrar la palabra justa es mi superpoder, y el de todas las que crecimos haciendo crucigramas en el colectivo, en las tardes eternas de verano y, ahora, en las noches en vela.

En septiembre de 2023, un equipo del University College London (UCL) publicó en Nature Medicine un análisis de datos de más de 93.000 personas mayores de 65 años en 16 países. Encontraron que quienes mantenían hobbies —desde manualidades hasta clubes de lectura— tenían menos síntomas depresivos, mejor salud autopercibida y mayor satisfacción con la vida. Los autores concluyeron que los pasatiempos no son un lujo: son un factor protector del bienestar mental en la vejez comparable al ejercicio moderado. Investigadores en neurociencia han demostrado que la participación habitual en crucigramas en la vida adulta tardía puede retrasar el inicio del deterioro de la memoria acelerado en 2,54 años, independientemente del nivel educativo o de otras actividades cognitivas. No es magia ni marketing: es gimnasia mental.

Los especialistas en longevidad advierten que esta generación será la primera que viva más años y que es consciente de que debe cuidarse. Pero eso no se improvisa a los 70: se entrena desde antes, como un músculo. Es vitaminas, proteínas, caminatas, musculación, y pasatiempos. El ocio no es un descanso de la vida: es la vida ensayando su próxima etapa. Un experto en envejecimiento activo que entrevistaron en The Economist lo sintetizó así: “Los pasatiempos y la participación social son factores protectores tan potentes como la actividad física o la dieta”. No es poesía, son datos.

Como la vieja Mocinha de Clarice Lispector, en su cuento “Viagem à Petrópolis”, que sale a pasear por Río “para ir conociendo la ciudad”, el ocio también puede ser una práctica de atención y descubrimiento del mundo. No siempre son hobbies manuales: a veces es el simple acto de caminar, mirar, estar presente.

En Buenos Aires, por ejemplo, ya funcionan clubes de memoria y talleres de ajedrez para mayores en barrios como Villa Urquiza o San Telmo que buscan prevenir el aislamiento y fortalecer la reserva cognitiva. A veces nos ponemos propósitos demasiado altos, como iniciar ya grandes una carrera universitaria y, en realidad, nuestras mentes ya se fortalecerían muchísimo compartiendo charlas en una tarde de tejidos o recordando nombres de películas con amigos en un torneo casero de Dígalo con Mímica.

Durante años priorizamos la agenda productiva. Reuniones, deadlines, mails. De casa al trabajo y del trabajo a casa fue una consigna organizadora de la vida argentina durante el siglo XX. “Perder el tiempo” en actividades que no generaban valor económico o de cuidado a otros era de jóvenes o de hippies. Un día dejamos de correr y de vivir con urgencias y descubrimos que lo que verdaderamente nos queda y organiza nuestras rutinas y nuestro día es aquello que fue marginal hasta entonces: las horas en el jardín, el momento para el crochet, el encuentro con amigos para jugar a las cartas o el cuadro que finalmente vamos a animarnos a comenzar a pintar.

Ahí entran los pasatiempos como aliados. Clubes de lectura que aumentan la reserva cognitiva; grupos de canto coral que mejoran la función respiratoria y el ánimo; talleres de cerámica que, además de creatividad, entrenan la motricidad fina. Incluso actividades tan “menores” como tejer o hacer crochet activan circuitos neuronales de planificación, secuenciación y memoria de trabajo. No es casualidad que en países nórdicos se multipliquen los talleres de manualidades para adultos mayores: no son hobbies, son gimnasios de habilidades.

En 2022, un estudio longitudinal en China con miles de participantes mayores de 60 años mostró que participar frecuentemente en actividades recreativas aumentaba significativamente la probabilidad de “envejecer con éxito”: mejor funcionalidad física, menos síntomas depresivos y mayor interacción social. Los autores destacaron que los beneficios eran mayores cuando las actividades combinaban estimulación cognitiva y social, como jardinería comunitaria, juegos de mesa o voluntariado.

Confieso que como toda la Generación X tengo cierta compulsión con las pantallas. No somos nativos digitales, pero demasiado rápido incorporamos el hábito de estar permanentemente conectados. Cuando dejé de tener jornadas maratónicas, creí que “descansar” era mirar series sin parar. Y es cierto que las pantallas entretienen, informan, acompañan. Pero hay una diferencia entre ver The Crown y aprender a bordar una corona: en una sos espectadora, en la otra sos protagonista. Los neurólogos advierten que el exceso de tiempo pasivo frente a pantallas ofrece un bombardeo de estímulos sin que tengamos que intervenir. Eso no entrena la memoria ni la atención sostenida; al contrario, la atrofia. ¡Eso sin mencionar nuestra espalda y nuestro cuello! Para mantener la mente activa necesitamos desafíos, decisiones, movimiento, interacción. No se trata de demonizar las series o las aplicaciones, sino de dosificarlas y complementarlas con actividades donde el cuerpo y el cerebro estén en juego.

A veces me descubro un sábado a la tarde con la agenda vacía y me pregunto: “¿Esto es aburrimiento o es soledad?”. Y me acuerdo de algo que escuché a una psicóloga gerontóloga: “El tiempo libre sin hábitos puede volverse un agujero negro”. Mi madre hace todavía listas de actividades antes de levantarse de la cama. Tiene que saber en qué va a ocupar su día. No es que los días se vuelvan más largos cuando dejamos de trabajar o cuidar familia, es que se vacían de costumbre. Por eso necesitamos entrenamiento en hobbies: que las manos busquen la lana o las tijeras casi solas, que la mente pida un crucigrama como pide un café, que el cuerpo sepa cuándo salir a caminar o cuándo arrodillarse ante una maceta. El ocio no es tiempo muerto: es tiempo vivo que se ensaya antes. Si llegamos a los setenta sin haber practicado, corremos el riesgo de confundir libertad con vacío. Pero si llegamos con juego, pasatiempo y curiosidad, ese mismo tiempo puede ser nuestro mejor aliado.

Fuente: telam

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