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22/09/2025

Por el aumento del consumo de drogas, cada vez nacen más bebés con síndrome de abstinencia

Fuente: telam

El consumo de sustancias durante el embarazo como problema emergente de salud pública, el impacto de esta crisis en la vida cotidiana, y qué otras certezas y sostenes nos inventamos para delinear un horizonte más justo, posible y común, es el tema de “Rotos”, el primer episodio del podcast Lo real real, conducido por Cristian Alarcón

>Esta nota fue publicada originalmente en Ana trabaja en neonatología de un hospital público desde hace 29 años. En la puerta de la sala hay una cámara que médicas y enfermeras instalaron artesanalmente. Una noche Ana se pone a ver la grabación y algo le resulta extraño. Mira una y otra vez: ¿Es lo que ella cree? Retrocede y vuelve a poner play hasta que no le quedan dudas. Un hombre le vende droga a una mujer que tiene a su bebé en neo. La escena (real) es una parábola contemporánea: aumentó el consumo en mujeres embarazadas y puérperas que termina con niños recién nacidos internados por Síndrome de Abstinencia Neonatal (SAN).

Tienen convulsiones, fiebre, diarrea, vómitos, temblores. No duermen. Lloran sin consuelo. Literalmente, nadie puede calmarlos. Ni la madre. No lloran porque “los bebés lloran”, lloran porque tienen abstinencia. El SAN es ese conjunto de síntomas que pueden ocurrir por haber estado expuestos a sustancias psicoactivas. En marzo de 2025, en un hospital del conurbano bonaerense, había cinco incubadoras ocupadas con bebés -como dicen en la jerga- “judicializados” por temas de consumo. En otro, circulaba un pedido informal: “Hola, gente, hay 8 bebés abandonados en neonatología por distintos motivos (la mayoría por adicciones), no tienen a nadie que les lleve cositas, deben permanecer ahí para ser estabilizados y las enfermeras están pidiendo donaciones”.

En otra sala de neo, la del Hospital Mercante de José C. Paz, la luz es tenue. Hay espacio entre las incubadoras para que las enfermeras puedan maniobrar y las familias acompañen de cerca si el comienzo de la vida no resultó fácil. Un pitido intermitente marca el pulso de la sala y cada tanto se convierte en alarma. Una mamá se extrae leche, un bebé pesó 800 gramos y a otro le cuesta adaptarse a respirar. Patricia Rosenberg, directora asociada del Hospital, afirma que los casos de consumo durante el embarazo aumentan con velocidad y que es mejor dejar de hacer como que no lo vemos. Veámoslo, entonces.

Pero volvamos a Argentina, específicamente a Villa Adelina, a la casa en donde vive Cintia. Es un ambiente con piso de cemento y una sola ventana. Como todavía hace calor en Buenos Aires, creó un remolino con tres ventiladores. Hay una cucheta y una cama para sus tres hijos más grandes, y un futón abierto en el que duerme ella con su bebé de casi un año. Está todo tan ordenado que en el horno se descubren guardadas las zapatillas. Arma el mate: un tercio de yerba, un tercio de azúcar y otro tercio de yerba. A los que no le agrega una cucharadita de azúcar extra en la cebada los llama “amargo”.

—Ya tiene dientitos… —comentamos sobre su bebé, que deambula por la habitación.

Cintia condensa, en la historia de su vida, varios de los datos que escuchamos a diario: el que dice que Lo primero que Cintia recuerda de su niñez es a su abuela Juana enseñándole a tomar mate. Era el refugio al que acudía cuando su casa se volvía violenta: “Mi mamá no me quería”, dice. Cuando la abuela Juana murió, Cintia ya no supo a dónde ir. Conoció al papá de sus primeros hijos, quedó embarazada y trató de “armar una familia”. Pero quedó enredada en consumos.

Así suena una de las protagonistas del primer episodio del podcast “Lo real real / crónicas del estado emocional argentino”, producido por Anfibia Podcast y conducido por Cristian Alarcón. Lo real real permite un espejo en las emociones de la época, desde las que matan hasta las que crean y salvan. Nos invita a animarnos a bucear en este momento que tanto nos intriga, nos empobrece, nos desespera. ¿Será que para entender lo que somos, hay que mirar lo que preferimos no ver? ¿Estamos tan rotos? ¿Queda salida?

La mamá de Cintia denunció la desprotección de los nietos en la Justicia y ella se los entregó para que los cuidara, porque ella estaba cada vez peor. “Yo no dormía. Me quedaba amanecida, iba en mal estado a llevarlos al jardín”, recuerda. Estuvo varios años sin sus hijos. Hasta que un día, de gira, se miró en el espejo. Era piel y hueso. Sintió que era un límite y se dijo: “¿Flaca, qué estás haciendo? ¿No te das cuenta? (...) ¿Te vas a seguir haciendo mierda hasta morir?”

Cintia logró salir del rulo y fue a un hospital. Le hicieron estudios y le dijeron que no estaba enferma, que no se iba a morir. Estaba embarazada. Meses después nació Oseías. El examen toxicológico del bebé dio negativo, pero era Semana Santa y la resolución de la Justicia se demoraba: Cintia pasó varios días internada y se fue poniendo nerviosa.

“No venía la asistente social, no venían del juzgado y yo tenía ganas de matar a todo el mundo, sinceramente. Me peleé con una doctora porque me dice que yo estaba enferma (...). Y le digo: ¿Por qué me decís así? ¿Porque soy una ex drogadicta? ¿Tengo un mal prontuario?” Gustavo Zbuczynski es director de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina y plantea: “Hay una paradoja en el triunfo social del capitalismo y la sociedad de consumo, que es que deja afuera al que más consume”. La perspectiva de reducción de daños apunta a no criminalizar a quien consume y, en cambio, aportarle herramientas de cuidado.

Aquel día de locura, Cintia conoció a Guillermina, la puericultura del Hospital materno infantil de San Isidro. Católica, de voz calma. Una mujer que sintió la llamada de Dios de grande, después de tener hijos y perder un embarazo. Primero se sumó a la Cooperadora para la Nutrición Infantil (fundada por Abel Albino, pediatra conocido por oponerse al aborto, al preservativo y a la homosexualidad). Luego, allí dentro, creó Alégrate Madre, una traducción posible de “Ave María”. La organización ayuda a embarazadas en situación de vulnerabilidad.

Fue la única que se animó a abrir la puerta de la habitación del hospital, porque Cintia gritaba y gritaba. “Ningún médico quería entrar, hasta que dije: ‘yo voy’”, recuerda. La encontró enojadísima: esta vez ella no había consumido, no quería que la castigaran por su pasado. Guillermina le prometió que se iba a ir con su bebé, y cumplió.

El consumo de sustancias durante el embarazo representa una problemática de salud pública. En junio de 2025, la Sociedad Argentina de Pediatría publicó una campaña de concientización: “... durante la gestación, el consumo de sustancias psicoactivas (alcohol, marihuana, cocaína, éxtasis, ácido lisérgico, etc.) tanto sintéticas como naturales afectan el desarrollo de la organogénesis. (...) No existe dosis segura dentro de las sustancias psicoactivas y esto puede ser desencadenante de complicaciones obstétricas (...) como la restricción de crecimiento intrauterino (RCIU), abortos, partos prematuros, eclampsia, entre otros trastornos, que pueden comprometer la vida del binomio”, escribieron. Hay varias líneas de debate. Por ejemplo, qué criterios usar para pedir dosaje en orina. El consumo personal no está penado, así que no es esa la cuestión: la cuestión es tomar decisiones, como qué hacer con la lactancia en estos casos (si suspenderla hasta que dé negativo o inhibirla). En 2022 el Ministerio de Salud de Nación publicó unas recomendaciones para la prevención del consumo perinatal —embarazo, parto y puerperio— para poner el tema en agenda, actualizar los conocimientos disponibles y aportar un enfoque desde la salud mental.

Aunque la publicación proponía un abordaje integral para el personal de salud, muchas mujeres evitan el sistema. No se priorizan, temen perder a sus hijos y no quieren ser juzgadas. El estudio de Intercambios lo resume bien: no figuran en las estadísticas, el tabú las obliga a ocultarse, la discriminación las expulsa y la falta de apoyo les impide cuidarse o acceder a tratamientos.

En 2024, el medio cordobés Ruido relevó casos en Córdoba, Sante Fe y Buenos Aires y documentó que las muestras positivas aumentaron hasta 128% en un año. Por ejemplo, citan, según datos del hospital Mariano y Luciano de la Vega (partido de Moreno, Provincia de Buenos Aires), el 1,65% de los bebés nacen expuestos a alguna sustancia, principalmente cocaína. Marcela Aznarez y Gisella Perez, psicólogas del Hospital Berazategui ven en su cotidiano el aumento. Gisella dice que cuando entró a trabajar, 13 años atrás, una persona embarazada en consumo era una excepción. Ahora, en cambio, calcula que son cuatro de cada diez. El abordaje es interdisciplinario: articulan con el servicio Ramón Carrillo (centro de salud mental) y uno de los dispositivos territoriales de Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina).

Marcela acota: “Es bueno trabajar su historia, el contexto, y citar a la familia para que cuando ese bebé se vaya pueda tener una red de contención sana, saludable, ahí aparece la figura de las abuelas”. La Argentina actual, para ella, es una preocupación: “Con estas políticas de odio, de no construir y no pensar en un otro, pareciera que el adicto es un estorbo (...) La persona se tira a un estado de ‘nadie me ve, no le importo a nadie’, te dicen mucho esto las mamás”.

En 2014 se inauguró la Casa Educativa Terapéutica “El Puerto”, en Luján. Fue el primer centro de asistencia de las adicciones del país orientado a mujeres embarazadas o con hijos pequeños que atravesaban consumos problemáticos. En 2021, en San Martín, abrió la Casa Comunitaria Convivencial La Marabunta, orientada a mujeres cis, lesbianas, travestis, trans y no binarias, y allí también se puede ir con hijos e hijas. En Alégrate Madre tienen la misma política. Por eso a Karen, otra mujer que consumió durante sus embarazos, los grupos le funcionan. Puede venir como hoy, con una niña sonriente a upa.

Sus años en consumo, ahora que los recuerda, le parecen una mierda: “Estuve seis días amanecida, sin comer, sin dormir, pasé frío. Cuando consumís no sentís si llueve, no me daba cuenta ni de que me estaba mojando”.

“Dulce doncella, te seguiré,

De pronto, de un pasillo, se asomó Karen. Flaquísima y con una panza pequeña. Guillermina se acercó y le dijo que había otro camino para ella. Le preguntó si le podía tocar la panza, Karen aceptó, y la bebé justo se movió. Se miraron y Karen se puso a llorar. “Yo creo que ahí hubo una conexión muy grande. Les pasa muchas veces a estas mujeres, que está como cortada la sensación con ese bebé que está dentro”, reflexiona. Guillermina le dijo que iba a estar en el hospital, que la esperaba, que podía ir cuando quisiera.

Existe evidencia sobre el impacto de las políticas públicas en el abordaje de esta problemática: por citar un ejemplo, el Plan Nacional interministerial de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA) logró una reducción del 55% en la tasa de embarazos en menores de 19 años entre 2015 y 2022. Ahora, está desmantelado. A partir de la Ley de Interrupción del Embarazo (IVE), Patricia Rosenberg dice que la mayoría de las mujeres que llegan a parir, lo hacen con ganas: “Hay que correrse del prejuicio de ‘la que consume no desea maternar’”, reflexiona.

En el caso de Karen, fue tal cual: “Yo pensaba en mi hija, pensaba en mi bebé, que si yo seguía consumiendo, ella ahora no iba a estar sentada acá conmigo”. A Cintia le pasó lo mismo: “Pensé: no es justo para mí y tampoco es justo dejar solos a mis hijos.” Y mientras su bebé deambulador la muerde como una gracia, Cintia va por más: “A veces me pasa de que quisiera meterlos a todos ahí adentro (de mi panza) porque es en el único lugar donde están súper protegidos y no les pasa nada: no pasan hambre, no pasan frío porque están adentro mío y los puedo apapachar bien”.

Fuente: telam

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