Domingo 5 de Octubre de 2025

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05/10/2025

El extenuante camino de la fe: historias de los devotos que marcharon 60 kilómetros para agradecerle a la Virgen de Luján

Fuente: telam

Millares de feligreses caminaron bajo el sol desde Liniers para venerar a la patrona de la Argentina: desde una hincha de Boca que agradeció por la salud de su perro hasta un jubilado de 75 que, sin decirle nada a sus hijos, pedaleó desde Barracas. Testimonios de un sacrificio

>El dueño de la santería Sagrado Corazón mira las torres de la Basílica de Luján, ubicada en la vereda de enfrente de su local, y aprieta los labios con devoción. Está de pie, quieto, acompañado por una mujer que envuelve con ambas manos una pequeña escultura de la Virgen en una especie de rezo total.

Llegan transpiradas y estoicas, caminan con dificultad, algunas en lágrimas, otras ensimismadas, hay quienes improvisaron bastones en el camino, muchas sonríen o incluso tienen energía para cantar. Excepto los prudentes que se untaron protector, traen los cuellos rojos y los muslos y las rodillas estalladas por el sol tropical que iluminó Buenos Aires este sábado peregrino. Los tobillos también están inflados y las espaldas, dobladas.

La imagen, en efecto, se intuye como un ruego a Dios para que envíe un cachito de señal que le permita cobrar los 15 mil pesos que sale la virgencita. Y sucede: un ticket emerge en segundos de las entrañas del aparato.

La Virgen de Luján convoca multitudes a su lugar sagrado todos los años. Se dice que en 2024 llegaron al templo un millón y medio de personas. Y esta vez es especialmente conmovedor porque es la primera edición sin Jorge Bergoglio, el papa Francisco, en vida.

Peregrino de las periferias, el cura de Flores que llegó a Roma solía caminar los 60 kilómetros que separan el santuario de San Cayetano, en Liniers, con la Basílica.

Esta es su caminata número 40. “Consecutiva, empecé a los 14, tengo 57 y nunca paré”, sonríe con los pies metidos en una palangana llena de agua e hielo.

“Puedo hacer el trayecto en ojotas -señala un par de crocs verdes- porque no es un tema de fuerza, como le explico a todo el mundo, es un tema de fe. O sea, por fe caminamos todos”, explica.

Todos somos iguales. Tal vez yo tengo unas zapatillas más altas que el de al lado, pero nada más, vamos todos en un mismo sentido, y eso es lo lindo”, remarca Mariano Uccellatore, economista de treinta y pico, que salió desde su casa en Avellaneda a las 23 del viernes y llegó, extenuado, cerca de las 11 a Luján, donde lo esperaba con el auto Flor, su pareja. “No soy creyente pero me gusta compartir esta experiencia con tanta gente”, explica.

Feligreses o no, acá son todos iguales. Salvo los que hayan decidido arrancar más adelante por una cuestión de límites en su resistencia corporal, los que arrancaron en Liniers habrán caminado al llegar a la Basílica entre 12 -los más preparados- y 20 horas con, en general, cuatro paradas principales: Morón, Merlo y la última antes de llegar, General Rodríguez. Tramos que pueden hacerse eternos con 33 grados de sensación térmica como hizo durante la tarde de ayer.

Si se le preguntara a todos los que caminan a Luján, la proporción de quienes respondan “para agradecer” sería probablemente de 8 sobre 10. Por la salud o por el trabajo o por un amor o por el deseo de un hijo o el éxito de un equipo de fútbol.

Es el motivo principal. Erika, que llegó de Villa Trujui envuelta en una camiseta de Boca con estrellas doradas, trae un papelito con fotos impresas de su perro Clemente Rodríguez: “Hace dos años sufrió un golpe de calor, quedó atrapado en un alambrado y estuvo al borde de la muerte. Prometí que si se salvaba vendría agradecerle a la Virgen”.

Juan Janco Mollo, jubilado de 75 años, se subió a su bici celeste durante la madrugada en el barrio porteño de Barracas y tiene pensado pedalear hasta Luján. También para agradecerle a la Virgen. No trae ningún pedido.

“¿Cuándo sale tu nota? Porque no le dije nada a mis hijos. Me matan si se enteran que vine en bici y con este calor, pero a mí no me importa >O Daniela, que llegó con sus amigas Flor y Anita, todas con sus “gracias” para la patrona nacional. “Hace un tiempo me diagnosticaron cáncer de estómago y ellas vinieron a pedir por mí. Fue hace dos años, y me dieron una Virgencita y resulta que después no tuve nada, desapareció milagrosamente”, narra con emoción y dice que por ahora está cumpliendo la promesa de venir todos los años.

Las lágrimas también caen caudalosas sobre los pómulos de Claudio Fernández, de Lanús, que se hace masajear los pies por estudiantes de enfermería que ofrecen voluntariamente tomarles la presión o aflojar calambres en una plazoleta de Merlo.

Salió a las 6 de la madrugada de su casa, tomó el 37 y después el 8 hasta Liniers y desde allí caminó en silencio, compartiendo miradas o gestos de aliento con otros peregrinos.

Cuando recupera el aire, sigue: “Aparte andaba sin trabajo y conseguí. Me lo confirmaron el miércoles. Entonces, dije: ‘tengo que ir’. Soy cristiano, creo mucho en Dios”.

Carolina también cree mucho en Dios. Por eso, cuenta, siempre se repuso de las adversidades que, en su caso, según cuenta, fueron muchas. Tal vez demasiadas. Ofrece en la puerta de la Parroquia de San Cayetano, en Liniers, a 4.000 pesos banderas argentinas con la Virgen estampada y vende como chipacito caliente.

Porque la peregrinación también es la oportunidad de mejorar las cuentas, tanto para el dueño de la santería como para Carolina y los miles de vendedores de todo tipo de cosas que hay a lo largo de los 60 kilómetros.

Y para pedir o purgar lo malo del año, como hace Paula Peralta, de 52, que hace 36 años de manera ininterrumpida camina sola.

“Voy en la mía, pensando y hablando conmigo. Hablo mucho conmigo y mucho con la Virgen”, narra.

“Más cerca estoy de la Virgen, más energía tengo y me pongo a llorar. Lloro largando todo eso que absorbí y todo eso en lo que me volví durante este tiempo, uno se pone áspero, ¿viste? ”, resume. Algo parecido siente Santiago, que elige una comparación contundente para explicar qué pasa al hacer el sacrificio de caminar hasta Luján.

Fuente: telam

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