Lunes 29 de Septiembre de 2025

Hoy es Lunes 29 de Septiembre de 2025 y son las 13:34 ULTIMOS TITULOS:

29/09/2025

La intensa vida de Miguel Juárez Celman: la revolución que lo condenó al ostracismo y la prohibición de nombrar a Roca en su presencia

Fuente: telam

Era un joven prometedor con una carrera brillante. Planeaba llegar a lo más alto de la política. Su relación con Roca, su gobierno y su desaparición para siempre de la escena política y social

>No daba para nada con la imagen de político exitoso, de carácter arrollador. Miguel Juárez Celman era petiso, menudo, con una pelada que anunciaba la irreversible ampliación de su frente, con bigote y barba en punta muy cuidada. No poseía ningún rasgo distintivo y podía pasar, fácilmente, por un hombre común y corriente.

Nació en Córdoba el 29 de septiembre de 1847 en el seno de una renombrada familia local. Estudió en el Colegio Monserrat y derecho en la universidad de la provincia.

En 1872 se casó con Elisa Funes, hermana menor de Clara, la esposa de Julio Argentino Roca. Para algunos, eran estrechos amigos y para otros solo socios políticos que se soportaban. En una provincia con fuerte arraigo religioso, su figura de fuerte contenido liberal enseguida sobresalió.

Fue un joven precoz, ya que fue un jovencísimo doctor en jurisprudencia, antes de cumplir los 30 figuraba en el top five de los políticos del interior, a los 33 fue ministro de gobierno, tres años después gobernador de Córdoba, a los 39 senador nacional y a los 42 presidente del país. Parecía imparable.

Pero Juárez Celman era una persona por demás ambiciosa, que a esa altura había construido una maquinaria política perfecta de fraude, favores y alianzas estratégicas, y buscaba una proyección nacional.

En su momento, su desempeño fue clave para tejer las alianzas que llevarían a Roca a la presidencia, ya que había sido uno de los responsables de la maquinaria roquista, que desde 1880 manejaba los hilos del país. Gran parte del armado de la liga de gobernadores que llevaron a su pariente a la Casa Rosada se le debe a él. Y cuando éste buscó sucesor, era cantado que llevaba las de ganar.

En 1885, varios eran los anotados en la carrera presidencial. Dardo Rocha, gobernador, Bernardo de Irigoyen, Victorino de la Plaza, Domingo Sarmiento, Benjamín Gorostiaga y el propio Juárez Celman, a quien Roca eligió para consolidar el Partido Autonomista Nacional. El general Bartolomé Mitre se opuso a esta candidatura, porque siendo parientes con Roca, se vería el proceso como una sucesión y no como una elección.

El 12 de octubre de 1886 juró como presidente, quiso imprimirle a la gestión el mismo ritmo que le había impuesto a su provincia y se caracterizó por ser una persona tozuda y muy ambicioso. No por nada se lo llamó “El único”. Hubo una exacerbación del presidencialismo y de la figura del primer mandatario.

En el fondo, Celman ya estaba cansado de Roca, de su estrella, de que fuera el hombre de referencia, y se armó de un círculo de confianza de jóvenes luminarias para asegurarse su futuro donde él fuera el primero. Allí estaban Roque Sáenz Peña, José Figueroa Alcorta, el prestigioso Ramón J. Cárcano y Estanislao Zeballos. Quería abrir su propio camino.

Hizo todo lo posible durante su gobierno para ponerse a todo el mundo en contra. Al mismo tiempo, su concuñado, con inteligencia, se alejaba cada vez más. Su hombre en el gobierno era el vicepresidente Carlos Pellegrini.

La gente buscó un culpable y todos coincidieron en su persona, a quien el ingenio popular lo había bautizado con el mote de “el burrito cordobés”.

A su gobierno se lo llamó “Unicato” y a Celman parece que estaba cómodo con esa calificación. En ese proceso, el propio Roca fue desplazado en la conducción del Partido Autonomista Nacional y no se desesperó. Tampoco cuando el presidente proclamó la candidatura de Ramón Cárcano, un cordobés de 28 años, para sucederlo en la presidencia. Roca se había alejado de la capital y, como su socio Pellegrini, lo dejaron hacer.

Para 1889, el país era un gran desbarajuste. Un aumento sin control del circulante por las emisiones y empréstitos, dinero que como no existían actividades productivas donde invertirlo, iban a la especulación. Todo se transformó en una gran pasión por el juego, y en la Bolsa iban y venían increíbles sumas de dinero, que perdía valor día a día.

Roca supo que se preparaba una revolución para voltear al gobierno. Eran hombres de la Unión Cívica, una agrupación que congregó a personalidades de la talla de Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Torcuato de Alvear, Francisco Barroetaveña, y muchos otros, que propugnaban la creación de una nueva agrupación que salvase al país, en las antípodas del ideario partidario oficialista.

Cuando el 29 de julio de 1890 estalló el movimiento y la ciudad se convirtió en un campo de batalla, el astuto Pellegrini lo convenció de que dejase la capital, que él se encargaría de manejar la situación. El resultado es por todos conocido: Pellegrini, al dominar la revolución, quedó como el héroe del momento y el presidente casi un cobarde que, ante un conflicto, había preferido alejarse. La frase que entonces se grabó a fuego fue que “la revolución está vencida, pero el gobierno está muerto”.

Se convertiría en el primer presidente argentino en renunciar a su cargo. En el texto de su renuncia, decía que ese no era el momento de discutir los actos de su gobierno pero que, sin embargo, creía en la justicia y que cuando se hubieran acallado las pasiones, se pudiese analizar lo que hizo como presidente. Eso nunca ocurriría.

Nunca más habló, ni brindó su visión de los hechos. Murió el 15 de abril de 1909 en Arrecifes, olvidado e ignorado -en la ciudad de Buenos Aires no hay una calle o una plaza que lo recuerde- a ese, que de joven, ambicionaba con llevarse el mundo por delante.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!